Islamofobia, cristofobia y libertad de expresión.

charlie-hebdo1charlie-hebdo-s-est-deja-attire-les-foudresPortada-Charlie-Hebdo-cristianos-musulmanes_EDIIMA20150107_0208_13

En días recientes la voz del Papa Francisco recogía el clamor y la agonía de los cristianos perseguidos en Siria, Irak y tantos otros lugares de Oriente Próximo (me atrevo a incluir al Oriente lejano de China), donde bajo la luz de una especie de un juridicismo coránico, y una interpretación del mismo torticera, iluminista, fanática y excluyente, convertían el Corán en un arma arrojadiza, y a los cristianos de aquellas zonas del planeta – que llevan viviendo allí desde antes que hubiera islam – en sus principales víctimas.

Pero hete aquí que esto es insuficiente para esta gente, y desde hace tiempo, pues no es nuevo, se empeñan en atosigar con actos terroristas a los países Occidentales, como si nosotros fuéramos culpables de su desconcierto cultural. En este sentido atentaron contra las Torres Gemelas de NY, Madrid, Londres, y ahora París, donde por cierto, se la tenían jurada a Charlie Hebdo. También llevan atentando y persiguiendo cristianos en Africa, secuestrando a chicas jóvenes (Boko Haram) y muchas otras atrocidades sin apenas despeinarse, y con Occidente mirando a Marte por si acaso hubiera vida por allí.

También hay que decir que a los cristianos no solo los atacan estos zumbados, también encontramos en la fauna nacional y patria, otros grupos y sectores, que con límites más razonables, se toman en serio la tarea de incomodar y molestar a los creyentes de la religión que sea. Y ahí tenemos a las petardas de Femen sacando sus mandolinas en el Vaticano, agrediendo a ancianos en misa (o sea curas y obispos), o, sin ir más lejos, los señores de Charlie Hebdo, que han sufrido en sus carnes el precio de tocar los cojones a una panda de fanáticos radicales nacidos y crecidos en los suburbios musulmanes de París, y me consta que no es el primer atentado que reciben por disfrutar de una libertad de expresión siempre en el límite de la falta de respeto (y de prueba cuelgo algunas de sus portadas, todas tan graciosas como impertinentes para la gente sensible a lo religioso).

¿Tiene límites la libertad de expresión? Evidentemente sí,  debe tenerlos, pues todos los derechos tienen límites. Y de hecho en nuestra sociedad la libertad de expresión está limitada y cada vez más: reírse de una víctima del terrorismo o de una mujer agredida deben ser penados, pues entendemos todos que hay un limite a la libertad de expresión muy claro y es herir la sensibilidad más íntima y radical del otro.

Esto abre la puerta a una serie de problemas sobre el nivel de sensibilidad y paciencia que uno puede soportar. Así por ejemplo, los cristianos estamos «acostumbrados» a que se nos falte al respeto de cuando en cuando. Se alude a la libertad de expresión para montar exposiciones vejatorias e insultantes para la sensibilidad de un creyente, donde se mofan de Cristo, o de la Virgen, y aunque hay una muestra de rechazo importante, las autoridades no suelen prohibir ninguno de estos actos, argumentando la libertad de expresión. Es verdad que con no acudir a tales actos es suficiente; pues no hay mayor desprecio que no hacer aprecio, pero esto no es tan fácil para una víctima del terrorismo cuando tiene que cruzarse por la calle con un grupo de idiotas que le insulta. Las televisiones, por ejemplo, u otros medios públicos, no suelen insultar de manera flagrante a sus espectadores creyentes, pues entienden que el respeto es el límite de la libertad de expresión, un límite al que hay que adherirse hoy más que nunca, pero no por miedo a la reacción del otro, sino por miedo a perder la esencia humanista de los derechos humanos.

Está claro que el nivel de tolerancia de un señor para matar a otro, no tiene nada que ver con el nivel de tolerancia de alguien que se siente molesto porque cuelgan un crucifijo en el cole de su hijo, o tocan las campanas de la iglesia del pueblo el domingo, o soporta la burla en un chiste gráfico  mofándose de sus convicciones religiosas. Podemos convivir sin molestarnos demasiado, y sin matarnos, creo yo. Lo contrario vulneraría una de las conquistas más importantes de Occidente, como son sus derechos, entre los cuales figura el derecho a la libertad de expresión, limitado, pero necesario para nuestra cultura cristiana y occidental, hija de Roma y del debate filosófico, tanto como lo es de la bondad y el reconocimiento del otro como persona.

Tolerancia significa que vemos la persona, y que la tratamos respetando aquello que no nos gusta de su ideología, creencia, etc. Supongo que un agnóstico o un ateo podrá sobrevivir sin agredirnos ni insultarnos cuando se cruza una procesión de Semana Santa por donde él paseaba, o se canta una saeta delante de la fachada de su casa, o se cruza con una monja de hábito y rosario en la mano.

En el malvado atentado terrorista contra Charlie Hebdo yo creo que se han saltado varios límites importantes:

Por supuesto el primer límite de todo este asunto es el derecho a la vida del nacido (del no nacido también aunque ahí se mire para otro lado), es decir, que aunque un señor se burle de mi creencia religiosa, no estoy legitimado, ni por Dios ni por el derecho ni por nada ni nadie, para matar al bufón. Esta gentuza tergiversadora del Corán cree que les legitima la sharia, y ahí demuestran que tienen bien poca formación religiosa. La misma formación religiosa que no existe en Francia desde hace 100 años por ser un Estado laico, con un sistema político bastante intolerante con la religión cuando se manifiesta en público, todo hay que decirlo. Pues no olvidemos que en Francia la iglesia fue despojada de sus templos, y actualmente no se permite una procesión con el Santísimo por las calles salvo que lo apruebe un funcionario en su despacho. O sea, intolerancia en el corazón de la grandeur, que quizás conviene repensar.

Segundo límite, la libertad religiosa. Las religiones deberían poderse manifestar públicamente sin más cortapisa que la alteración del orden público, o la generación de graves problemas sociales. Esto no se respeta en Francia, que recluye la religión a la esfera de lo privado, negando a la religión una de sus características más esenciales, como es la de ser un hecho social, cultural, y por tanto público. Esto ha convertido a la religión en un problema para todo occidente, en especial para Francia, pero no la religión islámica, sino cualquier religión incluida la cristiana. El laicismo francés desconoce que es en esencia lo religioso, pero tampoco entiende el cristianismo que explica la cultura francesa, lo que equivale a decir que no se entienden a sí mismos. Este mal por desgracia tiene a aquejar a todo Occidente que se va desraízando de su propia cultura, hasta no reconocerse fácilmente en el espejo. ¿Cuál es la esencia de occidente?

En mi opinión la religión forma parte intrínseca de una cultura, es uno de sostenes de la identidad de un pueblo y de una nación, y sus manifestaciones, cuando no son imposiciones intolerables y contrarias a las convicciones más íntimas, no deberían molestar. Es una superestructura, como les gusta decir a los marxistas. En mi opinión, la religión es capaz de moldear el resto de elementos culturales propios y ajenos: familia, jurídico, social, ideológico, e incluso económico y productivo. Esto no es ni bueno ni malo, es simplemente una realidad antropológica.

La sharia no es por eso algo malo en sí mismo, sino algo lógico en todas las culturas, incluida la nuestra, que también de alguna forma tiene su normativa jurídica más o menos reconocida en la ley cristiana. El cristianismo modificó singularmente el imperio Romano, y la cultura romana formó en gran parte el cristianismo (latín, liturgias, etc).

Tercer límite. La libertad de expresión. Las religiones no compiten de la misma manera con las ideologías cuando se trata de zaherir al otro desde la libertad de expresión. Es decir, se pueden ridiculizar las ideas cuando son abiertamente irracionales, irreflexivas, o absurdas, y el debate se enriquece, pero no se puede ridiculizar las creencias del otro sin insultarlo profundamente. Esto no suele ser comprendido demasiado por el ateísmo, que tiene las creencias de los demás como algo absurdo y ridículo, como mera ideología irracional. De hecho, hace unos años, cuando participaba en debates ateos-cristianos, era bastante complicado dialogar con los representantes del ateísmo, porque fácilmente terminaba tachando a los creyentes de idiotas, ignorantes y cosas por el estilo. Es verdad que luego no sabían que era el argumento ontológico de San Anselmo, ni habían leído un libro en su vida, pero les daba igual, porque bastaba con manejar varios clichés insultantes sobre la inquisición, para autoconvencerse de que eran unos sabios comecuras. Por supuesto abandoné tales foros porque la libertad de expresión se había tergiversado y convertido en insultar al otro, lo que convertía esa libertad de expresión en la esclavitud de no poder entendernos.

Por eso, es muy importante limitar la libertad de expresión que promueve el odio, porque en la construcción del diálogo en la democracia, el respeto y al escucha al otro es una premisa ética sin la cual no existe democracia alguna.

¿Por qué entonces no entendemos el islam de igual forma que ellos nos entienden a nosotros?

Desde el punto de vista racional no podemos comprender culturalmente a un pueblo si no entendemos y atendemos a su religión, además de, por supuesto, a su economía, su estructura familiar, patrimonial, jurídica, ideológica, o productiva-reproductiva. Pero no son compartimentos estancos, sino que se vinculan y conviven influyéndose unos y otros hasta armonizarse con el tiempo. Una cultura no puede ser incoherente por mucho tiempo, salvo que esté sometida a una permanente crisis identitaria, que es lo que le sucede a Occidente. Por eso la disarmonía de las estructuras culturales tiene que ver con los periodos de crisis de las sociedad y las culturas, crisis causada por el encuentro con otra cultura poderosa, que es lo que le sucede al cristianismo occidental y al islam. O crisis causada por la pérdida del sentido religioso, como le sucede a Occidente.

Ellos (los descerebrados estos que se auto-inmolan haciendo el bestia) se sienten atacados por la cultura occidental que es más poderosa económicamente, y su reacción ante tal invasión cultural es la resistencia ante Occidente, su estilo y su modo de vida. Por eso atentan contra sus vecinos inmediatos sean parisinos o sean de Alepo en Siria. Para esta gente todo lo que pertenece a Occidente es el demonio, y ante una cultura que pretende globalizar los derechos humanos, incluida la libertad de expresión, no les queda más respuesta que justificar su atentado bajo la falacia de una interpretación religiosa sesgada por ellos mismos para obligar a Alá a decir lo que dicen ellos mismos blasfemando contra el hombre y en el nombre de Alá.

De hecho, estos señores que han atentado en París se han educado en Occidente. Son franceses que han ido de pequeños a la escuela laica y pública francesa, la gran escuela francesa, muy eficaz en muchas cosas, pero claramente incapaz de orientar a las nuevas generaciones de emigrantes hacia un arraigo en la tradición cultural francesa. Son por desgracia la punta de un iceberg formado por desarraigados que no desean convivir con la cultura francesa que les vio nacer.

Es evidente que el problema no está en las religiones mismas, pues encontramos que desde hace 1400 años convivían los cristianos Caldeos de Siria con los musulmanes que llegaron a allí tras la Hégira. El problema está en la falta de arraigo y sentido de la vida religiosa de estos franceses, hijos de emigrantes la mayoría, que han encontrado en el islam una justificación y una legitimación para matar a otros, igual que los de miembros de cualquier otra secta fanática e intolerante.

Por eso la libertad religiosa, tiene que encontrar como límite el respeto y la convivencia con otras confesiones o religiones. Y esto es complicado desde el punto de vista antropológico, porque una cultura siempre tiende a uniformizarse desde la mayoría cultural que va imponiendo a la minoría cultural sus pautas culturales. De ahí que sea lógico y entendible, que estos franceses sientan animadversión hacia la cultura que se les quiere imponer, en este caso la Occidental, aunque sea la cultura que les ha dado todo, y sea a la que pertenecen. ¿Me siguen? Están desarraigados en su propia cultura francesa, y hay que combatir el yihadismo combatiendo tal desarraigo cultural mostrando que es posible ser un buen musulmán en Occidente aceptando y asimilando los derechos humanos como algo querido por Alá.

Cuando las chicas musulmanas acaban yendo con estos grupos a salvar al mundo occidental del demonio, y se encuentran con que son las putas de los soldados varones del Estado Islámico yihadista desean volver, y es que no han sido educadas para ser putas de nadie. De hecho, en ninguna cultura (y mucho menos en el islam) se educa a las mujeres para ser putas de los varones.

El desarraigo cultural de occidente, donde se seculariza cualquier trascendencia acaba formando una sociedad deconstruida, fragmentada y rizomática (en terminología de Deleuze). Se fragmenta el individuo, que lo arroja y convierte en un superviviente de la sociedad de consumo, y se termina sustituyendo la trascendencia por lo tangible de la patria, la grandeur del pasado y la historia, o el frenesí de sus lemas omnímodos: libertad, fraternidad e igualdad. Napoleón acaba siendo el Dios que Francia mató en la Revolución, por decirlo en un lenguaje metafórico y poético, y ellos mismos terminan adorándose como el becerro de oro se adoraba a sí mismo, pues era de oro. Este es un caldo de cultivo para que surjan los fanatismos religiosos, las interpretaciones excluyentes y violentas de los textos sagrados, sean los que sean, y suenen como suenen. Y es que no se puede sustituir a Dios por la Nación, por la Patria, o por la Raza francesa, como pretenden hacer los extremistas del otro lado.

Por eso es deber de todos combatir este yihadismo desde los distintos frentes que no podemos dar, y que voy a proponer en varios puntos sencillos.

1. El islam que vive en occidente debe vincularse a esta lucha contra el yihadismo. Si forman parte de nuestra sociedad francesa, española, o alemana, deben implicarse en su construcción social y cultural, donde los derechos humanos sean respetados por ser principios insertos en la vida de la sharia. En este sentido no puede aceptarse una interpretación de la ley islámica que incluya la lapidación, y otras muchas reglas del mismo cariz. La interpretación personal del Corán que afirme que el respeto a los derechos humanos es querido por Alá, y es tan bueno y santo como la Sharia, debe ser la interpretación dominante entre los imanes y los líderes religiosos del islam.

2. Occidente (pero también los países islámicos) deben asumir la práctica de lo religioso, incluidas sus manifestaciones como algo público. No se puede exigir libertad religiosa en París o Madrid, y no pedirla en igualdad de condiciones para los cristianos que viven en El Cairo, en Alepo, o en Teherán. La confesionalidad de un estado no puede ser un obstáculo que restrinja la libertad religiosa, donde se incluya el respeto a las minorías.

3. Limitar la libertad de expresión censurando aquellas manifestaciones que sean insultantes o vejatorias para la sensibilidad religiosa, o para las personas. No se deben aceptar manifestaciones que potencien la violencia o el odio contra nadie, ni contra sus ideas o creencias.

4. Potenciar una auténtica y adecuada formación religiosa en las nuevas generaciones. La religión no puede estar en manos de cualquier iluminado. La formación religiosa es un asunto de Estado, como lo es la trasmisión de una cultura. Esto no implica obligatoriedad en la creencia, sino en su conocimiento. Necesitamos buenos profesores de islam, como ya hay gente en el cristianismo con una magnífica formación. ¿No sería deseable un islam con dirigentes sensatos, con buenos intelectuales, y gente de bien como tiene el cristianismo en sus obispos o en el Papa? Esto ya sucede en muchos estratos de la sociedad islámica, pero la cuestión es si esas personas están asumiendo posiciones de liderazgo, capaz de construir una sociedad más justa y tolerante. Esto beneficiaría al islam a encontrar su acomodo en este mundo globalizado, a la vez que le permitiría la convivencia, dejando al descubierto el absurdo del terrorismo yihadista.

Menos islamofobia, menos cristofobia, y más una libertad basada en el respeto al otro. ¿Podría ser?

6 comentarios en “Islamofobia, cristofobia y libertad de expresión.

  1. José Cervera

    Monumental artículo, Antonio. No puedo más que aplaudirlo porque dices cosas que llevo rondando por la cabeza desde hace tiempo, y otras muchas que no había pensado y son magníficas. Como la necesidad de que exista una formación del hecho religioso en las aulas. Estoy bastante de acuerdo en que hay una arrogancia intolerable del laicismo racionalista que heredamos de la Ilustración, y que empapa la sensibilidad occidental. Y esa actitud no es del todo compatible con la paz por mucho que occidente sea también origen de la declaración de los derechos humanos.

    Hace cuatro días, como aquel que dice, estábamos matándonos en occidente mismo (las dos guerras mundiales). Y creo que fue más el empacho por tanta sangre derramada que el poder de la luminosa razón ilustrada lo que trajo esa declaración de derechos. Porque en la Alemania nazi había bastantes lumbreras que usaban la razón para escabechar judíos.
    Ojalá se apliquen los puntos que propones porque creo que producirían una sociedad infinitamente más sensata, empática y justa. Un abrazo y gracias por compartir tus reflexiones.

    Responder
  2. Maga

    Antonio, te emplazo en Valladolid para este fin de semana próximo . Estoy de acuerdo con el artículo. Me parece delirante el grado de necedad de nuestra sociedad. Yo, por supuesto, condeno estos monstruosos asesinatos y a todos los yihadistas, que son los causantes de la muerte y el sufrimiento de miles y miles de Cristianos masacrados en Irak, Siria, Nigeria (ayer salió la noticia de 2 mil a la vez), Paquistan, etc, etc, Estoy con la víctimas del asesinato del miércoles en París, pero yo no soy Charlie Hebdo. No puedo serlo. Tengo que rezar por los asesinados, pero no puedo identificarme con un panfleto, que no ha parado de blasfemar contra nuestra Fe. De hecho, por cada viñeta sobre Mahoma, había 100 blasfemias contra Jesucristo, la Santísima Trinidad, Jesucristo Eucaristía, la Iglesia, insultos y calumnias contra los Obispos y los últimos Papas. Estoy de acuerdo con la libertad de expresión, pero no con el derecho a la calumnia y a la blasfemia, como si no pasase nada. Sé que los Cristianos debemos poner la otra mejilla, pero hay cosas intolerables y denunciables. Y no sé puede insultar, amparándose en el Dogma absoluto de decir lo que quieras a lo más sagrado de las personas. De hecho, hasta es denunciable. Lo peor de todo es que hay gente dentro de la Iglesia rendida a la corrección política y a los Dogmas hodiernos, como el Portavoz de la Conferencia Episcopal, P.Tamayo o Urdaci en 13 Tv, que llega a decir que forma parte de nuestra Civilización el Derecho a la blasfemia, claro. ..de una Civilización decadente y nihilista. Afortunadamente, queda gente como Juan Manuel de Prada con sentido común.
    http://blogging.libertaddigital.com/enigmas-del-11-m/por-que-yo-no-reproducire-las-vinetas-de-charlie-hebdo-13340/

    http://infocatolica.com/blog/coradcor.php/1501101212-es-inaceptable-que-se-ensalce

    http://infocatolica.com/blog/delapsis.php/1501090252-yo-no-soy-charlie

    http://www.infovaticana.com/2015/01/09/gil-tamayo-califica-charlie-hebdo-de-companeros-que-ejercen-un-servicio-necesario/
    En este enlace, se ven algunas de las portadas de Charlie Hebdo con blasfemias brutales para cualquier Católico.

    http://www.infovaticana.com/2015/01/08/la-television-de-los-obispos-espanoles-defiende-abiertamente-el-derecho-blasfemar/
    Lo de Urdaci no merece comentarios.

    http://movil.religionenlibertad.com/articulo_rel.asp?idarticulo=39854&accion=
    Este el artículo de Juan Manuel de Prada.

    P.D. Los que defienden el Mantra de Yo soy Charlie o de la libertad de expresión, permitían sátiras contra el Feminismo, el Homosexualismo, el aborto y otros Dogmas postmodernos?

    Responder
  3. Anónimo

    En los primeros párrafos no dejas muy clara tu posición frente a lo sucedido en Francia con Charlie Hebdo, parece que justificas el atentado, diciendo lo de la libertad de expresión etc, por otro lado, con el estado laico francés, me parece genial que no se pueda pasear una procesion si el estado no lo cree oportuno.
    Un saludo

    Responder
    1. Antonio José López Serrano Autor

      Gracias a todos por participar en el blog con vuestras opiniones.
      Creo que dejo bastante clara mi posición, en la que por supuesto no justifico ningún atentado, pero tampoco estoy de acuerdo con que la libertad de expresión sea ilimitada y se convierta en el derecho a insultar a los demás, como hacen los de Charlie Hebdo, o muchos otros.
      Las muertes y los atentados son muertes y atentados, y no es menos valiosa la vida de un francés que la de un cristiano asesinado en Siria, aunque esto último importe un comino en Europa. No obstante, puestos a entrar en debates de ética, creo que el derecho a la vida está por encima del derecho a la libertad de expresión, en caso de que entraran en conflicto. Con lo cual no hay justificación posible salvo para limitar el bien jurídico inferior.
      Dejo también bastante claro que el laicismo francés ha sido una equivocación, y su tratamiento del hecho religioso (hecho cultural) crea más problemas que los que resuelve. En este sentido, el Estado no es quien para prohibir una procesión, pues su oportunidad se convierte en el oportunismo de la apetencia del poderoso que concede derechos, como el dictador perdona la vida al que le apetece. Así se lesionan el derecho a la libertad religiosa, que no consiste solo en creer, sino también en manifestar públicamente la fe, y una procesión es una manifestación pública de la fe. ¿Pensaríamos igual si el Estado viera inoportuno que se manifestaran los sindicatos el uno de mayo porque no todo el mundo es obrero ni defiende su posición? Los derechos no los otorga el Estado, pertenecen al colectivo humano por su naturaleza. El único límite que debería forzar a negar una manifestación sería la grave y previsible alteración del orden público, lo contrario es simplemente una dictadura, y el laicismo francés es una dictadura contra la dimensión pública de la religión.

      En mi opinión el Estado Laico Francés se lleva equivocando durante mucho tiempo en su política religiosa, aunque por supuesto, el primer responsable del atentado es el asesino, no las víctimas; y tampoco se puede olvidar cierta corresponsabilidad de toda la sociedad en su conjunto, cada uno en su grado y nivel, por supuesto.

      Responder
    2. Maga

      Anónimo, o sea, que te parece bien que se prohíban Procesiones en Francia. No crees que tu postura es totalitaria? De todos modos, creo que Antonio respondió perfectamente en si comentario.

      Responder

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