Decíamos ayer… que eso de pagar a los profes por rendimiento atufa un poco, sino que se lo pregunten al profesor que da clase a los muchachos de la página de arriba. No es España, claro, pero donde hay un profesor y un maestro, muchos nos reconocemos. Y ser profesor es una profesión de riesgo en muchos países. ¿También en España? Espero que no empeore tanto la cosa, aunque veo que no será gracias a los ideólogos como Marina, Marchesi o el tío Wert de la Unesco ( a Dios gracias, de bolos por el mundo).
El problema es que para muchos compatriotas LOS PROFESORES somos un obstáculo a las aspiraciones y los sueños de sus hijos, o sea, somos grandes malos, gente sedienta de suspensos, enamorada de machacar a los alumnos, y cosas por el estilo. No miento, para algunos alumnos, un profe que exija suele ser un cabroncete. Me suspende por no estudiar, malo, me suspende aunque no atienda en clase, malísimo, me jode la vida porque abandono su asignatura cuando estoy a punto de titular, pues los Dalton, que son los malos de Lucky Lucke. Y encima tiene cara agria. Claro, no te jode, llevo todo el año avisándote de que no haces nada, y te escojonas en mi cara. Normal. No soy tu madre que te malcría. Yo te apruebo si me demuestras que sabes lo que te he intentado enseñar.
Para algunos alumnos (y bastantes padres logsianos), un buen profe es un coleguita, tipo serie de televisión de chavalitos. Es guay y majete, y nos entretiene mientras nos enseña. Si encima está bueno y se enrolla con la de mates, pues cojonudo. Un pichabrava que ejerce su atractivo. Por supuesto, debe ser un pimpollo, un jovencito, porque la sociedad, no lo olvidemos, sacraliza la juventud con el mismo afán con el que consolida su estupidez. No debe ser un intolerante, al contrario, tiene que pensar guay, con aspecto de crítico, y si viste grunge casual y porta pendiente, pues ya perfecto. Moderno, pijo, progre y enrollado. Eso a las madres que leen Cincuenta Sombras les pone mogollón.
Lo malo es que los políticos profesionales piensan lo mismo, porque es lo único que saben sobre el arte de enseñar. Fueron alumnos y no tienen la perspectiva del «otro lado», y además es lo que han visto en la tele desde hace cuarenta años (desde que hay democracia). Física y Química, Al salir de clase, Un paso adelante y muchas más. Llevan tiempo diciéndonos que los profesores del futuro tenemos que ser una especie de animadores socioculturales, monitores de gimkanas y dinámicas guapas, y no empeñarnos en enseñar. En realidad enseñar es algo anticuado, nos dicen, porque el alumno tiene que descubrir cosas, y nosotros, como guías de un zoológico, irles mostrando los distintos bichos para que ellos se arrimen a verlos y a entenderlos. Yo la verdad, les digo que abran el libro y que descubran todo lo que puedan, y no. Que miren el campo a ver si ven algo, y no ven más que el tanga asomado de su compañera, y el móvil que esconden bajo la chaqueta. Que no, que no funciona… como no les mandes leer, hacer un resumen y se lo explique con esquemas y horas de esfuerzo y aburrimiento, no lo pillan. Sin esfuerzo no se aprende nada, y eso lo sabe cualquier profesor de cualquier época histórica. Por mucho que les cuentes chistes, en plan club de la comedia sobre Platón, no son capaces de repetir nada de Platón con coherencia. o se estudia y se memoriza, y se demuestra en un examen, o no se aprende nada. Una cosa es atraer la atención, y otra que se lo curren. Lo primero lo hacemos compitiendo con la tele que tiene más pasta, y lo segundo se lo inculcamos a base de sermoncitos y retahílas.
Tristemente, para muchos alumnos, el profe es un colega que está ahí para hacer lo que digan ellos, pequeños tiranos en su casa, machistas en potencia (se portan peor con las profas), unos tipos que deben estorbar lo menos posible a sus interesantes y prometedoras vidas de famosos en potencia. Su gran aspiración, ya lo saben, es ser un analfabeto de esos que pueblan la galaxia Gran Hermano, y Gran Hermano PIS, o Vips, o como se escriba, que es igual. Y no son muchos que se salen de la tontería generalizada, aunque haberlos haylos, por supuesto, alumnos que estudian, que salen adelante a pesar del profesor, y sobre todo a pesar de sus compañeros. Son minoría, que tiene que compartir sus aprobados brillantes con los aprobados generalizados a los que nos vienen obligando en los últimos años.
Realmente, el profe que obedece a los alumnos, no enseña una mierda, aunque a veces sea muy apreciado por ellos. Algunos creen que no sabemos entretener a nuestros alumnos y se equivocan. Somos supergraciosos (también fuimos alumnos), lo que pasa es que queremos que aprendan algo; lo cual requiere seriedad, talento, esfuerzo, creatividad, simpatía, pero firmeza y autoridad. Y eso, créanme, entre todo el marasmo de las autoridades educativas, parece casi un empeño exclusivo del profesor, lo de aprender, digo; porque lo de aprobar es lo que quiere el resto de la humanidad, especialmente padres e inspectores.
Las autoridades educativas persiguen un gran objetivo: no tener problemas. Para eso rodean al profesor de papeles, de informes, de porcentajes con resultados reales, y tienden a marearlo. Les importa muy poco si se enseña algo en clase o pierden el tiempo haciendo jueguecitos. Lo que quieren es: que nadie se queje, y que todos aprueben. Felicidad absoluta a costa del marronazo de aprender de verdad, de leer, de memorizar los fines de semana por la tarde y de disfrutar con el conocimiento. Son los mundos de yuppi. Esta presión se lleva haciendo desde hace años, sin que los sindicatos digan ni Pamplona. Aprobar, aprobar, aprobar. Es la única palabra que conocen. Y nosotros, los profes: educar, aprender, esforzarse, intentarlo, trabajar, estudiar, centrarte…
La incompetencia de las autoridades educativas de éste, y me temo que de cualquier país de la decadente Europa, llega al esperpento de tomar decisiones terriblemente perjudiciales a la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Incluso dañando a alumnos y profesores.
Un caso: Un alumno reclamó una nota hace unos años, se basaba en que el profesor no había terminado el temario (entre otras cosas porque los alumnos no tenían herramientas intelectuales para comprender la compleja materia, y tampoco hicieron demasiado por intentarlo). La inspección le dio la razón al chaval, porque supuso que si hubiera dado el temario que faltaba, ese alumno habría sabido esa parte mejor que la que había suspendido. La selectividad apremiaba, y el inspector era un tipo guay. El muchacho suspendió selectividad, pero eso no importó a nadie. Imagino que el profesor se pillaría una depresión, y que gracias a Dios descansaría en su casa. ¿Se disculpó alguien ante el profesor? Lo dudo. Es de esas cosas que suelen suceder en el sistema de la cosa nostra.
Segundo caso: este es reciente y masivo. Un instituto oferta varias optativas (que escogen los alumnos), para los cuales tiene profesor preparado y en plantilla. No va a costar más dinero al sistema educativo. Pero resulta, dice la autoridad educativa con forma de decreto, que si no llegan a ocho no puede haber optativa. Tuvieron a los profes en la sala de profesores leyendo el periódico, y a los alumnos sin poder aprender la optativa elegida. Esto ha sucedido en cientos de centros de Castilla y León (la de mejores resultados a pesar de…) durante la llamada crisis económica. Se basaban en que no había dinero, pero en realidad era fruto de la incompetencia de los que no han pisado un aula en su vida, pero nos están todo el día contando lo que tenemos que hacer. Perjudicaron sueños y aspiraciones de los alumnos, y ningunearon a los profesores, para acto seguido decirnos que teníamos que ser «autoridad». Sí, claro. Auctoritas sin potestas.
Si van a pagar a los profes según resultados, está claro que perderá dinero el profesor que exija demasiado y no obtenga resultados. De hecho, con los criterios de los alumnos, los profesores exigentes, que normalmente yo los tengo como de los mejores a lo largo de mi vida, pues me enseñaron mucho más que otros, están condenados a desaparecer. Empezarán a bajar el listón, para no cobrar menos; y al final lo pagaremos todos. Eso sí, para cuando nos demos cuenta del error, ya estarán enterrados tras la barrera de la ignominia. Exterminamos a los mejores, y nos convertimos en saltimbanquis.
Mal asunto. Pronto los exámenes los harán los alumnos con el móvil, buscando en Google las respuestas. La sociedad os debe mucho a los profes que no habéis arrojado la toalla. Un abrazo, Antonio.