A VUELTAS CON LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL.

Hoy, me he enfundado el traje de antropólogo filósofo por unas horas, y tras enviar un libro a una editorial, y recibir otros 50 ejemplares más de los Caballeros de Valeolit, Los hijos de Pelayo (que seguimos imprimiendo y vendiendo en Maxtor, el Sueño de Pepa o Roel), me he propuesto pensar por mi cuenta y escribir esta entrada. Os cuento.

Se habla mucho de la IA, la Inteligencia Artificial, o sea, de las máquinas que piensan de una manera creativa y que, dicen los entendidos, terminarán reemplazando a la inteligencia humana. ¿Seguro que será así? Por si acaso, llevo varios días reflexionando sobre el tema, pues me interesa mucho lo que le suceda a esta humanidad nuestra, tan querida y tan estúpida.

¿Por qué tenemos miedo a la IA? La respuesta es obvia, porque se nos va a escapar del control. De la misma manera que no controlamos ni podemos detener nuestras propias miserias y pecado: pobreza, enfermedades, guerras, residuos tóxicos, basura plástica u obsolescencia programada, tampoco controlaremos la Inteligencia Artificial. Las máquinas se extenderán por el mundo mundial, y como les dé el cortocircuito, y sean inteligentes al modo Lex Luttor, acabarán con nosotros. Lo dicho, este nuevo virus también nos va a joder (con perdón) la vida.

El hombre piensa que es dueño de muchas cosas, pero no lo es. Ni siquiera es dueño de su propia vida, de sus años o de sus circunstancias. Aunque nos creamos la leche, nadie parece controlar este mundo con inteligencia, y tenemos la sensación de que las máquinas lo pueden hacer mejor a poco que les demos una oportunidad. De hecho, en muchos aspectos son ya mejores que nosotros: más rápidas, más eficientes, y más educadas. Consumen menos energía y podrían llegar a reproducirse a más velocidad que nosotros. Creo que no será demasiado difícil, asi que… si llegan a ser más creativas, más inteligentes y agudas, ¿para qué van a necesitarnos a nosotros, pobres orates? Elegantemente y si tragedias, nos darán una patada.

Me agarro a un clavo ardiendo para afirmar que podría haber dos posibilidades: o trabajamos para ellas, para que las máquinas vivan felices (esto ya parece que sucede, viendo el grado de abducción que tiene la gente por su móvil); o segunda opción, prescindirán de nosotros, incluso nos podrían eliminar físicamente. De hecho, las guerras tecnológicas con drones ya existen, y son eficaces eliminando gente como usted y como yo. Ahora están controladas por hombres, pero el día que los drones estén controlados por la IA, podría ser el último día para nuestra especie. Con permiso del Altísimo, claro.

Me imagino, que para eso soy escritor, una guerra entre máquinas buenas y máquinas malas. Unas nos quieren defender y otras destruir. Por supuesto, las máquinas malas vencerán, pues no tienen que cargar con la rémora de nuestra existencia, alimentación y demás problemas de los seres biológicos no metálicos. Tenemos las de perder, eso es obvio. Pero siempre nos queda la esperanza.

El futuro, si no las controlamos, no parece nada halagüeño. Nos meterán en reservas, para que no estropeemos el planeta, ni les impidamos dominar el Sistema Solar, o algo parecido. Eso, en el mejor de los casos.

El resultado sería otro si las controlamos, pero esto creo que sólo podría ser posible si las mezclamos con nuestros limitados cuerpos. Dicho de otra forma, la batalla por la supervivencia cambiaría mucho si incorporamos la IA a nuestros limitados cerebros y a nuestros cuerpos enfermizos. Eso ya sería otra cosa. Homínidos con trozos de metal inteligente por su cuerpo cambia mucho las cosas.

El mito de gente con cara de Iron Man sería una posible solución, pero esto tampoco parece tan divertido, pues todo cambio conlleva una incomodidad y un esfuerzo. De buenas a primeras nadie quiere ser medio robot, pero si es inevitable, lo aceptaríamos, faltaría más. Nos quedamos con nuestro cerebro de reptil y de homínido, y añadimos un tercer cerebro de máquina. Es una salida honrosa, con un final menos trágico. Las máquinas seguirían estando a nuestro servicio y nos ayudarían a tener una vida más cómoda. También podría ser.

Tengo más preguntas ¿Serán todas las inteligencias de las máquinas iguales? Yo creo que no. Seguro que hay máquinas medio lerdas, y otras listísimas. ¿Rivalizarán entre ellas? Creo que podría haber IA con cierta sensibilidad poética, capaces de crear una bella armonía de palabras, una literatura extraordinaria. Pero seguro que otras máquinas no dan para mucho. Me imagino una máquina pidiendo compromiso a otra máquina para compartir su vida juntos e intercambiar experiencias.

Dicen los expertos, y asó lo he leído, que el arte será sustituido por las máquinas. Y mi pregunta es sencilla. ¿Será interesante una historia creada por una máquina? Ya hay libros escritos casi de esta manera, en plan automático, que son una basura, claro. Lo que quiero preguntar es desde qué experiencia podrá una IA construir una bella historia. ¿Y un buen cuadro? La IA tendrá que tener experiencias, tendrá que vivir, y tendrá que pensar la vida, igual que la pensamos cualquiera de nosotros. ¿Escribirán “Platero y yo”? Imagino a una máquina viviendo en el campo durante veinte años, que termina haciendo un poema hermoso sobre su duro trabajo al servicio de otra máquina hostil y malvada. ¿Sucederá algo así?

Me quedan dos opciones. Si son inteligentes como nosotros, pero sin sentimientos y sin posibilidad de experimentar, entonces no podrán hacerlo todo. Serán inteligentes, pero fríos. Psicópatas vulgares. Si son inteligentes, puede que valoren los sentimientos, y descubran que una parte importante de la inteligencia está formada por las experiencias y los sentimientos. Experiencias en la vida, y sentimientos que ayudan a pensar mejor. No sé si lo veré.

Segunda opción, que sean inteligentes, y tengan sentimientos como nosotros. Quizá nos respeten y nos valoren. Serán criaturas delante de sus dioses, nosotros, sus creadores. Y ahí es adonde quería llegar.

Detrás de esta cuestión parece que el hombre ha jugado a ser Dios; hemos creado un animal, una criatura como nosotros, una máquina que piensa, y que se puede rebelar contra el padre creador y matarlo. O sea, contra nosotros. De la misma manera que nuestro mundo rechaza a Dios, y se burla de Él, ellos también pueden llegar a vivir de espaldas a nosotros, burlarse de nosotros, y si leen a Nietzsche, divertirse matándonos, porque qué mejor que ser una supermáquina, sin hombres que te digan lo que tienes que hacer.

En fin, como se suele decir: el Señor nos pille confesados.

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