El vengador, de José Luis Castillo-Puche.

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José Luis Castillo-Puche, yeclano universal (1919 – 2004) es uno de esos autores que tradicionalmente ha sido catalogado como autor de posguerra, y eso, que podría ser una losa, en alguien que escribe con tanta frescura, oficio y rigor, se convierte simplemente en un altavoz de una época, con sones y tonos de magnífica literatura.

La posguerra que retratan tantos autores, y me fijo en los dos que más han seducido a los españoles: Delibes y Cela, reciben en Castillo-Puche un complemento tan imprescindible, que podemos afirmar sin ambages, que Castillo-Puche está a la altura de los dos citados, y para muestra sus novelas, algo escondidas en las Ferias del Libro de Ocasión, y olvidadas por los poderes fácticos de la cosa cultural.

La posguerra ha recibido muchos y variados enfoques; y en muchos de ellos el peso de la ideología del autor se traducía en el forofismo que despertaba en unos lectores, más amigos de las ideas que de los libros. Sin duda la carrera de Juan Marsé, o de Goytisolo no hubiera sido la misma si no hubieran sido icono de la izquierda; y por lo mismo creo que la carrera de Castillo-Puche, a mi juicio mejor escritor que los anteriores, y lo pongo en cuarentena mientras siga leyendo,  se vio truncada por no responder a esos cánones políticos que podía haber representado y no lo hizo.

José Luis Castillo-Puche fue Premio Nacional de Novela en 1954 (Con la muerte al hombro) y Premio Nacional de Narrativa en 1982 (Conocerás el poso de la nada), pero su carrera está llena de sugerentes títulos entre los que he encontrado «El vengador», entre los muchos que lo distinguen.

«El Vengador» es una novela que trata de un soldado del bando nacional, que regresa en 1939, recién acabada la guerra a Hécula (que es el pseudónimo que él utiliza para el hoy próspero pueblo de Yecla en Murcia), un lugar donde las izquierdas más exaltadas habían pasado a cuchillo a muchas personas, entre ellas sus hermanos y su madre. Allí le esperan con los brazos abiertos los falagistas y los vencedores, y con la certeza de que su hombría y sentido de la justicia le tiene que llevar a vengarse de los asesinos de su familia, ahora derrotados y presos en el pueblo. Todos facilitan la venganza, pero el vengador, no quiere llevarla a cabo, pues se siente compelido a perdonar, a borrar la sangre y a seguir viviendo.

La novela esconde una lección de humanidad, y con razón se ha hablado de Castillo-Puche como de un autor existencialista católico; de hecho compartió con Ernest Hemingway, además de la amistad, la preocupación literaria por reflejar la opresión, la muerte y el miedo humano. Castillo-Puche basa su escritura en su experiencia vital profunda y honda de lo español, no obstante fue seminarista antes de la guerra, y regresó al seminario tras la contienda civil para abandonar la carrera eclesiástica por los estudios de periodismo. También luchó en el bando republicano durante la guerra, por lo que podemos decir que un escritor que conoció al hombre de la guerra y de la posguerra con todas sus vicisitudes y desgarros.

Todo esto se descubre en El Vengador, donde la atmósfera opresiva de un pueblo como debió ser Yecla, llega a ser corrosivo y angustioso. Un libro recomendable para entender nuestra historia, nuestros sentimientos y nuestras debilidades.

2 comentarios en “El vengador, de José Luis Castillo-Puche.

  1. José Cervera

    Muy interesante el autor que propones, Antonio. Y el libro. Me ha llamado la atención que combatiera en el bando republicano, y no en el nacional como pudiera deducirse al conocer la trama de la novela. Supongo que la experiencia en la guerra le hizo ponerse en el lugar del otro y desengañarse de muchas consignas fáciles. Y al final el sufrimiento y el desamparo son universales y afectan a todos los bandos por igual. Lo mismo que el perdón puede venir de cualquiera de esos bandos para ennoblecer al que perdona y redimir al perdonado. Un saludo.

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    1. Antonio José López Serrano Autor

      Hola José, siempre encantado de poderte saludar.
      Castillo-Puche es yeclano, el pueblo de mi madre, y él retrata la vida del pueblo tras la guerra. La verdad es que es impresionante, porque Yecla, llamada la Rusia Española, tuvo la Casa del Pueblo con más afiliados de España, allí se cometieron crímenes espectaculares. Se asesinó a todos los novicios del colegio de los escolapios (niños de 12 a 15 años), se quemó a la Virgen del pueblo, y se convirtió la iglesia en un mercado, incendiándola. Iglesia Vieja que todavía hoy no ha abierto sus puertas desde entonces. Los archivos de las parroquias fueron saqueados y las matanzas, en un pueblo que entonces tendría unos 20.000 habitantes, fueron espectaculares. La gente del pueblo, por ejemplo mi familia, más bien de izquierdas que entonces vivía en Valencia, creyente y defensora de la república, entendió que aquello había sido una salvajada sin sentido, y la gente de derechas, por ejemplo un falangista del pueblo, salvó la vida a mi abuelo porque era amigo de la infancia, y lo hizo en el juicio sumarísimo tras un año de cárcel en Valencia. Dió la cara por él y no lo fusilaron.
      Por eso el valor que tiene esta novela es fantástico, porque recoge un ambiente de odio, pero también un ambiente de reconciliación muy común en muchas historias de la guerra civil. Siempre hubo gente que salvó la vida a otros sin tener porqué, y eso es lo que me impresiona y emociona. Son pequeñas flores que germinan en medio de basureros, y que si no se arrancan pueden ofrecernos algo bello.
      Gracias por tu comentario, y recibe un abrazo fuerte.
      antonio

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