COMENTARIO DEL AUTOR

Siempre es agradable publicar un nuevo libro, incluso aunque sea de una condición menor, como es el caso. ¿Menor? Me cuenta un compañero de armas y letras que es una colección estupenda, que es magnífica, y que no es menor. Lo que yo llamo cuadernillos, él dice que son señores libros. Agradezco sus ánimos, claro que sí, y le concedo el beneficio de la duda al darme tan grata condición.

Es con lo que tenemos que lidiar, me siento pequeño ante los grandes, pero ciertamente, quizás sea más grande de lo que me pienso. Gracias, siempre gracias. Soy apenas lo que soy.

El caso es que este segundo libro de la colección “El placer de pensar” me ha tenido ocupado los últimos meses, casi desde septiembre hasta estas fechas tan próximas como son las de Navidad. Sin duda pertenece al otoño de 2021, y ahora, que ve la luz, me siento tan complacido como necesitado.

Complacido por el trabajo terminado, pues hubo semanas donde creía que no acabaría nunca; y necesitado, pues tengo urgencia por terminar otros proyectos que dejé a mitad, entre ellos una grata novela histórica ambientada en el siglo III que quería que viera la luz en este año, y que veo que tendré que dejar para el 2022. Bienvenida sea, si no se acaba el mundo antes.

DIÁLOGO DE CUATRO AMIGOS. Es, como su propio título indica, un intercambio de pareceres, que más que “diálogo” es “tertulia” o “coloquio”, pues a menudo, salen más de dos hablando y de charreta.

Sin embargo, y a pesar de la imprecisión, me gusta la palabra “diálogo”, pues me trae memoria de los “Diálogos” de Platón o de Séneca, donde hablaban siempre más de dos, y todos comentaban y platicaban junto al maestro Sócrates.

En este Diálogo —menos platónico que los de Platón, por no decir nada platónico— nuestro personaje principal, narrador en primera persona, está buscando la verdad que esconde la religión, la filosofía, la teología o la ciencia. Para ello tiene que preguntar, reunir e indagar junto a cuatro amigos, que representan y son arquetipo de tales saberes.

Son personajes inventados, de ficción todos ellos, pues no deseaba poner a Marx charlando con Hegel y con Nietzsche como escribí hace años en un guión cinematográfico con pretensiones de cortometraje.

Ahí queda lo escrito. Que disfruten los lectores y que juzguen si les apetece leer una obra que ha sido para mi entretenida y laboriosa.