100 millones de muertos en el libro «MEMORIA DEL COMUNISMO» de F. Jiménez Losantos

No suelo comentar ni reseñar ensayos ni libros técnicos en esta bitácora. No tengo costumbre, o mejor dicho no he tenido costumbre hasta el día de hoy.  Así que, sin más preámbulos, rompemos la tradición y apuntamos a uno de los hombres más odiados (por la izquierda, parte del centro y de la derecha españolas), de los más temidos (políticos y ganapanes de todo pelaje), y de los más amados (por librepensadores que es lo mismo que liberales): Federico Jiménez Losantos.

La ocasión, víspera del día del Trabajo, forma parte de esas casualidades que se producen en la vida. No lo he hecho a posta. Lo terminé de leer hace unas semanas, y después de dejarlo resposar levemente, me atrevo con él y con sus ideas. De entrada ya lo digo: el libro lo recomiendo a los de izquierdas que presumen de ser de izquierdas y que se sienten superiores moralmente por serlo. Os va a escocer, pero el vinagre siempre se agradece cuando se ha empachado con la grasa del cochinillo de la granja de Orwell. A los de derechas también les viene bien su lectura, es como terapia para acomplejados. El resto verá bien sintetizado lo que ha significado el comunismo en siglo y medio de discurso y revolución.

La obra es magnífica por su ambición, pero, en mi opinión, se queda corta ante la magnitud de los hechos históricos analizados. Realmente se necesitan varios tomos para exponer con detalle lo que Jiménez Losantos intenta en ochocientas y pico páginas (no tengo el libro delante porque se lo he prestado a mis padres). Se queda corto porque me hubiera gustado conocer con detalle las masacres de los Jemenes Rojos, los amiguetes de Pol Pot, por ejemplo, uno de los asuntos más inverosímiles de la historia del comunismo. Estos tipos se dedicaron a asesinar a los que tenían gafas por ser contrarios a la revolución. Veleidades de la izquierda para cambiar el mundo.

También me faltan explicaciones y comentarios sobre Corea del Norte, Angola o los Ceaucescu, entre otros. Reconozco que me hubiera agradado leer más de los Jacobinos y sus descerebradas pretensiones; pues son el germen del odio comunista de siglos posteriores.

El libro no encara estos problemas. Se centra y limita, creo que por falta de espacio y páginas, a analizar con bastante detalle la figura de Lenin, de Stalin, de la guerra civil española y sus personajes siniestros; del castrismo y sus víctimas; y finalmente de Pablo Iglesias y su ambición por destruir la democracia e instaurar un régimen de privación de libertades.

Escuchando al autor en internet – en las presentaciones del libro – tengo que decir que él mismo considera que es la obra de su vida, un gran ensayo producto de su persistente investigación sobre el fenómeno comunista y su impunidad ante el asesinato y la masacre. Su implacable maquinaria propagandística. Lo cual se ve perfectamente reflejado en sus páginas.

Jiménez Losantos pretende hacer memoria de las víctimas olvidadas, las que llegan a los 100 millones a lo largo del siglo XX. El libro es, por consiguiente, además de memoria, homenaje; y además de homenaje, llamada de atención a los lectores. El comunismo no está derrotado, y sigue siendo aplaudido a pesar de haber sido una ideología perniciosa para la vida de millones de personas, y para la libertad de muchos millones más. Una ideología que ha conducido al atraso, la pobreza y el hambre de sus supervivientes. Y a la tumba de los que no lograron superar el infierno.

Por desgracia, Federico Jiménes Losantos no se equivoca. Las maneras de este periodista, doctor en hispánicas, suelen ser abruptas y molestas para mucha gente. Es un periodista independiente, perseguido por la izquierda desde hace años y por la derecha acomplejada desde tiempos más recientes. En España, decir que escuchas a Jiménez Losantos y que te gusta su capacidad comunicativa es como lanzarte en brazos del oso. No voy a pedir perdón por ello, a mi me gusta. Y, por desgracia, Federico Jiménez Losantos suele tener razón. Donde otros sonríen y hacen chistes fáciles rezumando odio y soberbia, Federico habla sin tapujos y sin buenismo. Y también me hace reír. Discrepo a menudo, y me adhiero a sus ideas; como me sucede con muchos otros periodistas, escritores, filósofos… El libro es más grande que el personaje, lo cual es algo que honra sobremanera a Federico y a su deseo de comunicar la verdad.

El gran «pero» que tiene el libro, en mi opinión, es su redacción. En ocasiones me ha resultado apresurada su gramática, con poco estilo. Escribe mejor en el periódico. Los contenidos están bien investigados, la bibliografía es amplia, pero su estilismo (puntualmente) flojea más de lo que sería deseable. Tampoco creo que sea importante ni que enturbie el mensaje de MEMORIA DEL COMUNISMO. Da la sensación de que el material era muy abundante, pero su planificación para configurar un índice y meter la pluma ha sido más precipitado. No desmerece en exceso, pero se nota. O yo al menos, lector exigente, lo noto.

Para muchos de mis lectores y amigos, que conocen mis debilidades hacia la izquierda y el comunismo cuando era joven, no me queda sino echar mano del conocido refrán:

«Quien no es es de izquierdas cuando es joven es porque no tiene corazón; pero quien no es de derechas cuando llega a adulto, es porque no tiene cabeza».

Pues eso. Por suerte, ya no soy de izquierdas. Demasiadas víctimas, purgas, gulags, robos y asesinatos como para pensar que las ideas y los hombres cambian el mundo. Por desgracia, eso significa que no soy tan joven.

¿Mi credo? El mundo lo cambia Dios y el amor al prójimo. Que tampoco sus seguidores.

 

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