Fragmento

El mismo día que partió, emplazó la reina a sus dos hijos, Alfonso y García, para hablar con ellos. Tenía previsto arrancarles obediencia en la protección que se dieran entre ellos, quería llenarlos de consejos, de buenas ideas, de valores y de aprecio el uno por el otro, cada uno con la manera peculiar de asumir el gobierno. Aceptó García de buena gana aquella reunión, y transigió Alfonso pensando que la reina Sancha estaba algo mayor y que no convenía desairarla. Se encontró con lo imprevisto, pues la Reina estaba muy en sus cabales, y estaba entregada a defender el Testamento de su esposo el Rey.

Los invitó a los dos a almorzar, cada uno en compañía de sus segundos. En el caso de García lo acompañó Fernando. En el de Alfonso lo hizo Pedro Ansúrez, que seguía siendo uno de los nobles favoritos de su reino.

Comieron y bebieron prudentemente, pues esperaban todos que cayera como un aguacero los reproches y consejos de la reina Sancha.

-Me alegra mucho de que estéis reunidos en mi compañía otra vez. ¿Os acordáis cuando de pequeños comíamos junto con vuestras hermanas? ¡Eran buenos tiempos!- dijo la Reina.

-Madre, los de ahora no son tampoco malos. Somos reyes. De León, de Galicia…- contestó Alfonso.

-Lo sé, lo sé. Pero no hay buenos presagios para vosotros. El robo de la corona de tu hermano me nubla el entendimiento.

-¿Robo? ¿Qué robo?- preguntó intrigado Alfonso.

Contestó airado García.

-¡Cómo si no lo supieras! Me robaron la corona de Galicia antes de que pudiera ser ungido- reprochó García.

Río Alfonso sin dar crédito a lo que escuchaba.

-¿Te dejaste robar la corona? ¡Vaya Rey!- se burló el de León.

-Ya basta, Alfonso- dijo Sancha.

-Apuesto a que estaba vigilándola tu Lugarteniente-. Volvió a reír estruendosamente

-He dicho que ya basta- increpó elevando algo el tono de voz la reina Sancha.

-¿Has escuchado, Pedro? Es un Rey que ha perdido la corona- continuó Alfonso.

-Apuesto a que tú sabes quién la robó- acusó directamente García.

-¿Yo? ¿Me estás acusando de robarte?- contestó Alfonso.

Se levantó airadamente de la silla Garcia, e inmediatamente lo hizo Alfonso.

-¡Sí! No creo que te sea muy extraño que le quites algo a tu hermano.

-¡Retira eso!

Se levantó la Reina, gritando a los dos.

-¡Ya basta! ¡He dicho que ya basta a los dos!

Se sentaron, pero Alfonso adoptó un tono de víctima.

-Un Rey no puede ser insultado en su mismo Palacio. Si retira sus palabras me daré por satisfecho.

García se sentía abrumado. Había ido demasiado lejos, pues ciertamente no tenía pruebas de que hubiera sido él. Al contrario, por su reacción pensaba que ciertamente no sabía nada y era inocente.

-Lo retiraré si juras delante de nuestra madre que no has tenido nada que ver en este asunto- pidió García.

De nuevo Alfonso había vencido.

-Lo juro. No tengo nada que ver en ese robo.

-Retiro mi calumnia.

Intervino la Reina para tratar de calmar los ánimos.

-Eso está mejor. No me gusta ver como os atacáis. Deberíais ser buenos amigos, además de hermanos. ¿No os dais cuenta de que sois más fuertes juntos que separados?

-¿Más fuertes juntos? No lo creo. Galicia no aportaría demasiadas tropas a mi ejército. Sería mejor aliarse con el conde de Portucale antes que con Galicia.

-¡Ya está bien! ¿Otra vez tienes que despreciar a Galicia?- dijo vehemente García.

-Tu reino, mi querido hermano, está sin fuerzas y sin tropas. No tengo pensado atacarte, sería una victoria demasiado fácil.

-Promételo- interrumpió la reina.

-¿Qué?- se revolvió Alfonso.

-Promete que nunca atacarás a tu hermano García.

-De acuerdo. Lo prometo. Sois testigos. No lo atacaré, pero no me juramento a defenderlo.

-Me es suficiente- dijo García.

-A mí también- ratificó la reina.

-De todas formas deberías cuidarte de Nuno Mendes. Su ejército es casi tan poderoso como el tuyo- aconsejó Alfonso.

-También tú deberías tener más cuidado con tus nobles- le increpó la reina Sancha a Alfonso.

Aquello no se lo esperaba. Su madre le estaba aconsejando en el gobierno de su Reino, tratándole como si no supiera lo que debía hacer. Buscó una salida airosa.

-Madre. ¿No lo dirás por Ansúrez?- rió Alfonso.

-Tengo noticias de que algunos de tus nobles no son del todo fieles- dijo la reina Sancha -. Están pensando en aliarse con tu hermano Sancho para volver a reunificar el reino de León y de Castilla.

-No lo creo. No pueden hacerme esto- dijo Alfonso visiblemente nervioso.

-Pues es así. Díselo Fernando- invitó la reina al lugarteniente de Galicia a que hablara.

-Es verdad. Ya lo he comentado con el conde Ansúrez en alguna ocasión. Durante las investigaciones que hemos llevado a cabo para averiguar del robo de la corona, nos han confiado que algunos nobles tuyos piensan que sería mejor tener por único rey a Sancho.

-Pero eso no es cierto. No es así- cortó Alfonso.

-La verdad es que son rumores, pero el pensamiento es libre, y el de nuestros nobles se bambolea como las hojas del viento- afirmó Ansúrez-. Sin duda no son tiempos buenos para la lealtad.

-Por eso os he convocado, hijos míos. Si Sancho vuestro hermano pretende atacaros, sería preferible que estuvierais juntos. ¿No sería mejor firmar una alianza que pueda frenar a los castellanos más ambiciosos? Unir los reinos de León y Galicia podría frenar las apetencias de Sancho.

-No estoy de acuerdo, madre. No quiero oponerme a mi hermano Sancho vinculándome a García. Si Castilla nos respeta tendrá que ser por temor al reino de León- afirmó Alfonso.

-Nosotros no tenemos inconveniente en apoyar a León frente a Castilla, pero pedimos que haya también alguna contrapartida- dijo García.

-No necesitamos las migajas de vuestro ejército- respondió Alfonso.

-Quizás cambiemos de opinión en el futuro- inquirió Ansúrez buscando más inteligencia en el gobierno de Alfonso.

Bajó la mirada la reina Sancha, y se hizo un silencio entre los presentes. No iban a dar más pasos adelante.

-Madre, prometo estudiar el asunto y consultar a los míos antes de decidir nada. Pero creo que va a ser muy difícil que nos asociemos con Galicia para atacar Castilla.

-Te sería más cómodo asociarte a Castilla para saquear Galicia. ¿Verdad?- volvió a increparle García.

-Me sería más cómodo que no hubieras venido a mi Palacio a insultarme- contestó Alfonso.

-¡Callaos!- pidió la Reina, mientras se le humedecían los ojos.

Se hizo un silencio tenso que rompió Alfonso.

-Madre, te prometo no atacar nunca a Galicia. Es lo que puedo decir para tranquilizar vuestro ánimo.

-Lo mismo digo respecto de León.

-Al menos he conseguido que os hayáis prometido respeto y paz entre vuestros reinos. Es más de lo que podía haber soñado. Trataré de hablar cuanto antes con Sancho vuestro hermano. Me retiro a rezar por vosotros.

Salió la Reina mientras sus hijos volvían a cruzar sus ojos de reproche. Se levantaron y se despidieron cordialmente de la mujer. Alfonso dio por terminado el encuentro.

-Espero que volvamos a vernos. Quizás en alguna boda- murmuró García.

-Ya veremos- respondió Alfonso mientras abandonaba la estancia visiblemente molesto.