VIERNES DE DOLORES

El viernes anterior al Viernes Santo, se denomina popularmente Viernes de Dolores. Es un anticipo y un recordatorio de que el Triduo Pascual, el paso de la muerte a la resurrección está cerca. En tan sólo una semana estaremos inmersos en la adoración de la cruz, metidos de lleno en el dolor humano y divino de aquel que nos redimió por nuestros pecados. Murió por nosotros, y esa es una verdad que abrazamos los cristianos de todo el planeta.

El dolor humano es evidente. Jesús es un hombre, igual que nosotros. Llora, ríe, bromea, saluda, abraza, besa, come, reza y sufre. Su misión está terminando y no puede hacerlo más que con un fracaso rotundo y sonoro. La muerte en la cruz era una muerte ignominiosa, especialmente vejatoria y deshonesta para el que la padecía. Se ataba y colgaba al reo en un palo y se le dejaba morir lentamente, mientras era exhibido para jolgorio del pueblo. Morían desnudos, y eran motivo de escarnio, burla y acoso por parte de la prebe, que de esta manera se congratulaba de lo buenos que eran. Era escarmiento para los sediciosos y para los que atentaban contra Roma. En este caso, Jesús de Nazaret era un problema para los romanos, pues se decía Rey de Israel, Ungido de Yahvé, como lo fue David o Salomón.

El sufrimiento de Jesús, desde el punto de vista humano, siempre lo hemos centrado en los clavos, las llagas, la flagelación, la corona de espinas, etc. Es decir, en lo físico. Y es verdadero ese dolor. Sin embargo, Jesús de Nazaret también padeció lo psíquico, es decir, sufrió el rechazo del pueblo desde su predicación y la soledad por el miedo de sus seguidores más directos.

Todos lo abandonaron, y ese abandono no sólo se fue produjo tras ser arrestado. Jesús es consciente de que su mensaje no está calando en la población. ¿También vosotros queréis marcharos? Preguntó en una ocasión a sus discípulos. Ese interrogante, “¿también vosotros queréis marcharos?”, siempre ha resonado con fuerza en mi interior. Es una frase directa que nos hace Jesús, y es que seguir es complicado, y las tentaciones de este mundo están siempre rondando al creyente. Hay un cambio en Jesús durante su predicación, y es que decide subir a Jerusalén para resolver la ecuación de su misión. ¿Por qué no cambia este pueblo? ¿Por qué no me entiende?

Jesús se quedó sólo en la cruz. Los evangelios nos ofrecen a María y al Discípulo Amado al pie de la cruz, en una imagen consoladora para nosotros y para Él. Forman lo que llamamos el calvario: Dios en la cruz, más su madre y un joven discípulo. Son la imagen eterna de la Iglesia perseguida: la víctima vuelta hacia Dios, la pureza representada en María, y alguien que toma el relevo. El discípulo amado representa a la Iglesia, la que toma el testigo, que eso significa martirio. Esa Iglesia es la que sigue a Jesús de verdad, por eso el Discípulo Amado está dispuesto a morir por el Señor si es necesario.

Sólo la frase de Jesús: “Hijo ahí tienes a tu Madre, Madre ahí tienes a tu Hijo”, muestra que la misión de Jesus es comprendida y completada por entero en la cruz. Sin disminuir el dolor, el consuelo para Jesús fue el comprender que estaba en manos de Dios, y que todo estaba cumplido. En tus manos encomiendo mi espíritu.

El sufrimiento de Jesús, desde el punto de vista divino, se percibe en las palabras que Jesús ha ido proclamando a lo largo del camino que condujo al Gólgota desde que inició su vida pública. Hay más alegría en el cielo por una conversión… si el grano de trigo no muere… vete en paz, tus pecados son perdonados. Dios se había encarnado para perdonarnos, no para condenarnos. Dios se alegra con nuestro acercamiento, y se entristece con el alejamiento. No son palabras huecas, y es que los cristianos tenemos siempre la tentación de pensar que Dios, en su omnisciencia, ni siente ni padece con nuestros asuntos mundanos. Recordemos: Dios se hizo mundano en Jesús.

¿Acaso no agradó al Padre que su Hijo obedeciera hasta la muerte en la cruz? El sufrimiento de uno, trajo la redención a la humanidad. Dios sufre por la muerte de un justo, y ese justo es su propio hijo, su Unigénito. ¿Cómo puede el hombre traicionar tanto a Dios? ¿Cómo es posible una humanidad tan pecadora, que rechaza incluso a su propio Hijo? Ese es el dolor de Dios. ¿Y la alegría de Dios? La conversión de cada uno de nosotros.

El dolor de Cristo en la cruz, y en la soledad, sólo tiene sentido en el Amor. Jesús nos muestra que está dispuesto a obedecer al Padre, incluso hasta la muerte. El dolor de Dios por la maldad del hombre se transforma en alegría por los frutos de conversión que produce la cruz. Cruz y amor son las dos caras de la misma moneda, una moneda que nos ofrece Dios.

El símbolo de la cruz como lugar de vergüenza, es ahora símbolo de amor. Con este signo vencerás, escuchó el emperador Constantino antes de convertirse… Imagen, que por cierto, está en la fachada de la Iglesia de la Vera Cruz en Valladolid.

La muerte, lugar de cadalso y de muerte, es ahora monumento para la vida. Feliz culpa que mereció tal redención, canta la Iglesia en coro en la Vigilia Pascual del próximo sábado, Sábado Santo.

Hoy es Viernes de Dolores, preludio del Viernes Santo. Recordamos el fracaso de Dios en nosotros, y de cómo los planes de Dios no son nuestros planes.

Feliz Semana Santa, Felices Días.

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