Susurra paloma herida, bajo el alero de la tarde.
Sin resentimiento, ni odio.
Sin envidias, ni recelos.
Y te digo:
Que los ricos me caen bien, y me da igual que vivan mejor que yo,
porque son mi otro yo.
No los envidio.
Que no me molestan los adinerados, y me da igual si huyen lejos con un maletín,
Tampoco los envidio.
Que no odio a los machotes ni a las féminas, ni a los blancos ni a los negros,
Están igualmente heridos.
No recelo del distinto, aunque piense opuesto a mi.
No odio al rey, ni al príncipe, ni a la princesa,
aunque vayan desnudos o vestidos,
esclavos de su condición.
No les envidio,
tampoco les desprecio.
Sólo son hombres como yo.
Y si me preguntas por la justicia, te diré:
que te arrodilles ante Dios,
y ante cualquier hombre que lo represente.
Que son todos y ninguno.
Y que no envidies a los hombres con sus pecados,
recela mejor de los tuyos, que son como los míos.