El origen de la corrupción.

Se habla mucho de corrupción en nuestra sociedad, de la corrupción de los otros, claro. Y pocas veces se analiza y estudia el porqué de la misma. La gente no es corrupta porque sí, y los políticos no lo son por ser unos ignorantes – de hecho suelen tener más estudios y capacidad que la mayoría de la gente -. El problema está en que unos y otros, estudiosos e ignorantes, podemitas y peperos, perroflautas y sosialistos tienen, todos juntos – all together y tous ensemble – un problema serio para diferenciar el bien del mal. Es un problema que afecta a las sociedades occidentales, pues, como dijo Dostoyevski, si Dios ha muerto, todo está permitido; y algunos están disfrutando la del pulpo con esta afirmación.

Yo creo que vamos a peor, porque en una sociedad narcisista el egoísmo justifica cualquier actitud. Las nuevas generaciones, y doy clase desde hace casi veinte años en secundaria, tiene cada vez más problemas para diferenciar el bien del mal. No todo el mundo, claro, pero muchos sí. El hedonismo hace estragos y uno puede escuchar en un aula justificar el derecho a aprobar sin hacer nada, como si la ciencia infusa se instalara en la cabeza de un angelito que está todo el día con el móvil en su mano derecha, mientras con su mano izquierda recoloca su creciente testicular. 

Luego llegarán sus mamás y te dirán que le apruebes, que el chico necesita nota para hacer medicina. Y que no ha podido estudiar porque es que estamos separados, y como el pobre está cada año con un pariente distinto,  incluida una abuela, pues eso, que no ha venido a clase muchos días, porque se duerme los lunes por la resaca, pero que el chiquito lo pasa muy mal. Que estamos todos en paro, y con ese ambiente en casa no se anima a venir al cole. Ya, ya. Me hago cargo que el muchacho sufre mucho en la cama, con el móvil y la mesa puesta a mediodía. Sí, sí. Le vamos a llevar a un psicólogo de la Seguridad Social, faltaría más, porque con lo caro que está por lo privado. Psicólogo gratis para todos, te dicen.

Y luego llega la inspección y te suelta la misma baba, que si tenemos que aprobar para reducir el fracaso escolar, que si tenemos que hacer piruetas metodológicas y preguntarles por el día de la semana que estamos para que titulen.

¿Quién es el corrupto en este asunto? El alumno, la mamá, el profesor que renuncia a enfrentarse, la inspección y sus jefecillos.

Esto me hace pensar que el origen de la corrupción española no está en el hedonismo contemporáneo, que no ha hecho más que exacerbarlo, sino en algo más nuestro, algo que se encuentra en nuestra esencia. Yo creo que en España, país que ha renunciado a su propia lengua y cultura, somos inmorales desde los tiempos de la picaresca, siglo XVI, cuando el mundo era nuestro y podíamos presumir con orgullo. En aquel entonces, los que pasaban hambre se entregaban al vicio de robar, afanar, ridiculizar y burlarse de la gente elevada, y los que nos gobernaban intentaban medrar y salvar el culo. Era la corrupción del pícaro Lazarillo de Tormes, pero también la del secretario de Estado Antonio Pérez, o la del Conde Duque de Olivares, la del Gran Capitán y sus cuentas o la del amigo Godoy que se trajinaba a la reina. tipos distintos, y con variantes de una forma muy personal de hacer las cosas. Y es que el problema de España, que contara la generación del 98, sigue siendo un problema sin resolver, aunque lo creamos superado.

En la actualidad se nos concentran los comportamientos inmorales por segundos; pero mucha gente no lo detecta a estas alturas de la película, donde todo le parece normal, o donde se justifica lo injustificable si el mal lo comete uno de su bando. Luego vienen las guerras civiles, los héroes olvidados de Baler o de la guerra de la independencia, los desmanes de un país que trata a sus ciudadanos (Blas de Leza o Cervantes) como  si fueran estiércol, mientras se regodean y vocean cualquier soflama estúpida que esté de moda. Nuestro problema es la envidia, y no es por casualidad.

Pérez-Reverte califica el tema diciendo a menudo que «en España no cabe un tonto más», pero para mí no es solo un problema de inteligencia y estudios, sino de la confusión en el asunto del comportamiento moral. Yo más bien diría que en España, por culpa de la deriva ética, aún caben bastantes malos más, getas y golfos, que por desgracia se acabarán contagiando de la picardía e inmoralidad de los primeros. La estupidez es también contagiosa, pero ese es otro tema, porque en un país donde la gente no lee, hablar de ignorancia y educación es como insultar a millones y millones de personas. Lo dejaremos para el día que conmemoremos el Cuarto Centenario de la Muerte de Cervantes, que está cerquita.

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