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El próximo Ministro de Educación…

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¿Dónde está el problema de la educación? Realmente, y desde el punto de vista de la antropología no está en ningún lado. La educación está a la altura de la cultura de la sociedad, de los valores que tiene, y de sus objetivos a corto y medio plazo. Se trasmite lo que se tiene, y a nuestra sociedad no le gusta su pasado, ni sus tradiciones, ni nada que suene a historia ni a conocimiento sesudo. Es la posmodernidad, que tan bien han entendido nuestras autoridades educativas. Don´t worry be happy.

Una autoridad educativa es un político que en su vida ha pisado un aula, más que cuando era alumno, y no se enteraba de nada. Luego están las pequeñas autoridades educativas, los agentes serviles y funcionariales de la cosa nostra, que son los que deciden las pequeñas cosas cotidianas de los centros educativos. Sus grandes intereses giran en torno a que se entreguen los papeles de turno (por algo son burócratas amantes de la burocracia), y por supuesto que no haya problemas, y si los hay que se solventen lo mejor posible. O sea, que se haga como que no hay problemas, y para eso siempre hay que dar la razón a los padres, y quitárselas a los verdaderamente educadores: los profesores y maestros. En esto se resume la educación y sus problemas: cuanto menos se haga mejor, y si se hace que sea tan engorroso que no se quiera hacer nada. ¿Excursiones? A ver si va a pasar algo, no gracias. ¿Ampliamos materia y que sepan más cosas? Quita, quita, que se quejan los padres.

Hay que decir que la educación funciona gracias a que unas personas dedican, a cambio del peor sueldo de su categoría en el grupo A o B, a la ingrata tarea de decirle a un chico en clase que saque el cuaderno, que copie lo que se dicta, que no coma chicle, que no hable con sus compañeros, que guarde el móvil y que atienda algo. A cambio tiene que escuchar que el cuaderno se me ha olvidado, que no tengo boli, que no tengo nada en la boca, que yo no estaba hablando, y que por favor por favor no que quite el móvil porque mi padre me mata. Ah, y que si no atiendo es porque eso es muy aburrido.

Estas personas tienen además que intentar trasmitirles algo de la cultura en la que viven y eso es una tarea muy ardua porque la cultura en la que vivimos está en una profunda crisis y no se sabe ni siquiera qué hay que trasmitir. En el futuro las asignaturas fetén de la escuelas serán educación sexual, manejo del móvil, juegos educativos, hacerse un bocata de tortilla para sobrevivir, los problemas de las drogas y el ocio del finde. Y seguro que suspenderán por no llevar el cuaderno, ni los bolis, ni atenderán en clase.

Hay que decir que los profesores en general saben como hacerlo bien, son buenos profesionales que tienen muchos conocimientos y manejan muchas herramientas educativas y pedagógicas para lograr algo, a veces mucho y otras menos. Pero siempre algo. También es verdad que las generaciones más jóvenes de profesores han adquirido, y es discutible, menos bagaje cultural, su acervo es más limitado, por lo que trasmitirán menos contenidos clásicos. Pero como la escuela y la sociedad está pidiendo más samba y menos curro, pues da igual. Un profesor que hace cursillos es mejor que uno que tiene un doctorado, verbigracia.

Lo que no cabe duda es que el mismo profesor logra que un alumno saque matrícula en selectividad, y que otro alumno deje todos los exámenes en blanco. Los profesores solemos decir que un alumno bueno no necesita profesor, y es verdad en parte, pero un alumno malo tampoco, sobre todo cuando no quiere ser educado y se empeña en no hacer nada, para castigo de sus padres, cuando están concienciados de lo que tienen en casa.

Las autoridades educativas no quieren ningún problema, y como el informe Pisa les saca los colores, pues tratan por todos los medios de reducir el fracaso escolar. ¿Cómo hacerlo? Aprobando a más gente y ya está. Por eso exigen informes cuando suspendemos mucho, pero no cuando aprobamos mucho, porque se supone que lo que hay que hacer es aprobar a los alumnos, no enseñarles algo. Los contenidos son secundarios, pero las formas, ¡ay las benditas formas! Tan castas como los odiados papeles. No conozco a ningún profesor que le guste rellenar papeles, y muchos que les encanta enseñar cosas; justo lo contrario que lo que las autoridades educativas quieren: papeles y más papeles. Papeles para todos, parecen querer decir. ¡Cómo si los problemas educativos se arreglaran haciendo informes!

El problema es que en nuestro país nunca, pero nunca, nunca, se ha escuchado al profesorado. Las autoridades educativas no quieren conocer la opinión del docente, más que cuando hay muchas bajas por depresión, que entonces dicen que hay que hacer algo. Pero la verdad es que les importamos un bledo. Nos han convertido en dianas de un sistema que cambian a su antojo, más lengua y menos plástica, o más matemáticas y menos religión, quitamos la selectividad y ponemos la reválida, cambiamos el nombre a los recreos y les llamamos segmentos de ocio, y majaderías por el estilo. Las leyes educativas, no es que sean farragosas, es que son caóticas. Ni la inspección sabe aplicarlas, y cada uno las interpreta como le apetece. El caos es impresionante, pero bueno. Mientras no haya problemas. Que parezca que hacemos algo, dicen los sabios que manejan la educación en este país, que es cualquier tarado que pasaba por allí con una ocurrencia. ¿Se imagina un profesor ministro de educación en España? Yo no, y mira que tengo imaginación para escribir libros.