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Cien años de Unión Soviética. Revisar la URSS.

Pues sí, pues sí. En estas semanas se ha cumplido el centenario. Casi nada. Hace cien años y casi no ha habido fastos. Supongo que es porque nadie reivindica el legado de la tragedia, especialmente cuando se derramó tanta sangre y se cometieron tantas equivocaciones. Putin no está por la labor, y el comunismo está en proceso de reconversión publicitaria (como toda la izquierda). Pero seríamos injustos si no hiciéramos una lectura también en positivo de la historia, sin apasionamientos, y sabiendo que la Revolución Soviética duró 74, que se derrumbó por sí misma, sin que nadie le empujara, y que han pasado, nada menos que 26 años. ¿Por qué no?

La historia de la Unión Soviética se puede leer, en el siglo XXI, como la historia de un gran fracaso ideológico. Nunca una posición política concreta tuvo tantos adeptos, estudiosos y fanáticos. Y nunca triunfó una ideología con la vehemencia y la fortuna con que lo hizo el movimiento bolchevique en la URSS en 1917. Es verdad que aprovecharon la debilidad del zar Nicolás II durante la 1ªGM y que fueron capaces de crear una atmósfera de presión contra los liberales mencheviques, ganando temporalmente la partida, pero no lograron perpetuar su victoria siquiera cien años. El paraiso se derrumbó en tres generaciones.

Desde luego, si observamos el juego completo, el gran triunfador ha sido la postura democrática liberal, teñida de aires nuevos por el zar Putin. ¿Valió la pena derramar tanta sangre? Si hubieran triunfado los Mencheviques, quizás nos habríamos ahorrado unas cuantas purgas y genocidios. No sabemos que hubiera sido de la historia, aunque sí sabemos algo con certeza: habría sido distinto.

Lo cierto es que la revolución soviética fue posible gracias a la debilidad del poder establecido, del gobierno de los zares. Y esta es una buena lección de la historia: cuando los gobernantes son incompetentes, el vacío de poder que generan es ocupado por posiciones más firmes y autoritarias.

La similitud con la Revolución Francesa es fascinante. Luis XVI fue tan mal rey en la Francia ilustrada, como Nicolas II en la Rusia tardoabsolutista. Pagaron con la vida, y desencadenaron en los dos casos una guerra civil en sus respectivos países. En Francia la guerra civil tuvo vencedores puntuales que no tardaron en pagar con su misma sangre la osadía de querer ser grandes. La excepción fue Napoleón, que lo tuvimos que deponer el resto de los Europeos tras unos cuantos años de saqueo y chulería. La muerte del Zar, por el contrario, trajo una guerra civil primero y una estabilización de un régimen totalitario que se mantuvo durante 74 a sangre y fuego después. Cuando el poder no es fuerte, otros lo toman y lo ejercen para sus intereses. ¿Hay algún pontevedrés por ahí? Pues eso.

En la Unión Soviética se pusieron en marcha las ideas radicales del comunismo marxista, la izquierda tuvo su oportunidad. Por eso podemos hacer un juicio al comunismo como ideología, y descubrir sus profundas limitaciones y sus puntuales aciertos. Los que siguen siendo comunistas, y que prefieren no usar las siglas del comunismo deberían hacer una verdadera reflexión sobre la practicidad de lo que intentaron, y la debilidad filosófica y antropológica de sus planteamientos, para evitar volver a repetir los mismos errores. ¿Pablito, estás ahí con tu Monedero y Errejón querido?

Para mantenerse en el poder, los dirigentes soviéticos tuvieron que ejercitarse duro. Fue una carnicería. No los años de guerra civil, los iniciales de los años 20, sino en los años siguientes y siguientes, y los siguientes de después. Totalitarismo y dictadura ferrea. Y es que la democracia no es posible para los comunistas; por eso hablan tanto de ella, porque no creen en ella, ni saben lo que es. Ellos llaman democracia al totalitarismo ejercido por ellos, o sea el pueblo. Y eso no es democracia.

Si hay una tónica común en la URSS es que persiguieron desde el primer día a sus enemigos ideológicos, y así estuvieron hasta el último día. La época más dura de persecución fue la de Stalin, pero tampoco se andaban con chiquitas en la época de Andropov, o Jruschov, o Bresnev. Persecusión y falta de libertad hubo hasta que Gorvachov, 1986, accedió a la secretaría general del partido. Cinco años más tarde se derrumbaba todo. Comunismo y persecución son casi sinónimos, y es una pena que confirma que las ideas son más benévolas en los papeles que en la calle.

El gran éxito del comunismo, desde la perspectiva histórica, fue que introdujo el acceso de los servicios públicos y derechos sociales, como algo importante y generalizado para la humanidad. La educación y la sanidad eran el escaparate de que lo suyo funcionaba. Tampoco hay que olvidar que ya era un objetivo de los socialistas utópicos del siglo anterior, y por supuesto, siempre ha sido la pretensión de la socialdemocracia (izquierda rosa), o de los fascismos totalitarios (izauierda negra). Occidente y el capitalismo llegó a lo mismo cuando comprendió que era más rentable que los trabajadores tuvieran derechos y dinero para gastar, porque eso incentivaba el consumo y el crecimiento económico, que no que se murieran de hambre. Educación, sanidad, deporte, vacaciones pagadas y parques cerca de casa. Eso sí era el paraíso del pensamiento laicista que propusieron los comunistas. El capitalismo en occidente les ganó por la mano.

Desde la 2GM, en todos los países occidentales, se impuso la igualdad de oportunidades, los servicios públicos y la protección social. En una palabra: Estado Social de Derecho. La democracia de la igualdad. La socialdemocracia sustituyó al socialismo y al comunismo ideológico que pretendían la revolución como camino para conseguir lo que ya gozaban en el paraíso capitalista. Eran otros tiempos, y el capitalismo con reformas no era tan malo como lo habían pintado los comunistas, que no lo querían ni ver.

Esto nos sirve para poder entender por qué se hundió la URSS. En realidad no se cayó porque el capitalismo le hiciera frente. Se hundió porque dejó de ofrecer algo mejor a la humanidad. Cuando la sanidad se hizo pública en occidente, la URSS dejó de ser guay, porque ofrecía lo mismo, pero a cambio de perder la libertad. Un espejismo todavía inexistente en los países pobres, por cierto.

La URSS no fue un modelo de bondad, ni de respeto a los Derechos Humanos. Si hubiera ganado Stalin la guerra civil española, Franco sería ahora un alma querida y un héroe nacional derrotado, de esos que tanto nos gustan. La utopía suele ser necesaria hasta que se alcanza el poder, entonces es imprescindible ser realista, como bien le explicaron al Che Guevara cuando fue un nefasto ministro de industria en Cuba. O como pudo comprobar Ángel Pestaña en su famosísimo viaje a la URSS, de la que volvió impresionado.

Sin duda, el éxito sin paliativos de la URSS fue su capacidad para crecer económicamente durante los años difíciles del crack económico del 29. Se enfrentó más tarde a Hitler y lo venció perdiendo veinte millones de vidas. Si hay algo por lo que se puede admirar a Stalin, lo único me temo, fue porque venció a Hitler; y porque logró elevar a su país a la categoría de potencia económica a fuerza de sacrificios y sangre. Grandes recursos naturales, gran industria pesada, y poca industria de trasformación al servicio del consumo. Pero lo logró. Aunque dejara una contaminación brutal, lo logró, claro que sí. El pueblo ruso es más fuerte de lo que cree el resto del mundo, por supuesto.

Después de Stalin vino una lenta y agónica decadencia. Marcada por la guerra fría y por la estupidez de un sistema incapaz de mejorar la vida de sus ciudadanos. Alcanzaron su techo de éxito y terminaron resistiendo al mal, que identificaron con Occidente. La cultura comunista y su estilo de vida se quedó sin argumentos cuando llegaron oleadas de vaqueros y de objetos de consumo masivo. Resulta que los trabajadores oprimidos de occidente vivían mejor que los trabajadores protegidos del Estado Soviético. Tampoco fueron capaces de facilitar a sus ciudadanos la libertad que reclamaban. Y su sistema económico planificado fue un gran modelo de ineficacia, burocracia y corrupción.

Por supuesto, tampoco fueron capaces, a pesar de convertir su ideología en una pseudorreligión, de dar una visión trascendente al hombre. Sin más allá, y sin Dios, no hay sociedad que pueda perpetuarse, siquiera sobrevivir. Fue un problema secundario para sus dirigentes, algo que no comprendieron (la izquierda sigue sin comprender lo que es una religión), por eso la URSS se quedó vacía por dentro, y sin expectativas de eternidad ni de futuro. No pudieron ofrecer más que un presente de trabajo esclavizante a favor del Estado Totalitario, y muchos de sus ciudadanos fueron perseguidos y encarcelados por disentir, por querer otra vida, por aspirar a Dios. La URSS se convirtió en una cárcel inmensa, de la que no podían escapar sus ciudadanos. Un paraíso herido de muerte.

Cuando llegó Gorbachov al poder, cayó la URSS. Probablemente cometió muchos errores, porque es increíble que una superpotencia se derrumbara tan fácilmente. Pero así fue. En realidad no había nadie que quisiera seguir sacrificándose por su soviet, ni por su partido o por su sociedad liberticida. El pueblo ruso prefirió la libertad y la democracia. Aunque nostálgicos nunca hayan faltado.

Los demás pueblos soviéticos amigos prefirieron el autogobierno, lejos de la potencia rusa dominante. El comunismo fue capaz de unificar las repúblicas más dispares del mundo durante un tiempo; en ese sentido fue algo católico, universal… lástima que el cemento no fuera fuerte. Si la URSS hubiera sido una Unión de Repúblicas Socialistas Católicas, seguramente habría durado más tiempo y el Papa actual sería un ruso y no un argentino. ¿Quién sabe lo que hubiera sido mejor? Por si acaso, mejor no especular. 😉