Los sentimientos se cruzan para retorcerse. Presentar un libro es casi como bautizar a una criatura pero sin el como. El caso es que tal actividad produce en el progenitor -en este caso, un servidor de usted- una tensión no exenta de respeto y temor hacia el público, el cual termina convirtiéndose en el crítico verdadero del libro. ¡Vaya mierda o me ha encantado! Ahí es nada.
Escribir es agradable y placentero. Puede ser bastante cansado y tedioso en algunas de sus partes, o convertirse en un esfuerzo grato y entretenido, incluso divertido. Escribir requiere constancia y exige perseverar hasta el final. Primero se estudia el tema, luego se planifica, se redacta, y finalmente se revisa hasta que te parece que queda medianamente aceptable. Entre uno o dos años mínimo. Algunos se quedan en la primera fase, en la segunda o en la tercera. Y yo sé que pasa el tiempo, y que no todos los libros ven la luz, pues muchos son los llamados y pocos los escogidos.
Casi todos los escritores (y artistas) tenemos costumbres parecidas con respecto a nuestra obra. Me identifico con otros creadores en la sensación de inseguridad que produce a cualquier artista su obra. Lo haces porque lo llevas dentro y te revienta el alma no sacarlo fuera. Es como parir, se hace con dolor y alegría, y hasta que no sale de tus entrañas no te quedas a gusto. Pero esto es distinto a tener un bebé. Porque un hijo siempre es para su madre y su padre la más bella criatura del mundo (hay excepciones que saltan a la vista y que motivan un «madre mía, que bicho más feo»); y escribir, pintar o componer no resultan casi nunca bellos a los ojos de su creador.
Escribir es como parir un alien, y la duda del huevo será si alguno se dará cuenta de los defectos que tú sí que ves. Quizás no les importe, piensas. Y eso es lo que suele pasar. Un hijo es así, y así me lo ha dado Dios; pero parir un libro es ver sus defectos cara a cara.
Coincido con muchos escritores en que escribir para los demás tiene algo de exhibicionista, y eso te obliga a pasar por el trance que envenenará tus emociones los próximos meses. ¿Te ha gustado? Es la pregunta que haces, y la afirmación, lo que esperas que te digan sin más ni más es el bálsamo de Fierabrás, el que cura todos los males. «Sí, me ha gustado. Es la mejor novela que he leído en mi vida». Por desgracia, si te lo dicen, no te lo crees. Además, eso no suele pasar tan fácilmente, sobre todo porque hay cientos de novelas clásicas mejores. ¿Qué leerá este tipo para que le guste lo mío? Y así hasta el que la duda metódica del artista bordea la galaxia de un infinito imposible de recorrer. Igual no soy tan malo, y te animas a escribir otra cosa.
Personalmente -confieso mi obsesiva naturaleza- como me embarco en un nuevo proyecto más pronto que tarde, suelo considerar el libro recién parido como algo del pasado, como algo que ahí está por el mundo bambando a sus anchas sin tenerme en cuenta. De cuando en cuando nos volvemos a ver en una Feria del Libro, o en una firma improvisada.
Este es el quinto libro que publico, aunque en el fondo sea el tercero, pues «Los Caballeros de Valeolit» era una obra única que publiqué en tres partes por exigencias de tamaño. Cuando saqué «El ángel amado» no me inquieté tanto, pues sabía y sé, que es una buena novela y que aunque no sea la temática religiosa la más apetecible por mis lectores, nadie podía echarme en cara que fuera una mierda. Al contrario, sé que El ángel era una obra maestra. ¿Y ahora? ¿Qué pasa ahora?
Ahora sucede que el niño parido es una novela de ciencia ficción. He cambiado de género. TRAS EL CIELO DE URANO es una novela de aventura pura y dura, con intrigas, supervivencia, amor y amistad. Yo creo que lo tiene todo, pero se trata de una aventura espacial que puede extrañar y sorprender a mis lectores de siempre. La libertad que tengo como escritor que se ha librado de las editoriales debe asumir el riesgo que produce la intemperie de ir y venir por donde el arte y el instinto te lleven. Y eso no es tan fácil para un alma creativa.
Sé, porque lo sé, que Picasso se sintió igual que yo cuando presentó por primera vez «Las señoritas de Avignon», y es que la inseguridad de cualquier artista está siempre bajo la piel, a veces coraza, que soporta y aparenta soportar. Orgullos que disimulan los temores. ¿Gustará o no gustará? Por orgullo puedes pensar que no la entienden; pero también, la lógica y el instinto, te pueden llevar a temblar ante la terrible realidad de que no sea lo suficientemente buena.
Siempre he pensado, desde que terminé la primera redacción hasta la última revisión, que TRAS EL CIELO DE URANO era una buena novela, de las que puede gustar mucho y emocionar al lector, incluso hasta el punto de que podría convertirse en un superventas. Pero no sueño, pues conozco el color del suelo por donde piso. También conozco los errores nimios que presenta este tercer hijo que publico. Tengo confianza en la fuerza y capacidad de esta novela; y todavía confío más en la benevolencia del que me lee. ¿Me perdonarás que haya cambiado de género literario? Hay quien me dice ya que soy el mismo escribiendo en otro género, y que se nota. Pero yo también sé que puedo parir una obra mejor, una que me deje satisfecho cien por cien y que traspase el desfilar de las generaciones.
Este jueves será un gran día. Presentaré una obra diferente. Sé que el viernes por la mañana TRAS EL CIELO DE URANO será una criatura que dejará de pertenecerme. Me huirá y vivirá sin mi. Para siempre o hasta el olvido. Nos veremos en alguna feria, en otras firmas, y en lugares a los que sueles frecuentar. Si te portas bien, querido libro, te escribiré una segunda parte.