Sería una tragedia si nos faltara sentido del humor. Y sería una tragedia si muriera alguien, porque cuando escribo esto todavía no ha sucedido nada serio y verdaderamente irreversible. ¿O sí? Los catalanes están decididos a hacer humor, a divertir a toda la comunidad internacional, incluida la española, y la verdad, se lo agradecemos mucho, porque estamos realmente aburridos sin una revolución pachanga que llevarnos a la cara, y sin un reality chou auténtico, de los que se construyen con la vida real, con butifarra y calzoncillo cuatribarrado.
La verdad es que estos días parecía que se iba a quedar en nada el rollito este catalán, pero, ¡qué va! Estaban preparando un gorda, de las más divertidas que yo recuerdo en el mundo de la farándula nacional. El retrato no ha podido ser más bufo y absurdo, cual comedia de Pirandello: las urnas en la sacristía, el Puigdemont escondido cual zorro para votar en la casa del vecino, gente merendándose varias butifarras nocturnas cual panceta aragonesa, colegios abiertos en noches estrelladas (que no esteladas) con padres escondidos tras sus hijos, el Piqué llorando más que cuando hubo un atentado terrorista y gente votando y metiendo la papeleta en cualquier buzón sonriente. Ni las FARC, oyes. Y el Piqué nos cuenta que es un derecho votar aunque se salten la ley (¿se lo habrá sugerido Shakira?), y los mossos de escuadra (que son la poli catalana) disecados frente a los manifestantes.
No sé por qué dicen que no son españoles, si son la esencia de la españolidad que retrató Berlanga e interpretó Paco Martínez Soria. Mary Sampere era una aficionada al lado de estos tíos. Y por supuesto, hay que dar las gracias a su ideólogo Puigdemont, el quinto miembro del Tricicle, y por supuesto a Marianico, que está esperando en la Moncloa a que pase la fiesta, porque él no es amigo de jaranas, y ha enviado a la poli para ver si alguien hace algo con el problema catalán. Porque él si que no piensa hacer res de res. Ni hoy ni mañana. Que lo sepas.
La fiesta de la independencia ha molado mientras nadie los molestaba. Aunque todo era más aburrido, seguro. Y al amanecer una pena, porque la peña estaba cansada y no ha dado la talla ni para responder a la poli reclamando la independencia por las armas. No tendremos independencia, pero que bien lo hemos pasado. Había juerga hasta en el polideportivo del cole. Como dijo un castizo español, ¿para qué cojones sirve una tía antes de la seis de la mañana? Y es que es verdad, para divertirnos nos bastamos los tíos. Pues bien, la guardia llegó a las seis de la mañana, supongo que con las horas extras pagadas, porque un domingo a esas horas… ya está bien. Y unos cuantos que no se iban. Que viva la democracia. Digo yo que si hubieran llegado antes la poli… pero no. Y ahí ha estado la cosa. Se ha animado el cotarro, y para mi que estaba de antemano todo organizado por la teuve tres para entretener al resto de los españoles y del mundo, que todavía no sabe si las hostias de la poli son legítimas o no. Gracias, tíos. Entretenimiento desde las seis de la mañana, y sin pagar por anuncios.
Los nenes a su casa, dijo la Guardia Civil, y claro, la gente, que tenía a los párvulos de fiestuqui en el polideportivo del colegio tuvo que hacer oreja. Se acabó el maltrato infantil y el tener a los críos dando la nota a las tantas, que hay vecinos que duermen. Serán charnegos dando la murga, qué si no.
El caso es que decidieron clausurar el buen rollo de los que han excluido a media Cataluña por no hablar castellano; y se han pillado un rebote, porque esta gente piensa que un colegio no un centro para educar, sino un lugar para reivindicar sus ideas a costa del erario público, e inculcarles al resto las propias. Visca Catalunya y la República catalana. Que se vayan del cole, que no, que sí. Ale. Gran espectáculo televisado en directo, donde lo único que nos hemos perdido es la butifarra, porque sin duda la han guardado antes de que llegara la poli. Para mi que la han escondido dentro de las urnas, que por eso son opacas. Votaremos por cojones, y vaya si han votado, unos contra otros.
Al final, digo, se ha llevado la poli los votos en bolsas de basura. Por supuesto, se quedaron los que estaban dispuestos a morir como héroes, entre los cuales no hemos encontrado ni a Puigdemont, ni al Junqueras ni a la Gabriela. ¿Qué raro? ¿Dónde habrá votado el honorable Pujol? En su lugar aparecieron los sindicalistas de la causa de turno, los cuales, después de jartarse toda la noche a zamparse buenos huevos fritos con chorizo, butifarra, pan tomaca y rebanadas de payés, han terminado contándonos que son unos mártires de Cataluña. Y que la democracia es hacer lo que les sale de los huevos; por eso es el peor día de la vida del lloroso Piqué. Que agredir a gente que incumple la ley está muy feo, que es mejor que hagan la vista gorda como en los últimos cuarenta años. Y que Rajoy es un facha. Aunque esto último no nos pilla de nuevas.
El día ha estado curioso. Me he enterado que los de la CUP guardaban las urnas en la sacristía de la parroquia, unas urnas opacas, para que no se viera si había dentro una serpiente de cascabel o un taco de votos ya emitidos. Se votaba en casa (la de los ocupas, claro), o en la iglesia, que es la casa de todos. Es lo que tienen las democracias precipitadas. Y solo había un sitio donde esconder las dichosas urnas: o en el contenedor del barrio, siempre bajo la desgracia de que pase el camión de la basura antes de la madrugada; o en la parroquia, que es el lugar menos visitado en Cataluña desde que la religión nacionalista se instaló en el subconsciente colectivo. Yo creo que la Gabriela esa se fue a ver al párroco de su pueblo. La mujer (aunque tengo dudas serias sobre si es tal) hizo un esfuerzo notable, pues desde la comunión no había pisado por allí. Se colocó unas coletitas, y se puso un par de lazos rosas, tipo hello kitty. El sacerdote, poco acostumbrado a ver a la mureneta en directo, se creyó que estaba ante una aparición. Y es que cuando se reza poco, no se reconoce lo divino. El caso es que el hombre se vino arriba emulando a los mejores sacerdotes trabucaires de nuestra tradición española. Español, español. Guarda aquí lo que quieras, hija mía, total… hay sitio. Visca Catalunya y muera el clero. Hombreeee, eso no hija mía. Que el clero siempre es servicial y bueno.
Pero eso es nada comparado con nuestro epígono Carles Puigdemont, campeón del humor. A la altura de la Sardá, el Buenafuente y el Eugenio juntos. El tío se fue a votar al colegio electoral que le apetecía para votar y hacerse la foto. Más que nada porque el de su pueblo de Gerona estaba ocupado por la poli. Que vis cómica, qué gusto, qué elegancia. Ni siquiera se tuvo que poner una peluca en la cabeza, ni unas gafas de sol. Apareció en otro colegio electoral, quizás el que abrieron en el supermercado de un cuñado suyo, y tras votar y sonreir, pegó su foto en el twitter, para que viéramos que todo transcurría con normalidad. En realidad, no. Bueno. Todavía no saben si ha habido normalidad o no. Subnormalidad sí ha habido, creo; ¿o tengo que hablar de sobrenormalidad? Da igual. En España la normalidad es esto, y en Cataluña más. Luego ha jugado el Barça su partido de liga contra Las Palmas, y todos tan contentos de volver a la rutina. Piqué el primero.
Dicen los golpistas que la culpa de que no hubiera normalidad no era porque se hubieran saltado la ley sin querer (una vez más desde hace 40 años), sino porque esta vez el Rajoy mandó a la poli a poner seriedad al asunto. Gran intervención, sobre todo cuando pienso en los coches de la Guardia Civil destrozados hace tan solo unos días. Las hostias les cayeron a los otros. Curiosamente, se cambiaron las normas de votación antes casi de empezar a meter butifarras y votos en las urnas. ¿Algún voluntario para presidir esta urna electoral por la independencia? Y los más aguerridos a la causa dieron un paso adelante, deseosos de pasar a la historia del humor patrio. Por catalunya, por catalunya. Me pido presi, yo secre. Y todos felices. Metieron las papeletas sin control, yo meto tres, yo quince. Viva la democracia. Que malo es el Rajoy, collons. Seguro que no es ni gallego. Y la tele venga a filmar sin cortarse.
Rebuscando por ahí encuentro muchas fotos, y no me resisto a la siguiente. Es Puigdemont en el Hugginton post o como coños se escriba. Es el quinto miembro del Tricicle, sin duda. Nos mira como serio, pero en el fondo está de cachondeo, dispuesto a soltarnos en cualquier momento un chiste ingenioso. ¿Saben aquel que diu, que en qué se parece el parlament de catalunya al parlamento español? En que los dos están lleno de patriotas… he, he.
Mucha gente no ha votado, ni le interesa el rollo de lo ilegal. Normal. Se han quedado en su casa y no les ha parecido que sucediera nada raro. Los turistas como siempre, han paseado por las ramblas y se han hecho una foto con la Remedios, que es lo que les importa. Habrán comprado flamencas con el toro, y Sagradas Familias tamaño menudo. Es lo que hay que hacer. Otros han puesto banderas españolas en sus balcones, para que alguien se acuerde de que lo del referendum es una movida de una minoría. El caso es que Cataluña dormirá esta noche tranquila. Digo yo. Hasta el martes o el miércoles, donde proclamarán la república catalana por decreto legislativo. Que son así de cachondos.
Ha sido como si el televisor de hubiera llenado de Sazatorniles en la ESCOPETA NACIONAL, y sin avisar ni nada. «Ah, es que los catalanes siempre ponemos el dinero para Madrit. Y en este caso el espectáculo sale gratis a todos…» La escopeta catalana, lo habría llamado yo. Ridículo y bochornoso hasta aburrir. Unos por pasarse la ley por el forro, y otros por dejarles cuarenta años más sueltos que berracos en celo. Hasta la próxima diada igual no pasa nada. Eso sí, yo creo que esta va a ser insuperable, y les vamos a tener que dar la independencia, por cachondos. Porque esta vergüenza que hemos pasado, no lo mejoran en siglos.