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La distribución del libro. Su eslabón más débil.

El otro día me llamó Fernando, de RM Libros, la distribuidora de Mojados, en Valladolid. El hombre me contaba que se jubila, que tiene la espalda destrozada y la cadera a punto de operación. Ya cumple la edad con creces, pero el cuerpo no le da más de sí. Le hubiera gustado seguir algunos años más al frente de su pequeño negocio familiar, si la espalda le hubiera acompañado con menos dolores. Pero no ha podido ser. Ha dedicado al libro toda la vida, desde que era joven; y ahora, tras pasar por muchos momentos complicados, se ve abocado, como por desgracia sucede en el mundo del libro, a cerrar su negocio.

¿Que a qué se dedicaba? Distribución de libros, infantiles sobre todo, por las librerías de Castilla y León, aunque también le reconocí visitando institutos y colegios rurales, ofreciendo libros preciosos, coloridos y agradables. Siempre de aquí para allá, con el teléfono en la mano, y decenas de cajas en el maletero de su coche particular, más destartalado que nuevo, y el más amable que nunca.

Él y su mujer son gente que vale la pena, de los que han desgastado la vida para hacer un mundo un poquito mejor, con más lecturas y más alegrías. Ellos no están en las sonrisas del regalo cuando se entrega, pero también ahí se hacen presentes. De manera invisible. Sus libros son preciosos, de los que da gusto tener, ver; y que apetece leer. Esta gente merece un hueco en el mundo de las letras al que han servido con tanta lealtad; y casi nunca están entre los reconocidos. Se habla de los escritores, y poco del cartero de Neruda. Ellos dan vida a los libros, porque los llevan y los mueven. Son, casi siempre, en este oficio, amantes de los libros, enamorados de las letras. No son meramente correos, y eso se nota.

La distribución de libros es la tarea más ingrata de todo el entramado. Eres un correo, un intermediario entre el editor y el librero, y eso necesita de una infraestructura de al menos un teléfono, un almacén, un ordenador para llevarlo todo calculado, un vehículo y ganas de viajar todo el día cargando cajas. El porcentaje que se lleva es del 20%, lo que no siempre hace que sea rentable distribuir libros. No hay millonarios en el sector.

El distribuidor no sólo guarda los libros en el almacén y los lleva a las librerías cuando se los piden, también se encarga de que los libros estén en las librerías a su debido tiempo, y casi en las estanterías para ser vendidos. Los libros que no se ven, no se venden; y esta es una premisa que conoce todo el mundo que se dedica al comercio. Por eso los libros de lanzamiento deben estar en las librerías para ser vendidos. Las grandes cadenas tienen sus propias distribuidoras, que pagan por estar en los escaparates de las librerías de prestigio, pagan por llevar torres de libros a las librerías para que el público los vea y los compre. Las grandes distribuidoras se vinculan con las grandes cadenas de venta y las grandes editoriales. Pero los pequeños libros, los que son difíciles de encontrar, los que valen más la pena que otros por su particularidad y especialización, esos libros que no se venden tanto; los llevan y los traen los pequeños distribuidores. Si desaparecen estos, desaparecerán las librerías tal y como las conocemos. Librerías con fondo, con libros escondidos y no vendidos, libros raros y extraordinarios, únicos para un lector único. Sólo quedarán librerías de best sellers, y no habrá ninguna forma fácil de poder hojear un libro especial antes de comprarlo. Algo que ya sucede ahora y que irá a más.

Se trabaja con libros que no siempre dan una alta rentabilidad. ¿Quién compra libros de Séneca? ¿Quién busca un autor local especialista en novela histórica de su pueblo? En este negocio, hasta que no se vende un libro, no genera dinero para el resto de la cadena. El librero se queda el 30%, el distribuidor el 20%, el autor el 10%, normalmente la imprenta cobra el 25% del precio final y el resto es para el editor, que le suele quedar un 15%. Así es el negocio. El Editor hace el libro, lo paga anticipadamente y negocia con el autor su porcentaje. Luego lo da al distribuidor, que tendrá el 50% para él y el librero. De cada libro que se vende, y que valga, por ejemplo 20€, que es lo corriente: 6€ son para el librero, 4€ para el distribuidor, 2€ para el autor, 5€ es lo que le cuesta cada libro al editor, que se lo paga al impresor, y finalmente, lo que gana el editor será unos 3 euros.

Que parezca mucho o poco dependerá del gasto y del esfuerzo que tenga que hacer en su trabajo. Si ganas con cada libro 4€, pero gastas en envíos, gasolina, oficina y coche 5€ por libro, entonces es que no va bien el negocio. Si ganas 6€ por libro, pero tienes que pagar luz, calefacción, estanterías, gestión de ivas y alquiler del local, impuestos varios, vendas o no vendas libros, entonces piénsatelo. Los meses de diciembre y enero con buenos (Navidad), pero hasta marzo no se vuelve a reactivar la venta de libros. Yo conozco más librerías que sufren por sobrevivir que librerías que crecen y se expanden. Y detrás de ellas están distribuidores que sobreviven, ahora la mayoría han desaparecido. Y con eso lo digo todo.

Por desgracia, llevo seis años en esto de la edición, y he visto caer a varias distribuidoras. Arcadia quebró, a pesar de ser la distribuidora más grande de Castilla y León y lo hacía relativamente bien. Probablemente se pillaron los dedos en algunos libros superventas, y se vieron empujados a suspender pagos y a cerrar. Cuando sucedió eso busqué en otras distribuidoras y me encontré con la negativa a trabajar con autoedición. No les interesa vender tan pocos libros; pero esos mismos, están ahora pasándolo mal y cerca del cierre. Así son las cosas. El negocio está cambiando, y depende del lector que no se destruyan una forma de comprar libros irremplazable.

Me contaba el otro día un librero que no se sabe bien cómo se venden ahora los libros. La red e internet han cambiado la manera de comprar, y la pandemia también ha modificado hábitos y costumbres. Están algo perdidos y por eso muchos abren puertas a internet, a envíos como si fueran ellos mismos distribuidoras. El problema es que las distribuidoras de toda la vida se mueren. Y el librero necesita hablar de los libros que ha escogido para vender. El comercio online destruye al local, lo convierte en almacén. El escaparate es la pantalla fría de un ordenador, donde no podemos escoger el libro que queremos, ni olerlo, ni verlo, ni enamorarnos de una lectura especial y escondida.

Por eso tengo la sensación que con Fernando se está jubilando una manera de tratar los libros y de ver la vida, se jubila la cultura del sosiego y del amor al libro. La del que encuentra placer acariciando y oliendo unas páginas bien cuidadas de un ejemplar único y extraño en una librería pequeña, distribuida por un amante invisible de los libros.