El duro arte de escribir una novela.

Acabo de terminar la segunda redacción de la próxima novela. Alguno pensará que es la tercera, pero no. Es la cuarta que escribo; entre otras cosas porque la tercera la abandoné con la primera redacción. La retomaré más adelante.

¿Se escribe así?

La verdad es que los escritores que en el mundo han sido escriben como les apetece, y cada uno busca las formas y las estrategias que más les agradan para llevar a buen puerto lo que quieres contar. Por ejemplo, Faulkner, al parecer escribía de principio a fin una novela sin estructurar nada, sin hacer partes ni subpartes, y mantenía, gracias a su prodigiosa memoria, el hilo conductor de sus obras, complejas y fantásticas. A mi se me antoja muy complicado trabajar así, pero cada uno hace lo que puede, que no es poco, porque muchos hacen menos de lo que pueden.

Quizás por mi de-formación cinematográfica haya aprendido a escalonar una historia, y me cuesta mucho no hacerme primero un mapa para caminar por el campo  hermoso de la historia, ahí es nada. Nudo, trama, clímax, y desenlace los tengo claritos desde el principio, aunque luego la historia la vaya recreando y espesando, que se llama. El resto es completar, buscar la mejor palabra, indagar en los significados del lenguaje, semánticas y gramáticas para lograr el mejor texto posible, y quitar aquello molesto y farragoso. El estilo y el tono forman parte desde el principio de la obra. Es decir, que primero pienso mucho algo, luego escribo, y mientras lo hago estoy pensando y pensando en la historia para mejorarla.

Me suele pasar que los árboles no me dejan ver el bosque, y me suele suceder que la densidad del bosque nubla la historia haciendo que pierda interés, agrado y tono. Hay que volver sobre lo que no gusta, para que al final sea genial.

Es una tarea interminable, y eso mismo es lo que hace que me guste escribir. Nunca está acabada una novela, y para un autor siempre se puede perfeccionar. Nunca tiene fin. Para un editor seguro que siempre se le puede dar el toque comercial para que se venda, y para un escritor hay un día en el que afirmas con vehemencia y dolor: se acabó. Ni una cincelada más, ni un punto ni coma más. Se acabó, saca el vino guardado.

De momento voy a iniciar la tercera redacción, son trescientas páginas, y me llevará algún tiempo; pero les aseguro que hasta la cuarta o quinta redacción no me detendré. Sin prisa, pero sin pausa lograremos escribir algo que valga la pena leer. Tanto, como me vale a mi la pena escribir.

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