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La inexistente lucha de clases.
Es una de esas falacias machacona que a fuerza de repetir los marxistas, posmarxistas y pseudomarxista se ha convertido en un latiguillo de historiadores y de intérpretes del pasado, de la sociedad y de la cosa nostra. No hay libro de historia que no interprete la Revolución Francesa como una lucha de clases con triunfo de la burguesía incluidda, igual que Marx; o que entiendan el devenir del capitalismo como una imposición de los ricos frente a los pobres. Otra mentira de la praxis ideológica de la izquierda.
Las gafas que visualizaban la historia como un enfrentamiento cruento entre opresores y oprimidos es mentirosa y limitada. En realidad la historia no tiene que ver con ninguna consigna previamente establecida. La historia no contiene reglas repetitivas, más que las que pueda albergar el corazón humano. Si hay gente con ansias de poder, pues habrá guerra y genocidios, si hay gente con estupendas ideologías, seguro que las quiere imponer a sangre y fuego; y si hay gente con ganas de vivir en paz, seguro que son engañados por los anteriores. Así que, tampoco nos volvamos locos. La gente es buena, hasta que deja de serlo; y mala, hasta que las leyes le hacen recapacitar. Lo de construir argumentos que justifiquen el odio al prójimo y oculten los deseos de venganza de unos psicópatas es el pan nuestro de cada día en la historia. Los libertadores casualmente siempre fueron grandes asesinos con mucha propaganda.
Tradicionalmente se estudia el Antiguo Régimen (concepto bastante ambiguo) como la sociedad de estamentos privilegiados y no privilegiados. También es falaz. Se ha sustituido la palabra “clase opresora” por “privilegiada”, y “no privilegiada” por “clase oprimida”. Es una entelequia con el mismo recorrido. Si tuviéramos que examinar qué es exactamente un privilegio, constataríamos que estos existen en todos los grupos sociales, en todos los estamentos, y según qué tipo.
Habitualmente los historiadores dicen que los estamentos privilegiados son aquellos que no pagan impuestos; y los no privilegiados como los que los pagan. La diferencia jurídica ya había sido practicamente abolida en el siglo XVIII, incluso antes. No hay leyes para ricos distintas de las leyes de los pobres. La igualdad ante la ley ya estaba vigente en la modernidad, y en España desde los Reyes Católicos como poco. Por eso los historiadores afectos se centran en señalar en las diferencias económicas de los estamentos, pero tampoco era una diferencia categórica.
Así por ejemplo, en el siglo XVII era más habitual que un hidalgo se muriera de hambre que un campesino; el primero no paga impuestos, pero no puede trabajar en determinados oficios de pecheros; el segundo sí paga impuestos, y no puede trabajar en los oficios funcionariales y de gobierno. Había más trabajo en el campo que en los ayuntamientos, lógicamente. ¿Quién era el privilegiado? ¿Quién era el rico? ¿Quién se moría de hambre? También había hidalgos con pasta y campesinos hambrientos, así que no era cuestión estamental.
Lo que sucedió en la Edad Moderna, es que la división estamental dejó de satisfacer a la gente, y fue progresivamente abandonada cuando se universalizaron los impuestos. En Estados Unidos no necesitaron una Revolución-masacre como en Europa; y en España, la gente dejó sus dobles apellidos de hidalguía cuando terminó la guerra peninsular o guerra de la independencia. Si se pagaba lo mismo, ¿para qué servía ser hidalgo? Y se disimulaba no serlo.
La división estamental no la defendieron ni los aristócratas, ni los hidalgos, ni el clero, ni los campesinos, ni los artesanos o productores. Era lo que había, y los conservadores que no le gustan los cambios lo rechazaban, Conservadores como los gremios, entre otros.
Nadie defendió una sociedad estamental en la Revolución Francesa, ni al principio ni al final. No fue una conquista de los luchadores (asesinos) de la libertad y la igualdad, sino un abandono generalizado de una sociedad consteñida que no se sentía a gusto con tales normas jurídicas, (que no las sociales). ¿Pagar impuestos para que el Rey continuara haciendo el capullo? La aristocracia se negó y el clero se alineó al resto para formar un sistema monárquico parlamentario que luego se cargaron los que tenían ansia de poder, los genocidas de turno. Los estamentos los defendieron los que deseaban que las cosas estuvieran tranquilas, que no hubiera cambios incontrolables. Por eso en la Vendée masacraron a la gente, ¿el primer genocidio de la historia? Seguro que hubo otro antes.
En la Revolución Francesa no hubo lucha de clases, sino lucha por el poder. El débil que ostentaba el poder (el Rey) lo perdió por no leer a Maquiavelo, y una minoría se enfrentó entre sí para disfrutarlo aunque fuera por unos breves años dando por saco al prójimo. Durante ese tiempo masacraron, exterminaron, robaron y despellejaron a los enemigos de la Revolución, que es tanto como decir los enemigos que uno elegía según le convenía. Por eso los poderosos de la Revolución se terminaron asesinando unos a otros. Olvidando los principios que habían firmado una hora antes.
Marx inventó lo de la lucha de clases para justificar su incomprensión de la dialéctica Hegeliana. Los pobres contra los ricos, los buenos contra los malos. Y él con los buenos, claro. De las clases medias ni palabra. Destruyó con su entelequia la fraternidad de la Revolución Francesa, que era el principio más claramente cristiano de la tríada liberté, egalité y fraternité; y estableció el odio al opresor (que en cada momento cambia, ahora son los machistas y los ricos) para darse el gustazo de tener entretenida a la gente con la lucha, es decir el asesinato justificado.
La lucha de clases es simplemente la justificación para exterminar al otro. Es el argumento de la izquierda radical para repartir lo de los demás (robar), o para luchar por sus ideales (o sea ejecutar y asesinar a los que piensan distinto), pero es inexistente. Los primeros exterminados por Lenin, por ejemplo, fueron los campesinos. Se supone que la clase oprimida por los zares. En realidad la lucha de clases fue el argumento para acabar con la democracia y el parlamento ruso en su momento.
Por eso, cuando veo que se sigue hablando de lucha de clases, de clases sociales, y veo a gente con mucho odio en el cuerpo haciendo declaraciones belicosas contra los ricos; me pregunto si no caminaremos hacia una nueva guerra, a un genocidio de los que creíamos superados en el pasado.
Mamá, soy un fascista.
Se ha puesto de moda en el debate político faltar al otro diciendo que es un fascista. Como si fuera un insulto (ale, ya salio el fascista este). El problema está en que nadie se escapa, y hasta la izquierda más radical recibe insultos de la izquierda más antifascista, que los tacha de ser todos unos fascistas. O sea, en realidad todos somos fascistas en diferente grado de la escala rijter. Menos el último descerebrado, el gran puro y casto antifascista, que considera a la humanidad en su conjunto una falange miliciana toda ella a su derecha. Será manco, claro, ya que él es el único antifascista de verdad, y los demás unos fascistas camuflados. Yo seguramente sea un fascista en grado 6 escala richter, pero los hay de grado 2 y de grado 9 dependiendo de si sacan la bandera española el día del fútbol, el día del Pilar o cualquier otro día. Desde luego, aquí hay tema para cortar, y mucho.
Al principio de los tiempos fascistas, los fascistas eran simplemente los italianos que seguían a un socialista reconvertido, cuyo nombre era Benito y cuyo apellido era Mussolini. Era el nacimiento de los movimientos totalitarios de nuevo cuño se caracterizaron por su socialismo totalitario reconvertido con una absolutización de la patria, la raza, la nación que es el pueblo y los milicianos con uniformes bonitos. En todo eso chocaban frontalmente con un enemigo artificial que se crearon, el comunismo y el marxismo de Stalin (que era su primo hermano); y con su enemigo natural que era la iglesia católica, siempre defensora de la prudencia, la mesura y el amor al prójimo. Pero como la iglesia no era suficiente enemigo natural, se buscaron el liberalismo y la democracia, que daba más juego, y que además tocaba poder.
Luego surgió el Nazismo, que era el fascismo en plan alemán. En lugar de Mussolini, tuvieron como dirigente a un tipo cetrino de brillante oratoria llamado Hitler. Y en lugar de amar lo suyo, se decidieron a quitarle al otro lo que tenía. Del amor a lo propio y del odio al prójimo debía haber un paso para esta gente. Y así, llámese judíos, gitanos, patria polaca o lo que fuera, se dedicaron a poner en marcha sus ideas machacando al resto. igual que Stalin, vaya.
Curiosamente, Franco nunca fue un fascista, sino un militar, que como todo el mundo sabe, siempre han sido muy admirados por los fascistas. Cuando llegó el momento la desenfundó, se cargó a la falange suplantándola (¡Franco el gran antifascista!) y los mezcló con los requetés, que eran los carlistas del siglo anterior. Para colmo, durante el franquismo, mandó gobernar a los liberales de la iglesia católica, o sea, a los tecnócratas con los pobres falangistas, que casi ya ni eran lo que había deseado ser. Sorpresaaaaa.
En nuestros tiempos, del fascismo no queda nada. Lo que hubo en Alemania lo barrió la guerra, y lo mismo pasó en Italia. Los movimientos de ultraderecha, en realidad no son más que gentes de ultraizquierda cabreada con los emigrantes y con sus ideas imposibles; los cuáles terminan, en un alarde de mosqueo y bronca, votando al primero que les prometa limpieza étnica por las calles, orden público y justicia social. Es el comunismo de Stalin pero con otro nombre. Fascista, eres un fascista. El liberalismo, que es la base de la democracia, es precisamente el grupo político más acusado de ser fascista y malo, cuando precisamente son los más antifascistas de libro. Para estos insultadores, genios de la propaganda, un fascista es un anticomunista, y un comunista un antifascista. Por eso, si no eres comunista, eres, por definición, un fascista. Así que… todos somos unos fascistas. Incluso muchos comunistas son fascistas como no se anden con ojo.
El epíteto se extiende como el aceite en la sartén, y cualquiera te puede llamar fascista por cosas tan nimias como discrepar de sus ideas. Si no te gusta la ideología de género (totalitaria al estilo Stalin) eres un fascista; si permites la libertad de expresión para todos, puedes ser tachado de fascista, si te gustan los toros eres un superfascista, y si no reciclas las toneladas de plástico que te venden los fascistas eres otro fascista. Si sacas la bandera de España eres un fascista, y no la sacas eres un fascista camuflado. Estamos perdidos, porque la definición de fascista es: tipo que discrepa de otro que se considera antifascista.
En Cataluña, ya lo ha dicho la tipa esa de las cavernas, todos somos fascistas por ver la televisión española y no la teuvetres. Es fascista el Rey Felipe VI, y son fascistas los polis (en realidad son trabajadores) y los guardias civiles (son militares), y hasta la poli regional la pone de fascista según el día.
Como decía Churchill, los fascistas del futuro se llamarán a sí mismos antifascistas. Pero claro, que se puede esperar de Churchill, que como todo el mundo sabe es uno de los fascistas más fascistas del fascismo.