El cristianismo de las dos culturas.

Reconozco que soy un detractor de la Ilustración y de su soberbia conspicua, empeñada en que la razón triunfe como una divinidad lo haría por encima de los seres humanos. Viva la razón y abajo el hombre, acaban diciendo. Y es que «el sueño de la razón crea monstruos»; y creo yo que devora a los hombres engañándolos con sus lenguajes conceptuales de puretas. Aunque no sea demasiado correcto, lo sé, porque va en contra de lo que nos han vendido durante décadas de educación post-ilustrada; al siglo XVIII, y a sus hijos, no les veo más que mentiras, falacias y animadversión hacia lo que no encumbran con sus idolatrías. Ni Dios, ni amo, ni patria, dicen sus nietos; pero a mi me gusta que Dios sea mi amo, para así poder tener una patria en algún sitio que valga la pena, y que solemos llamar los cristianos Reino de Dios. Todo un lenguaje prohibido por los controladores de las ideas de este mundo, los que nos hoy dicen subrepticiamente lo que hay que pensar porque son lógicos y racionales, los demás todos tontos.

Por el contrario, y quizás porque se ninguneaba en la historia que nos contaban en el cole, me fascina la última etapa del Imperio Romano, la que considero más evolucionada culturalmente, y la más interesante desde el punto de vista filosófico. Esta corresponde al siglo IV y V, lo que los historiadores han llamado el la etapa cristiana del imperio romano, y que termina – por poner una fecha – en el año 476, donde el último emperador romano de Occidente, llamado Rómulo Augústulo, es depuesto con tan solo diez años. No es una época importante desde el punto de vista militar, político o económico, pero es un momento decisivo para occidente, pues se sientan las bases culturales de los siglos siguientes. Es, precisamente en esta época, cuando se termina de fusionar la cultura greco-romana con el judeocristianismo, dando como resultado nuestra cultura occidental.

Los ilustrados en su odio anticlerical, siempre negaron (o manipularon) la importancia a este periodo, y buscaron que la cultura occidental fuera ante todo una cultura laica, contrastando así y convirtiendo la historia de Occidente en una cultura e historia secularizada; donde las cuestiones religiosas aparecieran desprovistas del soporte cultural de su tiempo, y así, según fuera el tema, la iglesia devenía siempre en una institución maligna, a diferencia de los agnósticos, más bien masones diría yo, o ateos militantes, que se convertían así en los próceres de la humanidad, los salvadores del error religioso, dicho en el lenguaje que nos han repetido, y nos siguen contando hasta el día de hoy muchos.

Así, por ejemplo, el medievo en su conjunto, o la inquisición en particular, era de la iglesia y era mala, independientemente de que jugara un papel importante en el control de las ideas que todos los monarcas gustaban ejercer; o del pueblo, siempre hambriento de asaltar aljamas judías y musulmanas. La lectura que hacía la ilustración ha sido siempre fácil: el pueblo asesinaba a los judíos porque era excitado por la iglesia, en cambio, cuando el pueblo aguillotina a media Francia, incluidos sus monarcas, entonces es que eran guiados por las luces del siglo, y si hacían la revolución rusa era porque habían visto a sanlenin bendito. Pues eso, para tí lo malo, y para mi lo bueno. Si el medievo lo calificaban de siglos oscuros (cosa que los medievalista se hartan de refutar) era porque los cristianos eran gente oscura para ellos; en cambio, para los renacentistas  inventaron que eran tipos luminosos y medio ateos, lo que era un mentirusco a sabiendas, por otra parte.

Otro asunto que me fastidia mucho es la selección que hacen de los autores de la Historia de la Filosofía, en general heredera de Hegel y del idealismo hegeliano del siglo XIX. Estos pensadores, en su conjunto, terminan solemnizando los hechos de la historia para convertirlos en conceptos absolutos. De esa manera, les importa mucho la construcción del mundo de los conceptos, y terminan identificando la historia de la filosofía como la exclusiva historia del debate de los conceptos, las ideas en estado puro y abstracto. Con esto olvidan que la historia de la filosofía es también, en mi opinión y en la de otros autores como Lovejoy A.O., Kristeller P.O. y la escuela Francesa de Duby o Braudel, la historia del pensamiento y de las mentalidades.

En el fondo una cultura no tiene ideas, y los filósofos no son gente con ocurrencias. Una cultura edifica una mentalidad, lo que los antropólogos llaman el nivel emic y etic de una cultura, y la mentalidad de una cultura es algo social, donde lo religioso forma parte de las ideas y las creencias de manera indisoluble. No es posible entender el arte, sin comprender la religión que dibuja, pero tampoco podemos comprender la historia sin entender el hecho religioso que sustenta la cultura de que se trate. En realidad es imposible entender al hombre sin entender la religión del hombre, pero esto va en contra del espíritu laico al que quieren reducir la historia.

El absurdo del cientifismo positivista llegó a entender en su sectarismo anticlerical, por ejemplo y no sigo, que el origen de la filosofía estaba en la muerte de la religión, y que por tanto el paso del mito al logos era el gran acontecimiento humano. Para ellos era el paso de la creencia estúpida a la palabra razonada, donde la emergía la filosofía y la razón como una especie de salvadora de la humanidad. Esta visión sigue estando presente en muchos libros de texto de Filosofía, a pesar de lo anticuada y cerril que es. Aunque las Facultades de Filosofía afirmen una y otra vez que «el origen de la filosofía» es un falso problema, por tratarse de un concepto muy occidental para seguirnos mirando al espejo de nuestro eurocentrismo, y lo que en todo caso, tuvo más que ver con determinadas condiciones socioculturales que hubo en la antigua Grecia que propiciaron la aparición de un pensamiento más abstracto y conceptual, aún así siguen erre que erre, y es hasta el título de una pregunta en Selectividad.

Todas estas cuestiones sería calificadas de ridículas en el Imperio Romano cristiano, cuyo modelo cultural fue luego copiado y repetido en Occidente como la esencia de nuestra cultura. El renacimiento carolingio buscó repetir aquel Sacro Imperio Romano Cristiano, al que le añadirán lo Germánico como una nota novedosa de identidad. El mismo Renacimiento Italiano y Europeo buscó e indagó en Roma su esencia, y no lo buscó de manera secularizada, sino precisamente lo hizo ahondando en sus raíces cristianas y evangélicas. Esta búsqueda de lo auténtico cristiano estuvo detrás, sin duda, de la Reforma Protestante que empujó la historia europea un siglo después con el monje agustino (de San Agustín siglo IV) llamado Lutero. Un monje que leyó a San Pablo en su carta a los Romanos y quedó simplemente conmovido, por no decir extasiado.

La historia del cristianismo, cuyo marco me ha servido para encuadrar la historia de las primitivas comunidades joánicas y paulinas del siglo I y II d.C. en la novela «EL ÁNGEL AMADO» (descarga gratis aquí), se ha edificado con la ayuda de dos pulmones, dos visiones diferentes, cuyos orígenes arrancan de dos culturas distintas: la grecorromana por una parte, y la judeocristiana por otra. Conceptos y narraciones, estatismo y dinamismo cultural, dos formas antagónicas y complejas muy difíciles de unir y fusionar, pero que lograron en gran parte los genios del pensamiento de aquella época, desde San Agustín de Hipona, hasta Basilio el Grande. Es el latido de dos culturas en una: latina y griega.

Esta fusión entre cristianismo y grecorromanismo nunca ha sido bien tolerado por los Ilustrados, porque era como reconocer a la madre que los parió, y ellos no. Ellos no quieren ser cristianos ni en sueños. Nunca se les ocurrió colocar al profeta Jeremías o el SegundoIsaías, por ejemplo, junto con los filósofos griegos de aquel tiempo: Tales o Heráclito; aunque fueran entonces más ingeniosos que aquellos. Se ve que la denuncia profética no es pareció buena como idea, y prefirieron barajarlo como mito, mientras gestaban la revolución marxista como un vuelta de tuerca de un cristianismo secularizado y mal entendido, como interpretó el tocagüevos de Nietzsche, que les puso en su sitio, pero les daba igual, porque ya habían conseguido una historia de la filosofía más coja que la del mantecas, que en paz descanse. Y hasta hoy.

Esta es una realidad que cuesta explicar hoy en la sociedad, y es que el Imperio Romano no fue una cultura, sino dos. No hubo una gran lengua, el latín; sino dos, el latín y el griego. Dos formar de componer y de asimilar la fusión cultural de dos mundos, como fueron el mundo griego, extendido desde el helenismo por el Oriente Mediterráneo, y el mundo latino o romano, que a la postre, siempre hemos identificado con Europa. Pero no es única ni exclusivamente Europa.

Europa es también el Imperio Romano Oriental, cuya continuidad estuvo vigente en el Imperio Bizantino hasta el siglo XV. Lo que hizo Occidente para dar la espalda a Bizancio no fue más que una treta para olvidar que ellos (y no nosotros) seguían siendo herederos del verdadero Sacro Imperio Romano Cristiano. Aquellos romanos, y aquellos cristianos orientales forman parte de la historia de Europa, aunque se encuentren bien lejos. A nadie se le ocurriría pensar que Grecia no es Europa, o que Rusia no es Europa, pero lo son. Son herederos de la cultura romana, en su variante Oriental, y tras sufrir, no pocas veces, las invasiones y presiones del Islam.

Los cristianos orientales, lo que hoy vemos en Siria, de rito Caldeo, los maronitas, los coptos, o los coptoetíopes, por citar algunas de estas Iglesias Orientales antiquísimas, han podido convivir durante muchos siglos con el Islam. La tolerancia que da una forma de entender el Corán sin temor a una invasión cultural de lo Occidental, ha propiciado durante muchos siglos que estos cristianos fueran tolerados como mal menor, como residuo de una historia y de un pasado, como ejemplo de que estábamos ante una minoría muy bien preparada, formada y con recursos sociales.

Pero los grandes enemigos han despertado, y no me refiero sólo al Jihadismo, ni al islam radical, que son los ejecutores a cuchillo de los cristianos de aquellas tierras, sino a los hijos de la Ilustración, que desde Occidente contemplan desde su ignorancia quienes son o quienes fueron esos cristianos.

No saben que estaban alli antes que los musulmanes, y no saben que representan a la cultura romana que un día fuimos, mal que les pese, cristiana y romana a la vez. No son capaces de ver que formamos parte de una historia cultural común, entre otras cosas, porque no quieren saber nada de los cristianos de ningún sitio, a los que siguen pareciendo oscuros y supersticiosos. Es notable, y triste desde luego, ver como algunos de estos post-ilustrados (los más descerebrados sin duda) justifican el islam y parte de los crímenes que ni siquiera los musulmanes en su mayoría ven con buenos ojos. Pero es que son así, cristófobos, y se asocian a los asesinos del pelaje que sea con tal de garantizar que la iglesia sea un poco más débil cada día; aun a costa de destruir la razón por la que tanto presumen cuando argumentan.

Los asesinatos y la destrucción de estas iglesias en Siria, en Irak o en Egipto y en otros lugares son un atentado contra las personas que allí profesan su fe bimilenaria, pero son también atentados contra Occidente, porque ven en en el enemigo Occidental la amenaza que sacude las raíces que ellos quieren salvaguardar de su cultura. Occidente mira para otro lado en casi todo lo que le incumbe, sin ser consciente de que la realidad es terca y tozuda. No veremos el ebola hasta que la epidemia no se extienda, y no pensaremos que los Jihadistas son una amenaza hasta que no veamos los primeros asesinatos en tierras europeas. En realidad Europa lleva perdiendo esta guerra desde que decidimos dejar a los cristianos orientales a su suerte.

4 comentarios en “El cristianismo de las dos culturas.

  1. Pilar L.

    es increible como coincidimos, lo que no entiendo muy bien es en el lugar que dejas a la Inquisición no se si la crees buena o mala si se puede resumir de una forma tan simple, yo pienso que cometió muchos desmanes en nombre de la Iglesia.

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    1. Antonio José López Serrano Autor

      Totalmente de acuerdo que hubo muchos desmanes en nombre de la iglesia, una iglesia a la que pertenecía todo el mundo, por cierto. El problema, creo yo, fue la leyenda negra que se urdió contra la iglesia y contra la inquisición en los países católicos, especialmente contra España donde se reinventó la Inquisición. Es curioso por ejemplo, como siendo una institución más de la Edad Moderna que del medievo, sin embargo sea concebida hoy como algo medieval. La Inquisición vino muy bien a la Monarquía y a sus intereses gubernamentales, por ejemplo, pero de eso parece que no se habla. A mi me enseñaron en Derecho, y me resultó muy curioso, como el proceso penal debía dos cosas al proceso inquisitorial: el ministerio fiscal y la segunda instancia. El resto fue idéntico a los demás sistemas penales y procesales, cuya crítica principal negativa es bien merecida por la forma de conseguir las pruebas, mediante tortura o confesión. En lo malo como todos, aunque nadie quiere ser malo, claro.

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  2. José Cervera

    Los agnósticos y ateos militantes siguen una filosofía de la intemperie: estamos solos en el frío universo. Es triste de qué modo ese credo ha calado incluso en muchos cristianos que han relegado la dimensión sacra a la misa de los domingos, y en el día a día piensan y sienten como aquellos, contagiados por su logocentrismo. Gran parte de los musulmanes no tragan con la secularización y sienten que su religión y tradiciones están siendo atacados por el espíritu moderno. Y eso es terriblemente peligroso porque bajo el manto protector de la lucha por la tradición y las creencias se puede ir colando el mensaje fanático y criminal. Hay millones de candidatos por todo el mundo para entrar en el club.

    Y así la yihad, que puede interpretarse (y así lo hacen muchos musulmanes) como ‘esfuerzo’ por propagar la fe, o, incluso como la ‘guerra interior’ que se libra dentro de cada creyente contra las fuerzas del mal, como la ven los sufís, termina siendo lo que vemos todos los días en los telediarios. La guerra santa de toda la vida. Sólo que los almorávides y almohades, por ejemplo, con todo su salvajismo y fanatismo que tuvieran, conservaban unos códigos, unos valores, luchaban cuerpo a cuerpo contra el enemigo. Pero los terroristas de ahora hacen de la cobardía bandera, se emboscan, y así es complicado. Creo que no bastan las bombas contra ellos, hace falta una educación omnicomprensiva que razone y admita la importancia y dignidad de las religiones porque la razón ilustrada, con la máscara del anticlericalismo, atacó al cristianismo. Y ahora pretende que los musulmanes se asimilen a ella, se occidentalicen, cuando lo único que deben occidentalizar es su respeto a nuestras leyes.

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