Las malas COMPAÑÍAS

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No conozco a nadie que no haya sufrido los desmanes de las compañías telefónicas, de gas o de electricidad. Y cuando digo nadie, es que estoy hablando de nadie, o sea muchísima gente está igual que yo. Son los ladrones de nuestro tiempo, pertrechados bajo el aura de que son grandes grandísimas y poderosas, nos niegan el pan y la sal, incumplen los contratos que nos obligan a firmar (porque no podemos discutir y son cerrados), y nos tratan, para más inri, como si fuéramos una mierda, cuando se supone que somos sus clientes.

De todas ellas podríamos contar cada españolito una docena de casos y abusos cometidos por ellas, la mayoría de los cuales suelen quedar impunes, pues las ganas de pleitear de la gente, en general de buena condición, son más bien escasas. Y ellos, ¡para qué hablar! baten records de fraude y abuso sin pestañear siquiera. Luego llegará el defensor del pueblo, el de la comunidad, o el que nos toque, y dirá que la mayoría de las quejas de los españoles son contra esas compañías suministradoras, seguida de cerca de los bancos. ¡Qué te busques un abogado y te metas en un pleito!, te aconsejan. ¿Por cuatros con veinte?, respondes; y no haces nada más que aguantar.

Yo antes, cuando me contaban que la gente se quejaba, sospechaba de la peña, porque hay mucho jeta por el mundo, pero ahora ya no. Ahora estoy convencido que los grandes caraduras del planeta trabajan en estas compañías, diseñando estrategias de mercado consistentes en ganar mucho dinero tratando mal a sus clientes. Y no hay escapatoria, porque aunque aterrices en otra compañía de éstas, te vuelve a pasar algo parecido. Es cuestión de tiempo, que no llegue un día y te aparezca duplicado el recibo, te hayan cambiado el contrato sin tu consentimiento, o te llamen día y noche atizándote con mensajitos para que contrates otra vez con ellos nosequé oferta mal explicada que consiste en pagar un poquito más. A mi me han enviado veinte en tres días. ¡Qué tíos! Y en todos ponía lo mismo, y es que me quieren noquear a fuerza de aburrirme y cabrearme a partes iguales.

¿Se han fijado el ninguneo con el que nos tratan? Si quiere que le atendamos pulse uno, si quiere algo comercial pulse dos, si quiere ampliar sus servicios pulse tres, y si quiere reclamar pulse cuatro. ¿Cuál va a durar media hora de espera de reloj puro y duro? ¿El cuatro? Y no ha hecho más que empezar la maquinaria perversa, consistente en agotarte respondiendo a sus preguntitaa. Te tienes que identificar entre cuatro y siete veces, porque te van derivando de uno a otro hasta que encuentras a alguien, al final de una larga cadena, que tiene a bien registrar tu queja. Pero no sirve para mucho, porque cuando vuelves a llamar al cabo de unas semanas, el tema sigue en el mismo sitio que lo dejaste, te identificas y le cuentas tu caso a otros ocho intermediarios cuyo trabajo consiste en cansarte afablemente, y al final vuelven a hacer lo mismo. Es como hablar contra una pared. Miento. Es peor, porque las paredes no te engañan y son lo que son. En cambio estos señores barricada entre tú y la compañía se muestran asertivos, y se ofenden afablemente cuando les llamas ladrones, que es lo que suelen hacer sin complejos.

Luego te queda la culpabilidad de cómo te has puesto. Y es que necesitamos un equipo de psicólogos que nos aconsejen que nos enfrentemos a ellos sin medias tintas y a degüello, y es que está claro que el gobierno no los va a parar. Lo tienen muy bien estudiado, y nos ponen a los pobres trabajadores explotados de estos tíos, para que nos desahoguemos con ellos y les gritemos. ¿Hay una estrategia más perversa e inhumana? Si se enfadan mucho cuelgas, les dicen a sus curritos, y les pides que por favor se tranquilice. Y vuelta a empezar lo imposible, y es que cuando llevas tres cuartos de hora al teléfono y todavía no has hablado con nadie que te escuche de verdad y te atienda como dios manda, no tienes demasiadas ganas de platicar con un señor del otro lado del Atlántico cuyos problemas son tan gordos y complejos como los tuyos.

La gente va huyendo de una compañía a otra como del estiércol en verano, porque todas atufan que da gusto. Ellos en cambio lanzan su estrategia más sibilina para que no te vayas: la penalización. Los tíos van y te cascan sanciones, como si fueran la administración pública pero sin garantías de ningún tipo. lo firmó usted. Ya pero, ¿se puede no firmar? ¿Se puede vivir sin teléfono, sin agua, sin gas y sin electricidad? Para la gente son herramientas de trabajo, medios para poder sobrevivir en una sociedad que maltrata a sus hijos. No son lujos innecesarios. Lo eran hace cien años, pero ahora no lo son.

Por eso abusan, te pasan facturas equivocadas, e incluso te cambian de compañía sin pedir permiso, sin firmar nada, y sin autorizar nada. Y tú como loco, pulse uno, pulse dos, y sí, sí, su queja está aquí es la número 3546 millones 456 mil 678 que tenemos en la compañía este mes. Nos hemos equivocado, el error es nuestro, te dicen. Pero no te lo arreglan, ni te indemnizan, simplemente archivan tu asunto y lo sentimos por las molestias. Y a esperar que te acuerdes de lo sinvergüenzas que son y vuelvas a llamar. Y si te niegas a pagar sus errores entonces te cortan el suministro, que es tanto como convertirte en indigente de la noche a la mañana.

La defensa de los españoles, aprendida tras una larga posguerra, una pertinaz sequía, ha consistido en cambiar de compañía. Te vas a otra y santas pascuas. Pero es lo mismo, y están cortados por el mismo rasero. La diferencia es cuestión de suerte, más o menos, y la suerte, además de ser esquiva puede cambiar en cualquier momento. Además, tampoco hay que olvidar que no te puedes ir de su lado como si tal cosa, porque entonces te amenazan con meterte en el registro de morosos. Ellos pueden incumplir su contrato cuando quieran, pero tú, pequeño e insignificante cucaracha, no puedes eludir tu responsabilidad de alimentar a la bestia.

La forma de acabar con ellas es que aparezca alguna compañía que te trate bien, que tenga personal en oficinas, con trato directo y humano. Que puedas negociar tu contrato de suministros, que te fotocopie el DNI cuando firmas el contrato. Que se disculpe cuando se equivoca, y que tenga a alguien en la compañía que te resuelva los problemas. Eso no lo hace ni la administración pública, por eso, si existiera una compañía que lo hiciera bien se llevaría a todos los clientes de calle. Seguro.

Hay otra forma de acabar con ellas, y es nacionalizando los suministros. Pero esto no parece figurar en el programa electoral de ningún partido político. Que nos traten como seres humanos, no es pedir tanto, ¿no?

1 comentario en “Las malas COMPAÑÍAS

  1. José Cervera

    Las compañías telefónicas, las eléctricas y las petroleras tienen el monopolio de la poca vergüenza. Y los políticos no les meten mano ni hartos de vino porque muchos de ellos son accionistas. O sea, que nos roban por un lado en sus puestos políticos y por otro colaborando con el putiferio de esa gentuza.

    Tienes razón cuando propones cierta nacionalización. Yo creo que las antenas que dan la cobertura tendrían que ser del Estado, que garantizara él la cobertura. Y que surgieran compañías de teléfonos como setas y le arrearan patadas en las canillas a las grandes abusonas. Un saludo.

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