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Colarse en la fila de las vacunas.

Es raro, muy raro, que el principal problema nacional sea señalar con el dedo a los que se cuelan en la fila de la vacuna. Suena a cachondeo; pero no a cualquier cachondeo. Suena al cachondeo nacional airado español. Marchando una de garrotazos.

Reconozco que el tema me da bastante igual. De momento no me he puesto a la cola, y aunque algunos dicen que para marzo caemos los docentes, se han guardado de decir el año concreto que nos toca. Han hecho bien, pues no hay nada peor que pillarse los dedos. ¿Verdad, señor don Simón?

Yo me apunté a la fila de la gripe. Ahí andaba rellenando papeles y consentimientos. Tal día a tal hora, nos dijeron. El caso es que veinticuatro horas antes nos cuentan por correo oficial que se han agotado las vacunas de la gripe. Que para la próxima.

Como soy paciente y funcionario, me toca resignarme. Así que sigo en el tema. Y pasan veinte días y nos citan para otra hora de otro día, lo que ellos digan, que no conviene poner obstáculos. Todo bien, pero dos días antes nos vuelven a contar que andan sin género. Que se les han agotado las dosis. ¡Vaya por Dios! Si que andan mal organizados estos tíos.

El caso es que volví a guardar papeles y consentimientos, porque pensé que a la tercera iba la vencida. ¡Qué va, qué va, qué va! (También leen a Kierkegaard) Que no tienen más, y que nos pongamos en otra fila. Que les llamemos por teléfono. Al poco nos mandaron a otra fila de esas que ahora crecen como en la Unión Soviética. Pero yo, que soy un tío avispado y he madurado mucho, gracias a la administración, he preferido no llamarles por teléfono. De hecho, igual tampoco tienen vacunas para la gripe y te cuelan una de la covid que estaba en pruebas.

El caso es que acerté (en lo primero, no en lo segundo), porque me contaron el otro día, fuentes sanitarias, que este año no hay gripe. Que con tanta mascarilla y lavado de palmas el bicho no ha llegado del hemisferio sur, que es por donde viene de estación en estación. Me temo que a la gripe le ha comido el terreno el coronavirus y que este año no se lleva. Cuestiones de moda, me digo. Casi mejor, y así me ahorro un pinchazo y esperar en una cola.

Por eso tampoco vamos a andar con mucha prisa en esto de la coronavacuna. Ya se les ha agotado en la fábrica, y eso que no llevan ni un mes vacunando. Normal. Cuanto más chuleas con millones de dosis, más grande es el tropiezo que te pegas al salir de casa.

Pero la gente anda a la gresca. Que si unos se han vacunado ya, y otros no. Los tuyos se han vacunado a traición, y los nuestros no. Y ale, unos garrotazos nacionales, que luego se parten de risa en Europa con nuestra mala baba. Todos contra todos, alimentando la envidia y odiando a troche y moche.

Yo me he vacunado para dar ejemplo, dice uno. Y yo me lo creo. Que tengo buen talante y me conformo con lo que me digan. Me dijeron que sobraban, y me parece estupendo. Seguro que algún día nos cuentan las dosis que han tenido que tirar por caducarse a los dos días sin refrigeración y también nos indignamos un rato.

Lo peor es cuando llega el bobote. El que dice: yo pido perdón, perdón que he sido un chico malo y no me he dado cuenta. Lo he hecho sin querer. Sólo tengo una respuesta para esa gente. Te perdono, hijo, pero no seas tan gilipollas de pedir perdón para quedar bien. Es mejor pasar por un político hipócrita y jeta que un político imbécil meapilas que no sabe lo que hace. Más que nada, porque los políticos son los que tienen que hacer las cosas y dirigir un país. Y claro, si no te has enterado de lo que hacías cuando te vacunabas, qué sera de nosotros cuando redactes tu próximo decreto ocurrencia gubernamental. De eso sí que no tenemos vacuna.