Estoy asustado. Bastante asustado. Acabo de bajar al chino de la esquina y un cartel me anuncia que las bolsas TAMBIÉN se van a cobrar aquí. Era el único reducto de inteligencia que nos quedaba en el barrio, y acaban de sucumbir.
Todo empezó cuando a principios de julio algún gobernante presuntamente ecologista, de esos avispados que inundan las teles sin complejos, decidió que se cobraran las bolsas aparte tras la comprita. En plan totalitarismo. Concienciación que le llaman ahora. Que todos seamos guays del paraguays, y si no lo eres te jodes y bailas.
Es sospechosa la medida, más que nada porque en el supermercado te venden cada una de las magdalenas, los cruasanes o lo que sea, en envases de plástico individualizado que son a su vez subsumidos en otros envases de plástico más grandes. Pero los muy concienciadores de masas (los goebels actuales hacen ingeniería intelectual con el beneplácito de la tropa), te cobran aparte la megabolsa de plástico donde metes todos los kilos de plástico y sus minúsculos productos; más que nada para que seas un ciudadano ejemplar y decidas bajar al super con tu bolsa de lona de toda la vida. El siguiente paso es que arrasemos con los bosques para hacernos con envases de papel. ¡Mon Dieu! Me asusto de la hipocresía de los gobernantes cuando coquetean con la estupidez. ¿Se darán cuenta o realmente son idiotas en serie? Yo creo que son bobos e ineptos, y que ese es el origen de la maldad. Socratismo ético se llama. Son malos, porque más que nada son tontos.
Otro caso. Los coches eléctricos y sus subvencionadas ventas. Son más contaminantes que los de diesel, gasolina o gas butano de los taxis. No se han enterado los gobernantes que fabricar electricidad contamina, y que la electricidad la fabrican con abundancia y alegría las centrales térmicas de gas, petroleo y carbón de toda la vida. Las eólicas y las solares son un apaño que no producen con perseverancia electricidad, aunque nos caigan mejor.
Con pensar cinco minutos me basta en este tema: es más INEFICIENTE convertir los residuos fósiles (gas, carbón y petróleo) en electricidad (PASO UNO) que llega a la ciudad, para luego el concienciado ciudadano lo convierta (PASO DOS) a través de una contaminante batería, en energía cinética, o sea movimiento. Es más ineficiente que hacerlo directamente, como hacen los coches (PASO ÚNICO). Y contamina menos en términos globales, pues la máxima de más eficiencia energética, menos contaminación sigue siendo válida. Otra cosa es renunciar al derroche energético y gastar menos. Ir andando al trabajo, vaya. Pero eso no lo potencia nadie, el transporte público también contamina, y las bicis contaminan cuando se quedan viejas y se tiran a la basura.
Los expertos no financiados nos cuentan que el día que todos los coches sean eléctricos, contaminaremos el triple. No en las ciudades, sino en los pueblos donde se instalan las centrales térmicas que fabrican electricidad. Y que no se las quiten que son trabajo fijo. Así son las cosas.
Pero la estupidez hace que a los políticos de nuestro tiempo les dé igual el futuro. Ahora nos venden con triquiñuelas el coche eléctrico, y dentro de veinte años habrá otros adversarios políticos a los que echarles la culpa del desastre. Nunca miran atrás y nunca piden perdón por sus errores del pasado. Nunca hay responsables del desastre educativo, ni de las torpes leyes penales actuales. ¿No tienen técnicos de su cuerda que les digan la verdad? ¿O es que los técnicos son tan estúpidos como sus amos?
Nuestra sociedad española es cada día más hipócrita, muy al modelo anglosajón, que son los reyes del puritanismo. Se les desgarran las carnes ante una bolsa de plástico, en cambio no saben y no contestan frente a mi batidora Braun de 95 euros, que tras ocho años de servicios amables se ha suicidado negándose a seguir currando. Obsolescencia programada, se llama. ¿Y que hago yo ahora con los cinco accesorios de plástico que me vinieron y están casi nuevos? De eso no quieren saber nada. Que los tire a la basura y que me compre otra. No sea que nos quedemos sin trabajo. Y ellos sin votos.
Por eso nuestra hipocresía, nuestro pensar afable y asertivo, nuestras buenas palabras y bondadosas verdades, las que son dichas en la tele y que todo el mundo parece aplaudir, son una ruina para la inteligencia. Son como aquel que por la mañana fue a una manifestación contra el machismo y por la tarde asesinó a su mujer. Como el que se hace de cruces por el cambio climático y luego no sabe prescindir de su coche; como el que se queja del trabajo precario de las fábricas y luego tiene en su sindicato, o en su casa, o en su oficina, a gente sin contrato. Su gran pecado no es la hipocresia de hacer y decir cosas contrarias, su gran maldad está en ser estúpido, y creerse estupendo simplemente por apuntarse a la corriente de moda que le cuentan los totalitarios idológicos que rigen el mundo. Los mismos que fabricaron mi batidora, o su coche, o su bici, para que durara una docena de años.
Mejor dejar de ser hipócrita por un rato, aunque nos sintamos culpables de lo mal que lo estamos haciendo.