Vacaciones de revista.

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En medio de este apacible verano hago esta foto. Me ha sido facilísimo. Saco el móvil, aprieto un botón virtual, y ¡zas! Ahí está. Reconozco que me encantan las vacaciones, ¿y a quién no?

Dicen que las vacaciones de los profes son muy largas. Yo creo que son proporcionales al nivel de saturación emocional con el que uno llega al 1 de julio, y yo reconozco que me suele pasar lo mismo siempre: en Julio no desconecto totalmente, y Agosto es relajante, salvo por la presión de la fecha del 1 de septiembre que se acerca implacable contra nosotros. Ahí como cualquier hijo de vecino.

Dicen que las vacaciones son para descansar. Pero yo termino más cansado físicamente que cuando empezaron, y creo que es por el calor aplastante del día. Este verano con saña. Julio ha sido caluroso y Agosto no parece darnos tregua.

Dicen que ya hemos ido a casi todos los sitios que teníamos pensado: apartamento en la costa y foto, casa del pueblo con abuelos y fresquito, piscina por las tardes con mis padres, y viaje a Lourdes con la familia y la parroquia. Reconozco que es un lugar único en el mundo, y que me quedaría a vivir allí, a pesar de la lluvia del invierno, y el calor sofocante con las cuestas del verano. He saludado a viejos amigos, he convivido con nuevas personas, y no ha faltado un rezo que apaciente mi corazón, con confianza en la Virgen.

También se me ha cascado el móvil, he terminado de editar la Segunda Parte de los Caballeros (ahora sí que para octubre seguro), y no sé si me llegará el coche a septiembre porque chupa aceite más que unos chocos onubenses. Tocaremos madera, y esperaremos que las ideas para las nuevas novelas puedan concretarse mejor cada día.

Pero la paz que uno trae y lleva, se resquebraja ante uno de los entretenimientos de las vacaciones, el consistente en mirar, releer y hojear las revistas del corazón. Ahora las llaman así, aunque tienen más que ver con los intestinos que otra cosa. Esa gente no descansa en verano, claro, y se enfangan hasta las rodillas para estar inmejorables. Para ellos trabajar consiste en hacer lo que el resto de los mortales hacemos en verano. Así es su vida, y la nuestra.

Están las poses en la playa de la gente. La Esteban horrorosa, la Obregón profesional, y la Preysler nos presta la foto de hace diez años. Mi pose playera ha sido este año la más lamentable, porque ya estoy más allá de los cánones, no de belleza, sino de salud. Pero las únicas fotos que hay son familiares, y en esas lo importante son los niños. De todas formas, me lo planteo, claro que sí, que comeré lechuga en invierno. Faltaría más.

Luego está la familia real por Mallorca, en plan bermudas y chancletas reales. Todas y todos muy monos. Hasta el Froilán ha titulado en Secundaria, imagino que le han prometido un viaje por el mundo, porque la moto y el pony ya los tiene. Ese tío promete, y los próximos años en las revistas del corazón del verano lo vamos a pasar chipén viendo sus escraches mentales y sus happenings. Este va para artista, sino al tiempo. En cambio la Cristina se hunde. No sale ni en las fotos, y el duque empalmado ni a la calle se atreve a salir, y en verano menos.

Los de Monaco se contonean en la gala de Cruz Roja. Están de curro solidario, y es que estos millonarios tienen que demostrarnos año tras año que hacen algo por alguien. Tienen pelas para dar y tomar, pero para no parecer unos egoistones de tres pares, tienen que hacer algo solidario. Una foto con una thailandesa violada, o con un bosquimano comido por un león, les da igual. Ponen caritas de interés, y hasta luego, Lucas.  Y siempre dan más que nadie, que es la ventaja de ser rico.

A pesar de todo yo creo que ni lo notan a fin de mes. Es el curro del verano, hacer una gala y tener que ir a despacharse y rozarse con la chusma esa que está pendiente de rozarse con tu glamour y divinez. ¡Qué migraña la fiesta, oye!

Sigo con la revista y con la gente de posado y posado. La una enamorada, la otra abandonada, otros en familia, unos empiezan nueva vida y el Borjita Thyssen amasa su fortuna en la costa ibicenca. Parecen felices pero la cuñada no se habla con la madre, o algo así debe ser. Quedan para cenar y les toca hacer el paripé. En cambio yo ceno cuando se me antoja, ahí les gano y no quedo con los malos.

Luego te enteras de que el Pantojismo no es un movimiento musical coplero, sino un terremoto familiar, también están los Mohedanos y los Jurados, a la gresca. Hay capítulos de las historias y cruces de opinión, sarcasmo e ironías. Todos son víctimas de los demás y de sí mismos. Los Vargas Llosa salen de vacaciones sin Mario y con muchos fotógrafos. Está claro que se les acabó la tranquilidad, y les va a tocar currar este verano un montón. Seguro que lo están pasando mal, así que les acompaño en el dolor.

La revista nos remata la faena veraniega solicitando que estemos «perfectas» (me gusta no ser mujer). Al parecer se lleva el color mandarina, que es color naranja pero en afrutado roto (eso deduzco), los pinreles que no sufran y que hidratemos la piel. Todo muy sano y estupendo, yo andaba despreocupado, así que ya tengo trabajo veraniego: me dedicaré a mirarme el ombligo un poco más en mi descansado anonimato.

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