¿Por qué se está haciendo odioso el feminismo?

El mérito no es mío, el chiste circula por la red, éste y cientos más. Por cierto, procede de una tal «monicarogo» en twitter, y como es mujer, no es sospechosa. ¿Hay tías que no piensan como las feministas? Bastantes más de lo que parece. Y es que, en este mundo terrible, hasta las mujeres están hasta las narices de las feministas, feminazis y femiplastas, y no me extraña, porque hacen méritos para que la gente les tenga manía.

Las feministas son como un latiguillo que suena permanentemente, una propaganda pesada y cruel que limita los derechos y libertades fundamentales conseguidos en la historia. Reducen y limitan la libertad de expresión, anulan la presunción de inocencia de los varones heterosexuales (la mitad de la población que se dice pronto), y dificultan la igualdad de hombres y mujeres. En realidad no protegen mejor a las mujeres de la violencia, sino que nos distraen con sus juegos ideológicos para seguir chupando del bote y viviendo del cuento del «rollo de ser mujer».

Observatorios, delegaciones de la mujer, secretariados para la mujer,… hay cientos de organismos institucionales que cuestan mucho dinero y que no han logrado mejorar las cosas para las mujeres. Al contrario, yo creo que las están perjudicando gravemente en sus aspiraciones sociales y culturales, que son tantas como las que tiene el resto de la sociedad. Ni han roto el techo de cristal, ni han reducido la violencia doméstica, ni han equiparado salarios, ni concilian la vida familiar y laboral de las familias. El modelo de mujer al que aspiran y se empeñan en imponer, es una mujer que tiene que renunciar a los hijos, tiene que empoderarse (hacerse con el poder político, social y cultural), y tienen que enfrentarse con tolerancia cero y continuamente a los opresores varones. Porque esto es una lucha, dicen. Y yo creo que no.

Las mujeres son válidas lo mismo que los tíos, unos más y otros menos. Y no tienen que andar demostrando nada a nadie, ni siquiera a ellas mismas. Si los hombres no tiene que demostrar nada, las mujeres tampoco. ¡Qué disfruten de la vida, coño!

La igualdad ante la ley fue en su momento una conquista del liberalismo democrático que se fue extendiendo poco a poco. Era un principio de la Revolución Francesa. Algunos colectivos que eran políticamente sospechosos, dejaron de serlo, y accedieron al voto a lo largo de las décadas. Ser pobre o ignorante era mirado con sospecha, porque se pensaba que podían ser manipulados por los enemigos de la patria o por el dinero; y con la mujer sucedió lo mismo, se sospechaba de si se dejarían llevar por sus confesores (así defendió la izquierda la negativa a que votaran en la II República Española). Pero cuando acabó la sospecha ejercieron el derecho a voto. Es una conquista ya realizada, y su único lugar de exigencia son los tribunales. Por cierto, los niños tampoco votan, y no hablamos de discriminación. ¿Me entiendeeees? La igualdad ante la Ley ya está conseguida desde hace décadas. Ahora tendríamos que derogar las leyes que otorgan privilegios a las mujeres, que son las que defienden las femiplastas a capa y espada.

La discriminación positiva, que defienden estos colectivos femibroncas, es discriminación, y por tanto un retroceso social evidente que solo puede ser defendido por un discurso «victimista», que es lo que han hecho las feministas de última hornada. Discurso que perjudica mucho a las mujeres que no van de víctimas por la vida, y que no quieren que las ayuden porque no se consideran inferiores. Y es que no lo son, ni débiles ni bobas.

El victimismo del feminismo contemporáneo se ha vinculado con las llamadas ideologías de género, y eso ha hecho que los avances reales de la mujer por conseguir una mayor igualdad jurídica y social se hayan atascado y retrocedan. Entre otras cosas porque estos colectivos no saben defender los derechos de las mujeres sin SOSPECHAR DE LOS VARONES. Y este es el problema. Han terminado generando una victimización insoportable y una agresividad protegida, y frente a ellas, muchos varones y mujeres se oponen. Las mujeres se niegan a que las protejan, y los hombres se oponen a que se sospeche de ellos solo por ser varones.

Por desgracia la lacra feminista y las ideologías de género cuentan con el apoyo directo e indirecto de los medios, además del apoyo de la clase política que tiene miedo a ser «incorrecto» o a ser tachado de «machista». En este sentido, son un auténtico lobby de poder. Su único enemigo (además de la iglesia católica) es la lógica, la ciencia y la realidad, a la que muchos nos aferramos; pero todo lo demás, está a su favor, y por eso se les escucha mucho, y generan mucho rechazo, tanto entre las mujeres como entre los hombres. Ahora se quejan de misoginia, y mañana se quejarán de otra cosa. El victimismo como argumento político se agota en su lamento, y no da más de sí. Y casi todo lo que cuentan que han conquistado recientemente, en realidad son retrocesos en libertades y derechos.

Uno de los temas más escabrosos, y que más relieve tiene en los medios es el asunto de la agresividad que sufren las mujeres por ser mujeres. Le llaman erróneamente «violencia machista» y se equivocan, porque el machismo en sí no es violento, no tiene por qué serlo. De hecho, para un machista de toda la vida, pegar a una mujer es una cobardía impropia de un hombre. La hombría se demuestra frente a los iguales, y no ante los inferiores. ¿Me entienden, verdad? El machismo no tiene por qué ser agresivo, pero como han mezclado todo para conseguir su gran objetivo, continúan instaladas en la queja y el lamento. Su gran pretensión es hacerse con el control y el poder. Pero cuando lo tienen, tampoco saben qué hacer, salvo meter en la cárcel a todos los que no piensen como ellas. A los machistas, a los maridos y a los meapilas, ale.

Cuando fue aprobada la Ley contra la Violencia de Género, se oyeron algunas voces discrepantes, que fueron acalladas por ser machistas, o sea discrepantes. Predecían un fracaso antropológico que luego se ha comprobado real. La ley, por cierto, fue aprobada por casi la unanimidad del parlamento, derechas e izquierdas, radicales y moderados. Pero ya verán como no derogan la Ley, le darán una vuelta de tuerca para limitar más derechos esenciales, y seguirán sin saber qué hacer con el asunto. ¡Con la de observatorios de la mujer que hay! Para mi que en todos los observatorios usan las mismas gafas polarizadas de antimachismo. Y no ven nada que les dé una pista, claro.

Hay una opinión novedosa, que me resulta fascinante de las muchas que he escuchado y que creo que tiene toda la razón. La violencia doméstica forma parte del grupo de las violencias que se generan en torno a las relaciones afectivas, por eso siempre se dará un cierto número de agresiones (algo inevitable pero reducible): de padres a hijos, de hijos a padres, de maridos a sus mujeres, de adultos a ancianos, en pareja de novios y de casados… Como los accidentes de tráfico, no desaparecerán, pero podríamos reducirlos al máximo. Mejores coches, mejores carreteras, y menos distracciones, alcohol y móviles cuando se conduce. Interesante.

Seguramente también potenciando unas relaciones afectivas sanas se logre reducir la violencia en general de una sociedad competitiva que ya es bastante violenta de por sí. Mejores personas, mejores relaciones, mejores familias; y menos aislamientos, menos ignorancias, menos dar caprichos a los hijos.

Es un dato que es fácil de observar. Los jóvenes de ahora controlan más a sus parejas a través del móvil. Son más dependientes y más desconfiados. ¿No eso acaso un caldo de cultivo para las agresiones del mañana? Pues eso.

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