Los pasos deseados del escritor.

En estos días en que se celebra el centenario del nacimiento del escritor Miguel Delibes, vecino y paisano de Valladolid, he disfrutado de una entrevista que le hicieron hace unos años en un reportaje amable con su persona y sus letras, un documento que han repuesto en televisión y que siempre es de agradecer.

Le preguntaban a Delibes por el premio Nobel, y el bueno de D. Miguel decía que mejor que se lo hubieran dado a Cela, que a Camilo José Cela, amigo suyo, probablemente le hacía más ilusión que a él. Y que seguramente ya no le tocaría. También hablaba del sueño frustrado y conseguido de ser académico de la RAE, pues para cualquier escritor es un sueño ser Académico; y una tragedia, pues cuando recogió palabras del campo para que fueran editadas por la RAE, o algo parecido, vio que no le hicieron ni puñetero caso. Que eran términos muertos y anticuados, y que no interesaban. Hablaba también del premio Cervantes, de la alegría y la espera que hizo del mismo.

La conclusión que saco es que todos los escritores, incluso los más encumbrados, tienen sueños que nunca se cumplen en el ámbito de las letras. Lo cual hace que los escritores de menos aplauso -como un servidor-, puedan disfrutar con los pequeños sueños que sí ven realizados.

Estos deseos ni siquiera están en escalera ascendente, pues los nuevos tiempos alteran todo que es una barbaridad. No obstante, he intentado dirigir mis ideas y ordenar los sueños en una clasificación que seguro que no tiene parangón en el mundo.

  1. Deseo un premio, aunque sea pequeñito y vinculado al colegio. Es lo más básico. Sobre todo para los escolares. Luego están los «cazapremios», que ganan un sobresueldo y viven de obtener premios menores y mayores.
  2. Deseo de ver publicada tu obra. Es el primer sueño y el más elemental. Hoy día, gracias al mundo digital, y al abaratamiento de costes, es posible autopublicar, que no significa que te lea nadie, pero se puede hacer. incluso vender algo.
  3. Deseo de ver publicada tu obra por una editorial. Es un paso más. Que otro apueste y arriesgue por tu novelucha. Ahora la carrera estará en conseguir lectores, que es lo más complicado, salvo que inviertan en publicidad, que es más extraño. Cuantos más lectores más satisfecho estará el escritor, pero la verdad es que con unos pocos, uno ya está bastante contento.
  4. Deseo de un premio de reconocido prestigio, aunque no de dinero. Es el Nadal de antes, de cuando los premios de prestigio los recibían autores desconocidos y no estaban en nómina de ninguna editorial pujante. Ahora los suelen recibir escritores vinculados a editoriales más potentes, y dejan fuera a los picaflores de turno. El camino se cierra, salvo que hagas amistades influyentes en el gremio y sueltes dinero por cursillos para aprender a escribir.
  5. Deseo de ver publicada tu obra por una editorial fuerte y potente. Es el siguiente paso, ver que tu libro está en todas las librerías de tu país, que es un best seller, aunque a ti te parezca un bodrio. Está muy bien porque vendes el libro, porque forma parte de tu trabajo de escritor. Saludas a la gente, y aguantas chorreos de maleducados de cuando en cuando. ¿Entra en el sueldo? Es el precio de la fama. Esto incluso se puede hoy conseguir por internet, sin necesidad de editoriales sólidas. Y es que el mundo cambia.
  6. Cuando ya ganas algo de pasta, entonces deseas un premio suculento con más pasta. El Planeta, por ejemplo, que siempre le cae a gente que no necesita presentación. Le dan al premio a caballo ganador, casi siempre de la marca editorial y de los agentes de la marca, y por eso gana, ¡qué casualidad! Muchos premios son así, me atrevo a decir que la mayoría hoy, son de editoriales que los conceden a sus propios recomendados. Oposiciones para consolidar empleo que se llama. Cuanto más pasta dé el premio, más recomendación y más alto has llegado. Otra cosa es que estés satisfecho, y siempre se quiere más. También he conocido escritores que echan de menos escribir lo que les apetezca (y no lo que les diga su agente editor y su editorial de postín), pero esa es otra historia.
  7. El siguiente paso puede ser el deseo de ver traducida tu obra a otros idiomas y que se venda en inglés, en francés y en otros idiomas. Como que estamos en el salto a lo internacional que siempre gusta y agrada. No eres un producto local o nacional, hecho para el consumo patrio, sino que parece que vales más, y que incluso alguien de otra esfera cultural es capaz de leerte y disfrutarte. Eso mola, claro que sí.
  8. Llamo la atención sobre este momento. En algún momento hay un deseo de ver que tu novela, además de venderse, se lea. Es como una retorno a la base. La gente compra mi libro, me conoce, soy famoso y gano pasta; pero no me lee. El libro se convierte en un regalo que se almacena en la estantería, y eso supongo que es duro. Le sucede a cualquiera, pero cuanto más alto llegas, más te caes cuando te encuentras con alguien que valora mucho tu obra, pero que no te ha leído. Pues eso.
  9. Conseguir el reconocimiento de los más posibles. Aquí está el deseo y el sueño de formar parte de la RAE es lo propio. Si eres académico es porque te lo has merecido, porque ofreces algo a las letras que nadie ha ofrecido y que es valioso, incluso para los más expertos en la lengua. Este me haría ilusión a mi, pero reconozco que a algunos escritores esto no les seduce lo más mínimo, y que prefieren su best seller a su letra mayúscula o minúscula cincelada en su asiento académico. Es verdad que te tienen que proponer dos miembros de la RAE y defender tu obra, y hacer un discurso. No es tan fácil, incluso aunque seas bueno.
  10. El premio Cervantes. Si eres escritor en lengua castellana esto es lo más. Eres un grande de las letras de tu país, y me imagino que será parecido a conseguir el Goncourt en Francia o lo que sea en otros países. Como que mola, y sobre todo que puedes soltar un discurso estupendo, pensado y bello. Lo mismo que en la Academia, pero sin reuniones los jueves y sin soldada simbólica que da para dos cafés y medio. El Cervantes es un premio de prestigio que te permite largar lo que quieras durante los meses de gloria que te toque. El tema es que tu momento de gloria siempre es efímero.
  11. El premio Nobel.  Para algunos escritores es el sueño del fin del mundo. El que pone fin a todos los deseos y ambiciones. El problema es que, si uno examina a los premiados en su historia, detecta que hay -por ejemplo y sin tocar las narices-, un exceso de autores escandinavos y una ausencia alarmante de hispanos. Bueno, como que tiene algo de premio nacional e internacional a la vez. Ahí lo dejo.

En resumen. A un escritor le agrada que le reconozcan que lo que ha escrito es algo bueno. Me ha gustado, te cuentan, y eso es suficiente. Tales palabras se reciben tanto con cinco millones de lectores como con medio centenar. Tener más o menos lectores es una cuestión de mercadotecnia y de vender el producto. Es un problema de la editorial, que es el que gana o pierde dinero. El escritor sobrevive, a veces incluso vive, y casi siempre goza de otro oficio más estable. Eso sí, siempre gusta escribir, y que alguien te lea. Eso si que es una meta, escribir y saber que lo haces bien.

 

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