Lo que celebran los cristianos en NAVIDAD

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Se cuenta muy a menudo que la esencia de la Navidad no consiste en comer pavo, turrones, mazapanes ni beber vino espumoso, que no tiene que ver con el consumo ni la venta de gorros rojos, que no es exactamente estar todos juntos en familia comiendo, cenando ni desayunando, que no es todo eso. Y pocas veces se cuenta lo que es la Navidad, quizás porque la teología no es la asignatura más fuerte de nuestros colegios, quizás porque la abdicación contemporánea de la cultura religiosa esté dando los frutos que muchos añoraban, entre ellos la deconstrucción cultural y la ignorancia. Así que aprovechamos para entrar en teologías y espiritualidades, que no viene mal de cuando en cuando.

El término Navidad procede etimológicamente de Natividad, que significa nacimiento. Sin más. Los cristianos celebran en Navidad el nacimiento de Jesús. Lógicamente, su nacimiento no es ni significó lo mismo que otro nacimiento cualquiera, y la singularidad de la celebración está en el personaje, es decir, el que nació fue Jesús de Nazaret, que es para los creyentes el Unigénito de Dios, esto es, el Hijo Único de Dios, que es tanto como decir Dios mismo. Celebramos que nació Dios, el niño Dios. Y este acontecimiento es para la salvación del hombre y del mundo un paso significativo de Dios, propiciado por el Sí de un ser humano (la Virgen en su aceptación de la voluntad de Dios), que inicia una economía de salvación distinta a la gestada hasta ese momento. Dios no envía ya a los profetas, sino a su mismo y único Hijo: Jesucristo.

Decir Hijo Único de Dios es algo molesto para la soberbia de nuestro mundo, demasiado acostumbrado a codearse con lo divino en términos de que todos somos hijos de Dios y todos somos iguales, y con tal título algunos aprovechan para comportarse como si fueran hijos del diablo. La afirmación no es falsa, pues en verdad somos hijos de Dios, y Dios es Padre de todos. Somos hermanos de Jesús, pero nuestra relación con Dios no goza de la misma categoría que la de Jesucristo, cuya filiación es distinta a la nuestra. Esto lo aclara San Pablo utilizando un lenguaje muy juridicista pero muy interesante y preciso: somos hijos de adopción, dice en la carta a los Romanos. Y somos adoptados por Dios Padre precisamente porque Jesús ha extendido su relación filial con el Padre a toda la humanidad. Somos hijos por el bautismo, dirán los padres de la iglesia de los primeros siglos. Pero el Hijo Unigénito, el engendrado por Dios es el Hijo con mayúsculas, el mismo que se encarna en Jesús de Nazaret, y el mismo que hoy está a la derecha del Padre en el cielo con las marcas de la cruz. Porque recordemos, Jesucristo en el cielo no ha dejado de ser hombre. Lo cual equivale a hacer una afirmación prodigiosa: Dios es hombre, es hombre hoy también. ¿No merece esto ser celebrado? De hecho esto lo celebra la iglesia todos los días, aunque incida de manera especial en este misterio en el tiempo litúrgico llamado de Navidad, que se extiende desde el 24 de diciembre por la tarde hasta el primer domingo después de Epifanía (fiesta de los reyes).

Aclarado este principio, conviene centrarse en la natividad misma. El nacimiento de Jesús supone el reconocimiento de la humanidad de Dios. Es decir, el Hijo Unigénito del Padre, se encarna, y lo hace precisamente en las coordenadas de espacio y tiempo que necesita cualquier realidad para poder configurarse con la naturaleza humana: el espacio y el tiempo. Si viniera un viajero extraterrestre a nosotros no podría comunicarse con nosotros salvo que lo hiciera a través del espacio y el tiempo. Es la posibilidad previa de conocer que apuntaba Kant, la estética de la razón pura, pero es también la visión y la perspectiva de Heidegger, central para la antropología filosófica más actual, y más existencial. el hombre está limitado por el tiempo que le toca vivir, su circunstancia diría Ortega. Por eso, la encarnación de Dios es una especie de limitación, de pecado (apunta San Pablo), Dios se hace pecado por nosotros ( no que comete pecado, sino que asume nuestra limitación existencial), se hace mortal y contingente, limitado por la naturaleza humana y sus necesidades: comer, dormir, reposar, tener amigos, sufrir, enfermar o morir.

Si el hombre es el ser que está ahí, y está limitado por el tiempo y el espacio, dice el filósofo, podemos afirmar que para los cristianos solo es posible la encarnación en un tiempo y un espacio concreto y determinado. Dios no se puede hacer uno de nosotros si no adopta la categoría del tiempo y del espacio concreto. Es decir, Palestina siglo I. En un día y un lugar concreto. Pero tras la resurrección, la naturaleza humana de Cristo sigue existiendo de manera trascendida, ya no sometido a las limitaciones contingentes del resto de la humanidad. Es hombre resucitado, y el espacio y el tiempo funcionan de la misma manera que lo hace en Dios, no en la existencia reductora de los hombres. Dios nos salva así del pecado y de la muerte, a través de Cristo que se hace hombre, para que nosotros nos hagamos como Dios, dice San Ireneo en el siglo III.

Afirmar que Dios se hace hombre fue una brecha vírica para la cultura platónica y helénica donde fue dicho por los cristianos de los primeros siglos. Para los helénicos la trascendencia estaba radicalmente separada de la inmanencia, y no podía mantener ningún punto de contacto. El cuerpo y el alma estaban juntos en el hombre, pero no se mezclaban entre sí, permanecían separados, esencialmente separados. Por eso, la afirmación de que Dios se hace hombre sonó en el mundo grecorromano como un absurdo disgregador de la dualidad y del dualismo maniqueo tan sostenedor de una concepción del mundo dividida entre buenos y malos, entre cielos con formas, ideas y esencias, y tierras sembradas de materias, falsedades y groserías aparentes. El cristianismo, afirmando que Jesús era el Hijo de Dios, y Dios mismo golpeó de lleno en el centro mismo de las religiones;  y de hecho ninguna afirma que sus fundadores o santones sean Dios mismo, excepto el cristianismo. El dualismo cristiano reapareció por un contagio cultural en esos siglos de definición del dogma, pero realmente, el cristianismo rehace los valores grecorromanos desde su raíz. El matrimonio, considerado para el neoplatonismo como un pecado por reproducir la materia, será para los cristianos un sacramento, algo bendecido por Dios. Y así cientos de categorías culturales.

Entramos más adentro, y nos sumergimos de teología bíblica. Si Jesús es el Mesías que había de venir, y ese Mesías le hemos visto resucitar – así razonan los primeros cristianos y teólogos – entonces ha habido un momento primero en el que ese Mesías es engendrado, un lugar donde sucedió. Y  el espacio y el tiempo se convierte para el cristiano en un referente importante para su fe. De hecho, el credo rastrea la historia de la salvación en sus momentos históricos, precisamente porque son momentos salvíficos: fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, fue crucificado, muerto y sepultado… En este sentido, la festividad de la Navidad celebra que Dios se ha hecho hombre, por eso comprobar cuáles son las narraciones que rodean al nacimiento de Jesús son significativas para comprender el proyecto de salvación de Dios para con nosotros. Que nazca rodeado de pobreza, indica la forma en la que Dios se acerca a nosotros: con respeto y humildad. Que sea perseguido y signo de contradicción expresa la contradicción que supone ser profeta, cristiano, santo en el mundo y la sociedad. Que sea reconocido por la estrella, por los magos sabios, manifiesta narrativamente que es un acontecimiento cósmico, universal, bigbánquico. Que nazca de una mujer virgen expresa e indica que para Dios no hay nada imposible cuando el hombre está dispuesto y dice SI a Dios. Que nazca desde niño indica la debilidad del hombre.

Si imaginamos las escenas para contemplarlas a la manera que lo hacía Santa Teresa de Jesús (estamos en el V Centenario de su nacimiento), la invitación más clara sería la de acurrucar al niño, protegerle con nuestros brazos fuertes y consistentes, quizás porque están evocando los brazos de la cruz, que más adelante nos sostendrán a nosotros en la vida. Es la imagen de los sabios que esperaban al Mesías en el principio del evangelio de Lucas, sujetan y cogen al niño, mostrándonos el camino del cristiano para comprender a Dios. De lo contrario, no tendremos parte con Él, nos dijo cuando nos lavó los pies.

2 comentarios en “Lo que celebran los cristianos en NAVIDAD

  1. José Cervera

    Gracias por esta elocuencia mostrándonos un misterio que tenemos tan a mano, todos los años, y no sabemos ver con ojos de fe y consciencia. Que pases, tú y tu familia, unas felices y cálidas navidades iluminadas por la luz eterna del Espíritu. Feliz Navidad.

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