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LAS MIERDAS QUE LEEMOS Y SUS CONTENEDORES.

Twitter está que se sale de poesía, y es que últimamente se lleva mucho la frasecita chorras, la que se supone que hace estragos de inteligencia entre la población, y que es soltada enigmáticamente por un fulano conocido en su casa. Es como soltar citas clásicas de la antigüedad pero evacuada por gente que no se ha leído un libro en su vida. Cosas como: “el amor es el pozo de la vida”, “cuando llega la soledad no tengo más remedio que sumergirme en el mar”, y pasteladas por el estilo, que digo yo que están hechas por adolescentes mentales, de los que escriben con faltas de ortografía y presumen de una sensibilidad especial.

Pero enfín, no me voy a meter con ese nuevo foro de poesía, sino con la lectura de peso. El libro con mayúsculas, porque hoy los libros están minusculados por culpa de la invidencia en el sector editorial.

Estoy leyendo Ana Karenina, del ruso Toltoi. Es verdad que tal como están las cosas por Crimea, a algunos les parece un delito entregarse a la causa de los maestros rusos, pero es que la literatura no tiene fronteras tan angostas como las mentalidades y las ideologías de pose.

Estoy disfrutando leyéndolo, y lo hago en un formato perfecto: el libro de papel y tinta, con tapa dura, y magnífica traducción. Es de la editorial Aguilar y es el segundo tomo de las obras completas de Toltoi, comprada en un quiosco salmantino del barrio de Pizarrales hace no demasiados años. Su lectura es perfecta: se necesita sillón, taza de váter o silla, pero nunca defrauda. No entro en el romanticismo de pasar las páginas, sino en la literatura misma. Como viajo frecuentemente tengo el mismo libro en formato electrónico, un kindle, para más señas y dando publicidad gratis. Pero es una mierda con perdón para las mierdas. Los libros electrónicos están hechos para leer basura, y a los hechos me remito.

La traducción que tengo en el ebook es bastante penosa, se juntan capítulos, y de repente aparecen páginas con una palabra por renglón. Está bajado de una página barata, de los de euro y medio por libro, la misma que te advierten que tienen cookies (putas en inglés ¿?) para orientarte en tu compra y en tus gustos. Se jactan de que es más barato, de que así los pobres pueden acceder a la cultura, como si pudiéramos los pobres leer en esas condiciones. Yo creo que confunden el contenedor de plástico con el papel, la basura con el reciclado, y la mierda con el abono. Y además te lo quieren vender como que es el futuro. Y yo es que me cago en el futuro, porque siempre termina llegando.

Leer en formato electrónico es como ver telebasura y deportes por la tele, es una experiencia mundana y cutre que pocas veces te produce la satisfacción del libro (o campo de fútbol) de toda la vida. Se almacenan libros y libros, y más libros que nunca se van a leer, pero que se tienen porque son gratis. Y cuando un libro lo venden por dinero, no vale ni lo que pagas. Leer en formato electrónico está hecho para el metro, el autobús, que como estás ocioso y te aburre la radio, pues te entregas a la novelita de toda la vida, pero que parece que es la hostia.

No quiero ser injusto, pero el otro día intenté leer un libro que me regaló un señor murciano por internet. Gracias a Dios tengo muy buena idea de Murcia, porque al fin y al cabo un pedazo de mi vida pasa por Yecla, y a mucha honra; porque el libro era diarréico. Hay tanto cursillo de cómo escribir, que cualquier ignorante te hace un libro. Agrega intriga e inventiva teológica a lo Dan Brown, y a repartir mierda en lata. Cuando andan cavernícolas con el sexo, te escriben las Cincuenta sombras del Gay ese, y así andan, como Jackson Pollock, soltando pinceladas de caca por un lienzo arrugado.

Los libros que se publican, cada vez se parecen más a lo que nos hechan por televisión: programas y programas para entretener a las amas de casa (literatura femenina), cadenas de programación infantil (literatura infantil con historias sorprendentes), programas de chistes (esto en twitter hay mucho) y demás. Pasarse por una librería es como zapinear, carteles gigantescos ofreciéndote el último detritus de la temporada (las almudenas, pancoles, y juego de tronos crepusculares con ribetes de Pérez Reverte para que parezca esto algo serio y plural), y luego pequeñas joyas por las estanterías perdidas y descatalogadas. Para los primeros libros aconsejo descargarlos gratis de la red, para la bisutería recomiendo el papel.