
Me ha extrañado que nadie cuente la verdad en los telediarios y reportajes que se han hecho en este país sobre el NO final de la banda terrorista ETA.
Hace diez años que dejaron de asesinar, es verdad, pero no se cuenta que siguen vivos los asesinos, los verdugos y los pistoleros que formaron parte de aquella banda. También sigue vivo su espíritu, sus homenajes y su reconocimiento en privado y en público. Esto último cuando se les permite, que es a menudo si disimulan. Es decir, los asesinos son aplaudidos.
Lo cual me lleva a la misma conclusión: ETA no ha muerto.
Los asesinos de ETA siguen siendo héroes para una buena parte de la sociedad vasca. Y los letreros contra ETA no existen allí. Es la señal de que no fue derrotada. Más bien al contrario, en el País Vasco abundan los graffitis pidiendo libertad para los presos de la cárcel, rótulos que exigen el acercamiento de presos y banderas que muestran a Navarra anexionada y sometida. Igual que hace diez o quince o veinte años.
En las Vascongadas, los bares o “herricotabernas” siguen a rebosar de matones dispuestos a agredir al que se arrime con poco pedigrí vasco, véase un par de chavales en Alsasua, por ejemplo. Igual que hace diez o quince años. O veinte o treinta.
Allí sigue habiendo miedo a hablar. Sigue habiendo buenos y malos, y aunque he escuchado decir eso en boca de casi todos los entrevistados en televisión que hablaban de ETA, curiosamente, ningún periodista ni político ha deducido que ETA sigue viva.
ETA, por desgracia para la gente que vive allí, está latente, hasta que la despierte alguien con una buena arenga y unas cuantas armas. Los que ahora se congratulan y felicitan por haber derrotado a ETA, en realidad no han derrotado a nadie.
A ETA más bien la hemos agotado con el Estado de Derecho, y con una serie de leyes antiterroristas bastante eficaces que pusieron a sus organizaciones al borde de la bancarrota y la exclusión política. Pero esa batalla se quedó sin terminar. Por eso ahora duermen las pistolas. Sus defensores se han recuperado, y ahora vuelven a recibir dinero del Estado y toman decisiones que no pudieron tomar cuando estaban acorralados.
Los héroes, los verdaderos héroes de esta historia, fueron los concejales del PP y del PSOE, los guardias que fueron allí a jugarse la vida. Esos sí dieron su vida por la democracia. Por desgracia, han sido reducidos en el discurso político a ser meras víctimas. Se han convertido en los sufridores de un conflicto que en realidad fue una cacería, un genocidio y una matanza perpetrada por unos cobardes sin escrúpulos.
Esos vascos, los del PP, los del PSOE y los que pasaban por allí, entre los que incluyo a los que sin ser vascos murieron a tiros, o reventados por una bomba… esos son los únicos héroes de esta triste historia. Dieron su vida por la democracia y la libertad. Y deberíamos estarles muy agradecidos. Yo les estoy muy agradecido.
Cuando se reconozca a los héroes muertos, entonces ETA habrá caído definitivamente. Cuando las banderas en las fascistotabernas muestren el rostro de Miguel Ángel Blanco, y su asesino sea insultado por la calle cuando salga de prisión. Entonces sí, entonces habrá muerto ETA.
Pero eso todavía no ha sucedido. Al contrario.
Los hijos de ETA (los de Bildu) negocian con el gobierno, y están presentes en las instituciones del País Vasco. Igual que ayer. Negocian y consiguen lo que buscan: acercamiento de presos a cambio de votar los Presupuestos. Este año toca excarcelaciones de presos como moneda de cambio. Y se nota que les va bien.
No hay que olvidar que ETA nunca entregó sus armas, y que tan sólo hizo una pamema simbólica. Tampoco ETA ha esclarecido muchos de sus asesinatos. Ni tiene pensado hacerlo.
ETA, y sus correligionarios de Herri Batasuna, no sufrieron nunca un cordón sanitario en su patria, y tampoco fueron aislados en el resto del país. Cosa que sí han sufrido los demócratas en el País Vasco y ahora en Cataluña.
ETA y los suyos siempre han marcado la hoja de ruta de la política vasca, más o menos con permiso del PNV, que siempre ha mirado a otro lado, hasta que ya no pudo ponerse más de perfil. Mientras sonaban las bombas, los del PNV se tomaban cuatro zuritos en la plaza del pueblo. Ahora siguen haciéndolo.
Esta gente ahora marcan la hoja de ruta de un gobierno central que es singularmente débil. Y se aprovechan de su debilidad.
ETA es como el diablo, que gana puntos cuando la peña afirma que no existe.
Pero sí existe. No ha muerto.
La banda ETA no fue derrotada, más bien habría que decir que fue transformada, y que se cambió de chaqueta, al igual que lo hicieron muchos en la transición política. Ahora presumen de pacifistas, de ecologistas y de estar contra la violencia de género. Seguro que sí. Pero siguen amedrentando al que piensa distinto. Que sí, que mejor que no maten, claro, pero mejor todavía que no hubieran matado.
El comportamiento inmoral, además de ser malo, genera un mal que permanece. Es algo que no se puede olvidar. Se puede perdonar la inmoralidad cometida contra uno, pero no se puede borrar el daño causado. El daño está hecho, y el mal pervive en la sociedad vasca. El miedo a opinar sigue presente, y muchos andan con cuidado para no provocar a los que no tuvieron escrúpulos en señalar y en matar. Por eso ETA sigue viva.
ETA no está muerta, sobre todo si todavía queda alguien que decide unos Presupuestos Generales del Estado a cambio de seguir considerando como héroes a unos asesinos cobardes.
Porque eso sí, lo de ETA siempre fue el colmo de la cobardía y de la soberbia.