Hace cuarenta años, hubo en España, TVE, un programa excelente titulado A FONDO, que se dedicaba a hacer entrevistas a personajes importantes del momento. Yo casi no lo recuerdo. Lo presentaba un periodista llamado Joaquín Soler Serrano, al que apenas pongo cara, pero que he tenido el inmenso gusto de leer en un libro donde publicó las entrevistas a los escritores más relevantes de entonces. Panorama Hispanoamericano, por supuesto. Una delicia.
El libro está algo viejuno, del año 78, pero las entrevistas se conservan frescas y radiantes. Yo tenía 10 años, y la democracia española arraigaba en España gracias a la reconciliación de las derechas y las izquierdas. Eran buenos tiempos para la cultura, porque la mayoría de la gente que deambulaba por el programa era del nivel de Cortázar, Borges, Dali, Ionesco, Llosa, Fellini, Elia Kazan, Rubinstein, Menuhin o Severo Ochoa. Fue un programa excepcional, en una época excepcional, y el libro recoge un eco del pasado, una voz que nos envuelve y nos atrapa recordándonos que hubo una época donde las letras españolas e iberoamericanas eran importantes para los tímidos y recios españoles de entonces. Creo que las entrevistas deambulan como fantasmas por youtube, pero yo no las he buscado.
En el libro escucho el alma de Cela, Delibes, Gironella y Torrente Ballester para España. Cada uno en su estilo, los cuatro desgranan su dificultad para escribir, su timidez congénita, su deseo de lecturas y soledad. Los representantes de Argentina son José Luis Borges, Julio Cortázar, Mujica Laínez y Ernesto Sabato. Extrañamente me identifico con todos, a pesar de ser tan distintos. Es algo que me sucede con casi todos los escritores. Sentimientos comunes, desgarros parecidos, incomprensiones y timideces del mismo costado. Cojeamos parecido, pero casi siempre con la misma pierna. Quizás sea el oficio. Leí también en verano a Philip Roth, su «Zuckermann encadenado», y me encantó.
Son escritores, simplemente escritores. Luego desfilan las entrevistas de los colombianos Rojas Herazo y García Márquez, no me sorprende la creatividad , sino que alguien apostara por ellos. De Cuba destaca Cabrera Infante, la revolución acabó con la libertad del escritor. Alejo Carpentier habla desde Francia, segunda patria de muchos escritores hispanoamericanos. En Chile resuena José Donoso, y el cadáver de Pablo Neruda, que se hizo entrevista en su paisana Matilde Neruda, pues el poeta dejó este mundo antes de hacerse el programa. Me encanta el libro y aún queda lo mejor. La colorida Méjico es representada por Carlos Fuentes, por Octavio Paz y por Juan Rulfo. Avanza el libro con Paraguay y Roa Bastos. Luego llega el Perú de Vargas Llosa (el único vivo que queda), de Uruguay las letras las pone Juan Carlos Onetti, un hombre extraño, de Venezuela Uslar Pietri, con el que termina el libro. Todos soy yo y en todos estoy, sin ser ninguno de ellos. Son perfiles humanos de escritores puros. Cada uno es único, irrepetible.
Todos muestran lo que son. Los hay locuaces, los hay tímidos enfermizos, y los hay suspirantes. Los que escriben todos los días, y los que lo hacen cuando están inspirados, que es cada mucho tiempo. Los hay prolíficos, en cambio otros escribieron la obra de su vida y no pudieron parir más hijos. Esto es así. Me sorprende el tono político de la época, libertades, indígenas, relatos rurales y vidas escondidas. En el otro lado estan los dictadores, y las familias bien de las que muchos procedían. También fueron emigrantes. París los acogió, también Londres, porque Madrid estaba ausente y ocupada.
Es curioso que casi todos salieron trasquilados de la política, tanto los que se significaron en su momento, como los que trataron de esconderse del malvado perseguidor. Serán cosas de la vida. Muchos de ellos me temo que son famosos por haber militado en las filas de la izquierda, fueron la divine gauche de su momento. Los parientes pobres lo hicieron en el indigenismo, y unos pocos en la democracia con mayúsculas. Todos desearon ser libres, pero se equivocaban de bando y de amigos poderosos. Sobre todo de poderosos. Fueron adulados y hurtados quizás al tiempo.
Salieron del anonimato porque alguien los descubrió, un amigo que ya publicaba, un editor con ganas de hacer negocio, el que fuera. Casi todos agradecen el éxito y casi todos desean volver a la oscuridad. Un silencio del casi nunca ya gozaron. Fueron el «boom» latinoamericano de las letras, y así los presenta Joaquín Soler varias veces. Sin duda Bacells y Planeta los hicieron universales; y ellos luego se repartieron varios premios Nobel según edades. Etapa dorada de las letras españolas. Me apenan los escritores olvidados, los que no eran entonces y nunca pudieron ser; y me pregunto si se volverá a repetir tal gusto por las letras, y tal sufrimiento por hacerlas. Las dos vendrán juntas, de eso no dudo. No me pongo melancólico, pues no quedan sus libros, sus hermosas palabras, sus historias bellas y la música de lo que fueron. Gracias a todos. Y a Joaquín Soler, que tuvo que pelearse con los de siempre para poder hacer aquel programa de A FONDO.
interesante, y recuerdo ese programa que seguí con entusiasmo, pero desconocía que se hubiese publicado un libro con sus entrevistas, gracias por la informacion tratare de hacerme con el