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Parece que anda el populacho revuelto.

Y no me extraña, que ande revuelto, digo. Algunos piensan que a la peña se la ha ido la cabeza, pero yo creo que no, que nunca han tenido tiempo ni ganas para pensar a fondo y con seriedad en nada. Es el destino de nuestro tiempo, que a fuerza de educar con propaganda y eslóganes, al final la gente no tiene más formación que la de una ameba disfrutando de su mitosis. ¿Os sorprende que la emprendan contra una estatua de Cervantes? A mi lo que me asusta es que no hayan oído hablar del Quijote en su puta vida. Perdón por lo «puta», pero es que me apetece soltar unos cuantos tacos. ¿Ha oído esta chusma hablar de Cervantes? Los que se enseñorean por los gobiernos de medio mundo tampoco han leído el Quijote, y si lo han leído habrá sido una versión para paletos ignorantes. Tenemos gobiernos a la altura del populacho, pues han sido puestos por ellos, no lo olvidemos.

¿Es lógico que el asesinato de un poli blanco en Estados Unidos a un negro termine derivando en la quema de estatuas de grandes personajes de la historia que ni tullen ni mullen? La respuesta es que sí. Es lógico, porque el cauce ha sido labrado desde hace años sin que nadie se atreviera a contestar con autoridad, firmeza y capacidad para difundir el mensaje por todo el planeta. El indigenismo lleva años diciendo memeces, lo mismo que el hembrismo feminista, o las ideologías de género, que son destructivas para la familia y la cultura humanista que han heredado. Estos miserables ideólogos están en Naciones Unidas, dirigiendo países y llevando a cabo políticas de odio a las tradiciones occidentales, al humanismo, a la autoridad y a familia. Odian el cristianismo porque están bajo la influencia de Satanás y su corte de mentirosos.

Los pocos intelectuales de la tradición y el humanismo que quedamos, luchamos contra los que llevan años abriendo cauces, semillas, progresismo y moñerías tipo «es mejor cambiar la cultura que conservarla». No me sorprende que tengamos la batalla casi perdida, lo que me asusta es que algunos se enteren ahora y no sepan de dónde les vienen las tortas.

El resultado de esas batallas perdidas por la educación y la cultura es lo que tenemos, una masa amorfa dirigida por las redes sociales que devora hociqueando las perlas que les dieron sus antepasados. En su sustitución no hay nada. No esperen nada porque lo único que queda es el caos, el vacío, el nihilismo de una sociedad que se empeñó en destruir su cultura contando mentiras en tono asertivo. Cambiar es para estos que desconocen a Ortega, sinónimo de destruir,  porque para construir después tienes que saber algo; y al final no hay más que restos del caballo de Atila, el bárbaro y el tirano. Mentes baldías, y cerebros sembrados con sal.

Han alimentado a la bestia del populacho con frases hechas, con algodones y pornotele; y les han hecho creer que acceder a la información es tener formación para contrastar. Y no es cierto. Información no es formación. Para su desgracia, la información valiosa está sesgada y perdida como una aguja en un pajar. Les falta la capacidad para ver por encima del fragmento.

Para nuestra desgracia, la formación que podrían tener ha sido castrada en las aulas, pues ésta precisa de años de esfuerzo, de lecturas y de comprender el pasado asimilando lo humano en vinculación a lo divino. Nuestros estudiantes llevan años entre colocados y entretenidos, pero casi nunca asimilando, casi nunca contrastando, nunca pensando. Fueron de examen en examen olvidando lo que ni siquiera deseaban aprender. Muchos de ellos son hoy adultos, y hasta tienen títulos universitarios, pero no saben; y lo que es peor, no saben que no saben. Cabezas de chorlito, prontos para cazar el gusano que les enseñó su especialización, pero lentos y torpes para comprender al hombre que llevan dentro.

En esta turba inmunda no hay poso intelectual, no hay lecturas profundas, no hay saberes ni sabiduría, no hay capacidad para discernir, ni para pensar, ni para sospechar, ni para elaborar. Son cerdos comiendo perlas mientras gruñen que tienen razón y que los demás son retrógrados y fachas. Esta gente tiene acceso a todas las lecturas del mundo, pero prefieren leer, como mucho, la última mierda de tal premio dado de antemano. Son carne de twitter y de los me gusta. No conocen a Séneca, ni a Platón, no saben quién era Aristóteles. Están alimentados para el día de la matanza, que está llegando a pasos agigantados. Como ovejas camino del matadero de su propia cultura. Prefieren vivir como cerdos antes que como humanos.

Los gobiernos lo alimentan. Viva el programa «releo», que es tanto como decir «viva el libro reolvidado». Ya huele a humo de los libros y películas, quemados en la plaza televisiva del ocio y el entretenimiento. No quieren un pasado de esclavismo, y terminarán siendo más esclavos, por culpa de su olvido. Quemarán y arrasarán con todo bajo la excusa de estar ante pensamiento machista, patriarcal, capitalista, supremacistas, racista, esclavista y antiecologista. Y lo quemarán sobre todo porque nadie se opone a ellos con argumentos. ¿Tiene Pedro Sánchez argumentos para defender el Quijote? ¿Y Trump? ¿Y la paleta de la Montero? No pueden oponerse porque son sus hijos predilectos, hijos adoptivos y bastardos de la destrucción de una cultura que duró siglos y que desprecian porque la ignoran. Y nadie les ha podido enseñar lo que añoramos cuando han destruido los sistemas educativos basados en el conocimiento, la razón, la toma de la palabra y el pensar por uno mismo. No hay columnas que resistan el impacto cuando las mentiras les han obcecado el alma.

No escucharemos, por desgracia, ni una palabra sobre reculturizar la sociedad, devolverles las humanidades. Seguirán mudos a la derecha ni a la izquierda de los Parlamentos. Esta gente son la demogresca iconoclasta que asesina estatuas para colocar sus banderas particulares, las que muestran la nada y el ocaso de una civilización. Son nuestros políticos, no lo olviden. Los que usted ha votado, los que no saben qué hacer ante un mundo que se derrumba con la rapidez del viento. En un par de generaciones más nadie habrá oído hablar de El Quijote. Y a nadie le importará.