Noticia de última hora: Julian, el chico australiano, está vivo.

Mentir se ha convertido en un negocio muy rentable. Basta con que uno lance noticias fáciles, mentirosas y emotivas, para que miles de internautas los clickeen volviendo a su creador en un tipo rico. Cuantos más usuarios visiten tus páginas, más dinero se puede ganar en publicidad, o simplemente en google, que paga por tener éxito. Por eso circulan por las redes sociales miles de noticas falsas, que se dan la mano con las verdaderas tratando a la verdad de tú a tú. Lo que no deja de ser algo diabólico. Pido perdón por inventar el titular, y te animo a que leas esta entrada sobre la mentira en nuestra cultura.

Está claro que mentir es una inmoralidad, pero siempre habrá peña que se lo crea, aunque sea a medias; mucha otra gente sí se lo cree, y a lo bestia. Decía Goebbels: Miente que algo quedará, y es que cuando descubrieron que manipular a las masas era superfácil, la clase política y sindical no ha dejado de mentir día tras día. De hecho ya venían mintiendo de antes. Dicen lo que piensan a medias, se callan sus miserias y airean las del prójimo con bastante poca honestidad. Le llaman juego politico, pero no deja de ser un juego cansino para los ciudadanos. Y mentiroso, porque no dicen lo que piensan y tienen deseos de engañar al electorado.

Es evidente que los linchamientos en las redes sociales existen porque hay gente que se cree cualquier mentira que le moleste o indigne; y está dispuesto a machacar a quién sea gratuitamente, sin criterio ni moral. La gente se cree lo malo a pies juntillas, y desconfia del bien, lo que no deja de ser paradójico. Los partidos políticos populistas se basan en la indignación, mucha de ella construida a base de mentiras.

Pongo un ejemplo: si digo que ha aparecido vivo Julian, el niño australiano asesinado en las ramblas de Barcelona. Alguno pensará que puede ser verdad, pero necesitará alguna ratificación de la noticia, porque es una noticia importante. Si nadie lo desmiente muchos creerán que es verdad. Otros sospecharán, hasta que la vean en otro medio semejante que lo publica (retuiteo que se llama). Si además (segunda mentira) digo que la familia está tratando de ocultar que ha aparecido, porque quiere cobrar una pensión de terrorismo que dan en España, la gente se empezará a indignar contra esta buena gente. Si luego un politico habla de poca claridad en la policía, ya no habrá quien levante la sospecha. Por mucho que digan, les será imposible desmentir la mentira; y aunque lo hagan, tendrá menos clickeo que la mentira, convertida ridículamente en viral y planetaria.

Desmentir impacta menos que mentir. Necesita más gasto y más dinero.

Tendrá que ser otra autoridad (el gobierno australiano o español) el que lo desmienta. ¿Y si no lo desmiente porque no se ocupa de esas cosas nimias? ¿Y si ya no son creíbles? La gente pensará que Julian está vivo y que su familia es malvada. O sea, que además de quedarse sin chico y sufrir un ataque terrorista en las Ramblas, serán perjudicados en las redes, se quedarán sin reputación. Eso sí, el inventor de la noticia se forrará con millones de clickeos de gente super feliz que debate durante días y años si lo que he puesto es verdadero o falso. Se retuitea, se reenvía, se reduplica la mentira… Se alimenta de la indignación latente y la desconfianza enquistada en la sociedad.

Cuando se miente sobre un suceso histórico (una noticia no contemporánea) pasa exactamente lo mismo. Siempre hay gente que afirma haber encontrado la tumba de María Magdalena y que la iglesia lo oculta en el Vaticano; o peña que repite que los españoles colonizaron américa con ayuda de unos extraterrestres del imperio inca. Hay cadenas empeñadas en difundir estas mentiras, incluso con formas pseudocientíficas.

Ciertamente, la historia sirve para justificar muchos actos contemporáneos de los nacionalistas, por ejemplo; pero también es la justificación del marxismo para iniciar la lucha de clases. Las mentiras empujaron al gobierno de US a desalojar a los españoles de Cuba en 1898, y las mentiras de la masonería hicieron otro tanto en Filipinas. La mentiras y las verdades han sido utilizadas durante las guerras mundiales para desacreditar al enemigo. Y para hacer creer a los propios que iban venciendo cuando estaban siendo derrotados. Lo llaman propaganda, o lo llamaban. Ahora es la libertad de las redes, una especie de libertad de prensa sin control moral y terriblemente mentirosa.

Lo que dice Mark Twain es bastante cierto, es más difícil destapar una mentira que inventarla. Por eso estamos todavía dando vueltas a las mentiras que se montaron sobre el Medievo en los siglos ilustrados, o las que crearon los franceses e ingleses sobre la leyenda negra de las Españas, creídas en nuestro país sin ningún criterio por sus intelectuales durante siglos. Luego vienen guerras civiles, exaltados y levantamientos amparados en mentiras y abusos en los discursos contemporáneos.

Lo curioso, y me centro en lo que me importa, es que nadie controla los contenidos más que cuando sobrepasan los estándares mínimos de lo que se define por decencia contemporánea: el racismo, el machismo y la violencia. Pero si la mentira indigna y genera violencia, eso no importa ni se controla; lo que me lleva a pensar que la mentira tiene las patas demasiado largas en nuestra sociedad, es rentable e impide cada vez más una sociedad pacífica, abierta a Dios y a su justicia.

Es el paso siguiente que da la posmodernidad, donde tras la fragmentación que desacreditaba la mentira y convertía todo en sospecha, regresa una especie de credulismo que alimenta la indignación y espanta el bien y la concordia. Las mentiras con éxito despiertan los odios y las emociones fuertes. Y, por desgracia, de la indignación al odio hay tan solo un paso. Una sociedad tan emocionalmente inestable como la nuestra, tan de osos de peluche y de indignados con rabietas infantiles, no hacen sino empujar a los pimpollos a la lucha. Como los terroristas, que creían hacer el bien, cuando estaban haciendo el mal. Y es que no lo distinguen.

3 comentarios en “Noticia de última hora: Julian, el chico australiano, está vivo.

  1. José Cervera

    Firme diatriba contra la mentira, Antonio. Lo cierto es que casi todo el mundo (nueve de cada diez cabezas embisten y no piensan) huyen de la verdad como de un inspector de Hacienda, digan lo que digan. No es tu caso y bien que me consta a mí y a todos los lectores de este blog. Ahora, en relación a este post no puedo evitar acordarme de una reflexión del protagonista de la novela de Valtari, Sinuhé el Egipcio: precisamente eso, que a la gente no le interesa en absoluto la verdad sino lo que les resulta útil y cómodo. Yo diría que la reflexión era de Kaptah, da lo mismo. Un abrazo.

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    1. Antonio José López Serrano Autor

      Son claves de todos los tiempos, sin duda. Aunque creo sinceramente que también son muy potenciadas desde los MCS y las Redes sociales. Cualquier mentira, si tiene éxito y es cliqueada, se convierte en una mercancía que produce mucho dinero. Un saludo y gracias.

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