El pasado septiembre cumplí 20 años dedicado a la profesión de docente, profesor, maestro y educador en Secundaria. Por mis manos han pasado cientos de alumnos. Sé que en muchos he dejado huella, y en otros no tanto. No son pocos los que me recuerdan cuando me los encuentro, y son bastantes los que me siguen por las redes sociales. Aprender de ellos es la mejor experiencia que uno puede tener, y enseñarles cosas que no estaban en los libros la mejor recompensa.
Quizás por ello me atrevo a dar unos consejos a los padres. Consejos que también me doy a mi mismo, pues educar en casa y en el aula forman parte de un mismo proceso de trasmisión de valores, saberes, emociones y energías. Los mejores educadores suelen ser los que no hacen gala de ello, ni ruido. Y sin embargo se les sigue recordando indefectiblemente durante toda la vida. Se parecen mucho al abuelo de la familia, que desde un rincón hace presencia y da ejemplo de vida. A una madre que abnegada y en el día a día consigue que el chico salga adelante.
Mi primer consejo para educar bien es dedicarle TIEMPO a la tarea de educar. Educar es costoso. Educar requiere tiempo y esfuerzo. Sé que es más fácil encender la tele para no oír al nene, y que es más sencillo darles una tablet para que se entretengan sin que nos molesten cuando son ruidosos y pequeños, y se aburren. Todos lo hemos hecho. Pero estoy seguro de que eso no es educar. Educar requiere esfuerzo y tiempo. Un tiempo dedicado a estar jugando, haciendo los deberes, viendo juntos una película, viendo un museo, viajando y hablando es educar. Comer juntos es más educativo que no verlos en todo el día. Los niños son pesaditos, y los adolescentes puede que más. Pero estar con ellos compartiendo algo más que el techo es un principio educativo. Los padres que están todo el día trabajando sin ver a los hijos, no los educan.
Es más, y añado un último apunte, cuanto más tiempo les dediquemos de pequeños, más SEGURIDAD adquirirán y más autoestima natural tendrán de mayores. Los niños que se educan solos, están llenos de inseguridades y de complejos, son egoístas y supervivientes. No se amoldan al cariño que les ofrecen y son incapaces de ofrecer cosas buenas. «Te he hecho la cama porque tú me has ayudado a vestirme», me dijo el otro día la pequeña de forma natural cuando ví que lo había intentado. Se atreve a hacer algo bueno, y lo hace porque te quiere, porque te ve apurado. Porque se siente segura contigo.
Tampoco el tiempo compartido puede hacerse de cualquier manera. Educar consiste en ser un EJEMPLO para ellos. No se puede exigir a los chicos que lean, cuando no le ven a uno leer nunca. No podemos decirles que hagan deporte, si no nos movemos de casa. No les podemos pedir que estudien, cuando no tenemos ningún interés por aprender, ni por saber nada, ni por otra cosa que no sea el partido del domingo y envejecer con una birra en la mano. Este problema antes no se daba, pero es evidente que no tienen los jóvenes, ni los niños, buenos ejemplos, educativos ejemplos en los padres. Lo que ven en casa lo aprenden, lo toman como un modelo. Si los padres son adictos al móvil, es ilusorio que los hijos sean amantes de la lectura. No nos engañemos.
El debate sobre qué debe ser ejemplo, y qué no, dependerá de cada familia y del conjunto de valores que uno quiera trasmitir a sus hijos. Pero no hay que olvidar que si uno es egoísta con sus hijos, ellos lo terminarán siendo con los padres. A la larga tenemos las de perder. O las de ganar. Lógicamente, yo me muevo bajo el aroma de unos VALORES basados en el humanismo cristiano, pero esos valores secularizados también son válidos para todos: amor, perdón, respeto, reconocimiento, bondad, solidaridad, misercordia, escucha, observación, reflexión, servicio, esfuerzo, libertad, alegría, sensibilidad,… Educar consiste en trasmitir esos valores de una forma u otra. Hacer que sean algo más que buenas personas. Que sean ejemplares también para cuando tengan hijos.
El tercer consejo que puedo dar es que es imprescindible PONER LÍMITES y mantenerlos. No es necesario tener cientos de miles de normas. Ellos saben perfectamente lo que está bien y lo que está mal. Pero deben sabe que cuando hacen algo mal hay CONSECUENCIAS. Educar en responsabilidad consiste en dejar que cuando abusan de la libertad que se les ha concedido, respondan de la consecuencias, sean buenas o malas.
Si han aprovechado su libertad, y han actuado bien hay que reforzar ese comportamiento de manera que a ellos les mejore la autoestima y la seguridad. Creer en uno mismo es la primera tarea que debemos hacer los educadores, padres y profesores. Si por el contrario, su comportamiento ha sido errático y equivocado hay que hacerles ver el error, y en todo caso, independientemente de su interés por asumir las consecuencias, mostrarles las consecuencias.
Finalmente no hay que perder de vista que los padres son la AUTORIDAD, y la autoridad y el mando se debe ejercer con firmeza y con cariño. Sin doblegarse a las presiones, y sin machacar al contrario. Es así simplemente porque «soy tu padre y esto se hace así por decisión mía». Sin ceder. Las casas donde los que mandan y se hace lo que quieren los hijos, son simplemente casas con niños maleducados. Es mejor estar colorado una vez que ciento amarillo. Educar supone aguantar el berrinche alguna vez. Si se cede al berrinche y a los caprichos del pequeño (o el adolescente) entonces ten la seguridad de que será maś cansado ejercer el mando la próxima vez.
Finalmente, educar implica MOSTRAR EL CAMINO, no recorrerlo por ellos. La vida de cada uno es de cada uno. Aunque se sea muy pequeño, nuestros hijos no son nuestros. Los educamos y les robamos la libertad mientras son pequeños, pero según crecen debemos aceptar sus decisiones, ayudarles a tomarlas responsablemente, empujarles a la vida sin miedo. Nuestros hijos son de DIOS, de la sociedad, de todos. Mostrar el camino supone decir que no muchas veces, para que luego sepan decir que sí cuando no estemos a su lado. Si les allanamos todos los obstáculos, les haremos blandos e incapaces. Es mejor que sepan superarlos por sí mismos.