Es el título de la novela que escribió el eterno candidato al premio nobel Ismail Kadaré. En España se le otorgó el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en el 2009. Recibió también en el 2005 el Premio Booker internacional y otros cuantos más. ¿A qué esperan en Estocolmo para premiar a este albanés, perseguido y exiliado? Enfin, un candidato a nobel que aguarda su momento para codearse con los rubios suecos, y sus princesitas de cuento y de palacios encantados. En este caso el Palacio de los Sueños no es precisamente Hollywood, sino más bien el Gran Hermano totalitario de la Albania de la que procedía. Un mundo tenaz y vigilante que buscaba depurar la disidencia sembrando el miedo y la paranoia en sus habitantes.
Kadaré tardó en escribir EL PALACIO DE LOS SUEÑOS nada menos de seis años, los que mediaron entre el año 1976 y 1981. Esto podría suponer que estamos ante una obra larga y tediosa, pero nada de eso. El resultado es una novela muy agradable y comprometida, entre lo fantástico y el realismo de la tragedia de un mundo donde todos los sueños son analizados en el Palacio. Guarda el aroma de las novelas escritas bajo la vigilancia de la censura y la cárcel, y edifica así una gigantesca metáfora del totalitarismo y el control ideológico que tanto gusta a los poderosos. Es una obra corta y fácil de leer, complicada de interpretar y sencilla de entender. Lo tiene todo, para entendernos, y creo que defrauda solo al que no le gusta pensar cuando lee algo.
El Palacio de los Sueños es una maquinaria burocrática que controla, analiza y archiva los sueños de los súbditos de una Turquía decimonónica. A través de sus páginas nos enseña el mundo islámico y balcánico, moro y europeo a la vez, donde la familia del protagonista, de origen albanés, tiene un papel decisivo en la conspiración que se esconde detrás de los premonitorios sueños de los habitantes de ese mundo. Se respira la tranquilidad de un vaso de té detrás de un zoco plagado de soñadores. ¿Soñarán lo mismo los turcos que los españoles o los mexicanos? Quién sabe.
La novela no busca el realismo, sino la representación de una sociedad enferma y destruida por la paranoia de la conspiración de una familia albanesa, origen de nuestro protagonista. La idea de un enorme almacén donde se guardan y archivan los sueños de sus habitantes es una genialidad, superior a la Biblioteca de los Libros Olvidados de Carlos Ruiz Zafón. Entre otras cosas porque aquí los legajos son los enemigos principales del funcionario, y no sus amigos.
Me sugieren muchas cosas, y no es para menos. ¿Es esta la aspiración de nuestros democráticos gobiernos, controlarnos y someternos? ¿Para qué sino tantos medios de comunicación afines y cercanos? ¿Tantas leyes educativas ( a cual más nefasta) o tantas normas minuciosas sobre cuestiones donde la costumbre lo hace mejor y sin problemas?
Cuando era niño podíamos viajar siete en un coche, y sin cinturones de seguridad por la ciudad. Yo lo hacía entre las piernas de mi abuelo, que para eso era el pequeño. Detrás viajaban cuatro personas, dos adultos y dos niños. Recuerdo que el profesor fumaba en clase, y explicaba sus matemáticas confundiendo la tiza con el cigarrillo. En el cine te comías el bocadillo de atún envuelto en papel de periódico. ¿Por qué tengo que cambiar la instalación de gas cada pocos años? ¿Quién hace negocio de todo eso? Los tiempos han cambiado no hay duda. Muchas normas, y la mayoría absurdas, empeñadas en legislar y prohibir lo que nadie ha pedido. ¿Quién está soñando por mi? Cuando era pequeño el vino se compraba a granel, y el aceite se servía en aceitera. ¿Por qué lo han cambiado? ¿Quién se ha empezado en controlar nuestros sueños?
En mi colegio, cuando era pequeño, llovian en primavera orugas de los pinos. Eran las procesionarias del pino, urticantes y malévolas para la pléyade de niños que corríamos por aquel patio tras una piña, convertida temporalmente en pelota de fútbol. Hoy solo hay cemento y asfalto, ni un pino, y cero orugas rojizas. Jugarán los niños con la pley, supongo. Y para mi, que nos han quitado desde hace tiempo muchos sueños que quedan en nuestras mentes como viejos recuerdos de un mundo mejor. Un sueño que alguien quiso borrarnos de nuestra mente y que están archivados en el Palacio de los Sueños, lugar de conspiraciones. Imagino.
¿Fue lo del Mundial de hace cuatro años un sueño? Empiezo a dudarlo.