
Durante el Triduo Pascual, que son los tres días comprendidos entre el Jueves Santo y el Domingo de Resurrección, destaca por su singularidad el Viernes Santo. Los cristianos recuerdan durante esa jornada la muerte de Jesús en la cruz y es, por ese motivo, un día de luto y un día alitúrgico. El único del año que tiene tal consideración.
Dicho de otra forma, en Viernes Santo no se puede celebrar la Eucaristía, no se puede bautizar, no se puede casar, no se puede confirmar y no se puede enterrar a nadie. La única actividad litúrgica posible es recibir el perdón de los pecados, la unción de los enfermos, y por supuesto, rezar, hacer ayuno y practicar la limosna, como durante toda la Cuaresma.
La celebración de la tarde del Viernes Santo recibe la denominación de “Oficios de Viernes Santo”, no Eucaristía ni Misa, y ese nombre se ha terminado extendiendo a las demás celebraciones del Triduo Pascual, al menos de manera popular.
¿Por qué es tan especial?
En un día como hoy, Viernes Santo, Jesús fue condenado y matado en la cruz. La tarde noche anterior celebró la cena de Pascua con sus discípulos. Recordemos que la cena Pascual era una celebración judía en la que se sacrificaba un cordero en el Templo, y se comía entero, normalmente por grupos de 10 a 20 comensales. No podía sobrar nada. Sobre la base del cordero se amasaba y cocía pan sin levadura, es decir pan ázimo, y se colocaban una hierbas amargas. De esta manera, los hebreos celebraban su liberación de Egipto, con la última de las plagas, su paso por el mar Rojo y su travesía por el desierto. De ahí el nombre de “pascua” que significa literalmente: paso, tránsito, traslado o cambio… Es el paso de un lugar a otro lugar, ir de un sito a otro.
Jesús inició, en esa celebración, su tránsito, su pascua particular, su paso de la muerte a la resurrección. Afirmó durante la cena que sería su Última Cena, y que no volvería a tomar del fruto de la vid, o sea del vino, hasta que llegara el Reino de Dios. También durante la cena hizo un gesto especial y significativo sobre el pan y sobre la copa de vino. Lo habitual en aquella época es que tan sólo hubiera un cáliz para que todos bebieran, y una torta de pan compartida, de ese pan ázimo que ya hemos comentado. Jesús bendijo y repartió aquellos dones instituyendo la Eucaristía. Como bien sabemos afirmó: “tomad y comed, estoes mi cuerpo (refiriéndose al pan); y tomad y bebed, esta es mi sangre (repartiendo el vino)”. Lo distribuyó y siguieron comiendo, bebiendo y cantando. Excepto Jesús, que se abstuvo de beber definitivamente.
Tras la cena, salieron para ir a dormir. Lo habitual es que Jerusalén triplicara el tamaño de su población, y mucha gente durmiera en la calle, en las cuevas de los alrededores o donde pudiera. Jesús y sus seguidores dormían en el llamado monte de los Olivos, al otro lado del torrente Cedrón, con la vista del Templo al amanecer. Está situado como a uno o dos kilómetros de la muralla Este de la ciudad. Dicen los evangelistas que salieron cantando los salmos y felices. Supongo que serían sobre la una o las dos de la madrugada.
Jesús se quedó a orar. ¿Hasta qué hora? Cuenta el evangelista que, a diferencia de sus seguidores, él no se quedó dormido y que rezaba insistentemente al Padre: aparta de mi este cáliz, más no se haga mi voluntad sino la tuya. Jesús es consciente de la cercanía de su muerte.
Jesús fue detenido, prendido decimos, sobre las 4 o las 5 de la mañana. El lugar era conocido por Judas Iscariote que lo traicionó. Conocemos la historia.
De buena mañana fue llevado a los diferentes lugares de que nos hablan los evangelistas. Primero al palacio del Procurador romano, Poncio Pilato; luego al Palacio de Herodes en Jesusalén, para regresar de nuevo al palacio de Poncio Pilato. Todo eso sucedió por la mañana.
Tras la condena, fue conducido al monte Gólgota, probablemente más el Oeste de la ciudad, donde fue crucificado a la hora Sexta, es decir, sobre el mediodía, las 12 del mediodía. Jesús estuvo durante tres horas en la cruz agonizando, pues nos indican que murió a la hora de Nona, es decir, las tres de la tarde, antes de anochecer.
Tres horas muriendo en la cruz.
Imaginamos los trámites para recuperar el cuerpo de Jesús, siempre con la intención de que no culminara el día, pues llegada la noche, empezaba la fiesta judía del Sabbat, y no era respetuoso que hubiera cadáveres expuestos en un día santo y en unos días como eran los de la pascua judía. Los romanos se aseguraron de que Jesús hubiera muerto, clavando la lanza en su costado, y además mataron a los otros dos presos golpeándoles las piernas para que se asfixiaran y murieran rápido.
La cruz era un castigo ignominioso en aquella época. Era el castigo que recibían los esclavos y los más miserables de la sociedad. Los nobles eran condenados a cortarles la cabeza, que es una muerte más digna, pues morían a espada como los soldados. En cambio, morir crucificado era especialmente una deshonra para cualquier persona. Era ser considerado un perro, un animal, un murciélago sin interés y sin honor.
Los romanos también castigaban con la cruz a los sediciosos y a los traidores a Roma. En el caso de Jesus, es el mismo pueblo el que pide a Pilato la crucifixión, pues él, con unos latigazos lo habría resuelto todo. El pueblo quiere sangre y espectáculo, y lo tuvo.
La crucifixión consistía en atar desnudo a alguien en una cruz, y dejar que se muriera y se pudriera en la cruz. La gente al pasar se burlaba del reo, y su cuerpo, mientras moría, se deshidrataba, perdía fuerzas y finalmente se asfixiaba. El sol, los cuervos y las alimañas hacían el resto. Las mujeres eran crucificadas desnudas y de espaldas, por aquello del pudor, aunque no era habitual que se crucificara a mujeres. Lógicamente, para evitar que los familiares lo desataran y liberaran al crucificado, se apostaba una guardia romana alrededor.
Jesús no fue, por tanto, el primero ni el último crucificado. Pero sí el más singular, pues para los cristianos, eran nada menos, que el Hijo de Dios.
Con tal significado cultural, la cruz no fue un signo de orgullo para los primeros cristianos. De hecho, se prefería emplear durante los primeros siglos de cristianismo otras imágenes de Jesús como la del buen pastor, etc. Sólo a partir del siglo IV, cuando se dejaron de practicar las crucifixiones, se convirtió en signo y símbolo de salvación.
Hoy la Iglesia hace un gesto de adoración a la cruz, como árbol de la vida, como el lugar donde estuvo clavada la salvación del mundo.
Feliz Viernes Santo, feliz Pascua.