¡Socorro, auxilio! ¡Qué viene el puritanismo!

Tiempos recios, tiempos recios. Eso es lo que hay. No lo dijo Chesterton, pero como si lo dijera.

Desde que el hombre no es pecador, la gente afirma su perfección. Es la nueva religión, la de la modernidad. Perfectos y salvadores del mundo, gente mesiánica. Soy un salvador del mundo porque tengo las ideas adecuadas para salvarlo. Puedo liberar a la humanidad de los malvados machistas, materialistas, y demás pecadores de la pradera. Basta con apostar por lo políticamente correcto y lo socialmente avanzado, lo progre que se llama, para convertirme en un salvapatrias. El problema es que hay tantos salvadores del planeta que terminan por exigirse entre ellos coherencia, perfección. O sea. Estamos ante un nuevo puritanismo que genera una doble moral.

Decía Jesús en el evangelio que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Y claro, la gente hace méritos para poder apedrear a los malos de toda la vida. Porque el puritanismo divide la humanidad en buenos y malos. Sin matices ni nada.

Ahora la gente se siente más culpable que cuando se confesaban con cura. Entonces era sencillo. Reconocías tus pecados, y Dios te perdonaba reestableciendo la paz en tu alma. Te perdonabas a tí mismo, que era también importante. Nadie es perfecto y al asumirlo en humildad, Dios te ubicaba en el lugar de los pecadores perdonados que se reconocen como tales. Gracias. Señor.

Pero ahora no; y los psicólogos trabajan a destajo. Como no hay ni pecados, ni Dios, ni patria, ni fronteras, pues se han quedado sin los palos del sombrajo y les da la solana en la calva. Me explico, la tan fantástica liberación del hombre, y el no menos idealizado fin de la represión, ha aventado nuestras tormentas psicológicas y sociales. La gente se siente culpable y anda neurasténica buscando culpables a los que cargar con el muerto. Pero como no son perfectos, pues el muerto se queda siempre en casa.

Y así, la gente se siente culpable, unos mucho y otros poco, de no reciclar, de ser machistas encubiertos, de soltar frases sexistas, de no comer sano, de no hacer deporte, de usar bolsas de plástico en el super, de ir al trabajo en coche, o de ducharse con agua caliente que contamina el planeta más de dos minutos de reloj.

Por eso ser moderno y avanzado es una tarea titánica. Porque nunca eres lo suficientemente moderno y avanzado. Siempre estás como por detrás de lo que hay que ser, que es perfecto. La culpa es de Platón, que era un amargado y que lo idealizó todo. Pero eso tampoco arregla el problema. El resultado de este desajuste es que tenemos, o gente con mala conciencia que sufre su incoherencia, o gente que se enrabieta con el mundo de los que no piensan como él, y que termina pensando que hay que exterminar. O sufridor u odiador. Puritanismo, puritanismo.

Por eso la gente disimula y finge que somos lo que no somos y que estamos luchando a brazo partido por cambiar el mundo, cuando la realidad es que ni siquiera nos cambiamos a nosotros mismos. Y como hay que sobrevivir, pues encontramos la justificación como la principal herramienta psicológica que nos libera de los pecados. Compramos un día la leche en envase de vidrio y ya somos superbuenos, activista de los que se indignan y pegan por ahí.

La gente es así, pone unos cuantos «me gusta» por las redes, y ya tranquiliza la conciencia por una temporada. Contamos al mundo que estamos indignados, y al día siguiente ya está. Somos unos salvadores de película.

Y mucho peor lo tienen los activistas de cualquier causa contemporánea. Su sufrimiento se multiplica por mil, casi lo mismo que su incoherencia. Sufren hasta llorar sangre.

Los ecologistas, por ejemplo, sufren y lloran lágrimas cada vez que suben a un avión, o cogen un coche. Irían en bici de vacaciones con las maletas en el trasportín, pero claro, eso requiere muchos cursos de vida alternativa que no puede uno asumir. Pues en tren, venga, ale. Y resulta que el tren ecológico, el que va por energía solar tarda una semana en llegar a la costa. Pues casi mejor que no nos vamos de vacaciones… Y ahí los pillas un jueves de ordinario entrando en una hamburguesería a por carne de vacuno de esa que consume más litros de agua que cuando se bañan, y te cuentan que es por la niña, que le gustan los regalos kinder. Y sufren por no ser perfectos, y lo pasan mal. Y es que ser idealista es jodidísimo.

Tampoco ser materialista es mejor, aunque sí sea más Nietzscheano y dé menos problemas de culpabilidad. «Yo no reciclo porque no tengo hijos». Incontestable. Lo siento Fran, pero es que ni piensan en los sobrinos ni en los niños de los demás. Cochino mundo, sí, lleno de egoístas. Y que nos den morcillas a los idealistas.

En fin. El puritanismo hace que todo el mundo quiera ser perfecto y presuma de perfección, sin apreciar las carencias humanas, sin asumir el pecado estructural de la humanidad, sin aprender que el mal no es combatido con la fuerza de voluntad.

Para los cristianos la lección es muy clara. Somos pecadores y confiamos en Dios para que nos libere del mal y de la muerte, y del pecado. Es verdad que podemos hacer más y que podemos amar más, pero no somos dioses ni Mesías. Intentaremos hacer el bien asumiendo que cuando no lleguemos, Dios sí podrá. Es la esperanza, creer en lo que no se ve, aceptar que es posible el cambio del mundo pero no con nuestras solas fuerzas. Es un idealismo no puritano, bastante más liberador. Es cristianismo. Ni mejores ni peores que los demás, simplemente pecadores perdonados.

 

 

 

2 comentarios en “¡Socorro, auxilio! ¡Qué viene el puritanismo!

  1. José Cervera

    Me hace gracia cuando hablas del mecanismo de los puritanos compitiendo a ver quién es más puritano. Igual que los de izquierdas a ver quién es más de izquierdas, todos huyendo en desbandada de lo real (supongo que son dos caras de la misma moneda). Porque hasta que no se asume lo transitorio, fugaz, e inconstante del mundo (incluidos nosotros con nuestras flaquezas, como bien dices) no se atisba aunque sea un poquito, lo ‘realmente real’ en palabras de Halil Bárcena. Un señor sufí. Platón llevaba razón al pensar que lo real va más allá del devenir, pero se equivocó al colocar la realidad en un mundo totalmente separado de este porque Dios es simultaneidad y eternidad, nada puede quedar fuera de Él, sin que esto suponga caer en el panteísmo. Creo que lo ideal sería fusionar a Platón con Aristóteles, aunque eso supongo que lo hizo ya Plotino de alguna forma. Fin de la divagación. Un abrazo, Antonio.

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