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¿Un misógino racista llamado Sherlock Holmes?

 

Terminé la semana pasada de leer todas las obras completas de Arthur Conan Doyle dedicadas a su personaje Sherlock Holmes. Es decir, TODO el cuerpo holmesiano, ordenado cronológicamente desde que el detective era un chaval hasta que envejeció. He tardado unos meses, y he intercalado otras lecturas, pero ha valido la pena y he disfrutado como un marranillo suelto.

No tengo ninguna duda de que este personaje es el que dio de comer a Doyle, es el que más éxito tuvo, y si Conan Doyle hoy está en la historia de la literatura es gracias a Sherlock Holmes. Y eso no es poco.

También es de destacar que el escritor, harto de que Holmes fuera más importante que él, lo intentó matar en Suiza a manos de Moriarti, su enemigo de toda la vida. Pero para desgracia de Doyle, la avalancha indignada de lectores que escribió contra tal deceso, obligó al escritor a resucitar al personaje. Si quieres ganar dinero escribe lo que te da dinero. Esa fue la desgracia de Doyle: condenado a amar y a odiar a su personaje más famoso. Atrapado en su propia novela.

El Dr Watson, personaje decisivo, fue catapultado a la categoría de biógrafo. Pero también de ejemplo de narrador testigo que no es el protagonista. Es un detalle interesante. Salvo dos novelas que escribe Holmes en primera persona, una mejor que otra, y casi al final de su vida; hay que reconocer que el Dr. Watson hizo de narrador todo el tiempo de las hazañas e investigaciones del señor Holmes.

Watson y Holmes. Una parejita de la que se han dicho muchas cosas, aunque claro, sabiendo que Watson se casó cinco veces, me temo que no van por donde algunos sospechan. De hecho Holmes suele ser hiriente con Watson y lo desprecia por su torpeza en las investigaciones. Dudo de que haya una amistad sincera entre ellos, pues Holmes es un tipo imposible, un ególatra insoportable.

De lo que sí se ha hablado más es de la misoginia del Sr. Holmes. Y sí, no tengo dudas que era misógino (o él o su creador Doyle). Las mujeres que retrata Doyle o son desequilibradas, o dan grititos. Salvo algunas que parecen palos tiesos, y otras pocas, que son víctimas indirectas de los crímenes de sus prometidos, no hay una mujer (salvo una o dos excepciones) que valga la pena para Holmes.

También es peculiar el toque racista de nuestro investigador privado. Supongo que está inmerso en el racismo que caracterizaba a los londinenses de finales del siglo XIX principios del XX, y que tan extraño nos resulta en el mundo hispánico. Es llamativo ver que Holmes maneja los tópicos ingleses contra los españoles de una manera tan burda como elegante. Probablemente es más misántropo que racista. Un narcisista único e inteligente; un narcisista encantador, por otra parte; un fatuo engolado al mismo tiempo.

Holmes, en realidad, mira por encima del hombro a todo el mundo, excepto a los primeros ministros y gobernantes ingleses que le piden ayuda. Claro, como no querer a los que nos admiran y son poderosos. En resumen, un gran personaje. Un personaje tan bien construido que parece de verdad. Elemental, querido Watson. Elemental.