Archivo de la etiqueta: Esperanza

Conviértete y cree en el Evangelio.

Es la frase más repetida y escuchada en el día de hoy. Conviértete, y cree en el Evangelio. «Conviértete» significa que debes cambiar la mentalidad, la manera ordinaria que tienes de ver la vida. «Cree en el Evangelio» apunta a la dirección que debe tomar tal cambio de mentalidad. Hacia Jesús que murió por tí.

Comentaba el otro día con mi sobrino que hay palabras y oraciones, que en determinados momentos se convierten en poderosas y fuertes. Ante una muerte, es necesario decir una palabra de consuelo, algo hermoso que recordar ante el cuerpo sin vida de alguien querido. Un juez en su sentencia, no hace otra cosa que tomar la palabra para hacer que sea poderosa en la vida del acusado. La filosofía y la ciencia se inicia cuando el hombre toma la palabra, cuando hace del «logos» un ejercicio de reflexión razonada y pensada.

Dios, en la tradición judeocristiana, es un Dios que toma la palabra, que crea y recrea, levanta, cura y resucita desde una simple y sencilla Palabra. Jeśus es el logos. De hecho, para los cristianos, Jesús de Nazaret es la Palabra encarnada, la que estaba junto al Padre en comunión con el Espíritu Santo desde el principio y para siempre.

Hoy la Iglesia ha tomado la palabra una vez más para decir «conviértete, y cree en el Evangelio». Sabias palabras y poderosas que acompañadas por la unción de la ceniza, nos recuerda el objetivo de la vida y de la Cuaresma que hoy hemos iniciado.

Conviértete. Estamos ante un imperativo, pero es también un ofrecimiento y una tabla de salvación. Conviértete es la traducción del vocablo griego pronunciado por Jesús en los Evangelios, «metanous». Metanous expresa cambiar las ideas, la mentalidad y la mente, y por tanto cambiar el sentido de la vida. Es un verbo, y por tanto implica acción y movimiento. La conversión no es algo pasivo que se recibe, sino algo que se ejecuta, que se mueve.

Convertirse significa cambiar en profundidad, no superficialmente; e implica alterar todo el horizonte de sentido para encaminarlo hacia Jesucristo y su Evangelio. Todas las cosas que nos mueven a nuestro alrededor son frágiles y están guiadas por un interés superficial y caduco. De ahí la otra sentencia del día de hoy, Miércoles de Ceniza, «polvo eres, y en polvo te convertirás». Y es que nos confundimos a menudo dando importancia a lo insignificante, y olvidando lo esencial de la vida. Somos polvo y seremos polvo, y esta verdad es la más incuestionable de todas. La muerte está en el horizonte de todos, por eso convertirse implica solicitar y pedir a Dios la resurrección para la vida eterna. Somos polvo, pero por Cristo no lo somos definitivamente.

Sabemos que Dios es lo esencial, lo necesario, lo eterno y trascendente; pero a menudo lo colocamos frente a nuestra preocupación cotidiana, vacía y no pocas veces marcada por la contingencia del momento. Dios está más cerca de nosotros de lo que nos pensamos, pero no siempre somos conscientes de su providente mano amiga y cercana. Nos rodea la inanidad, por eso precisamos, al menos una vez al año, poner a punto nuestro GPS, y encaminarnos hacia Él. Es una tarea a la que nos invita la Iglesia. Pero esto no lo haremos sin cambiar la mentalidad que habitualmente nos sepulta en la tumba de la nada. Convertirnos es salir de esa tumba para colocarnos en la rampa de lanzamiento que lleva a Dios.

Esto me hace pensar que nunca estamos convertidos del todo; y esto me hace pensar que nunca estamos alejados totalmente de Dios, pues siempre queda en el corazón humano un rescoldo, un deseo de plenitud, un algo que nos recuerda que tenemos en Dios a Alguien más cercano a nosotros que nuestra propia intimidad. Dios con nosotros, decíamos en Navidad. Ahora abundamos en la sentencia para ponernos en camino. Nosotros con Dios queremos caminar hacia tu hogar, tu casa. Tu santa morada.

Creer en el Evangelio, que es la segunda parte de esta reflexión, es tanto como creer en la Palabra hecha carne, es decir, creer en Jesús de Nazareth, en el Mesías. En el Cristo que viene a salvarnos. ¿De qué nos salva? De la muerte y del pecado. Por eso, el mejor ejercicio cuaresmal es contemplar la muerte de Jesús en la cruz, que está ahí por tus pecados y los míos, y en contemplar su resurrección, pues no estamos ante un simple ajusticiado. Dios nos ama, y Jesús nos muestra su amor a nosotros mediante el sacrificio de la cruz. Misterio y guía. Camino, verdad y vida. Conviértete y cree en el Evangelio, es lo mismo que decir, cambia el corazón, y mira al que te ha salvado en la cruz. Creed en Él, nos recuerda la Iglesia desde sus 2000 años de antigüedad.

Dice San Pablo que quien confiese que Jesucristo es Señor se salva, y dice el Evangelio que Dios perdona. Por eso convertirse puede empezar por lo más sencillo. Una pequeña oración dicha de nuevas que cambie todo mi ser, un gesto de amor con las personas que me rodean, una privación que me haga recordar que somos poco y que lo importante no soy yo, sino Tú. Ese Tú que es Dios mismo.