Underground, de Haruki Murakami.

Hace tiempo que no hacía referencias a ningún gran escritor, y mira por donde, no es un mal momento empezar el año con un hombre único del que todavía evoco el recuerdo de UNDERGROUND una novela que leí hace unos pocos meses. La escribió HARUKI MURAKAMI, el próximo premio Nobel japonés, supongo, con permiso de la fantasía sueca y las ocurrencias bienintencionadas de última hora. Este hombre escribe con gusto y arte, tiene elegancia y sobriedad, y desliza la pluma como hacen los norteamericanos, con un sentido práctico innegable.

Reconozco que me cuesta escribir y hacer una reseña de algún libro cuando lo tengo muy reciente, es como si sus aromas estuvieran tan cerca que no pudiera sostener la palabra que pueda referirse a ellos. Por eso confieso que esta obra la leí hace tiempo, creo que por el verano. Es como cuando pasan cosas importantes en la vida: amores, trabajos, encuentros, etc. Se necesita distancia y tiempo para apreciar el significado de lo vivido; de las pequeñas cosas y de las grandes.

Me gusta MURAKAMI porque trascienden sus obras con una concurrencia de la fantasía y el sueño. con Haruki puedes adentrarse por mundos extraños y recurrentes sin salir malparado ni tener la sensación de que te han tomado el pelo. Sin embargo, UNDERGROUND es un libro diferente. En sus páginas no hay más fantasía que las que construyeron los terroristas en sus cabezas, ni más realidad que la que sangra todavía por las cicatrices y consecuencias de los que lo sufrieron. Se cuenta lo que sucedió desde los que lo vivieron, unos soltando gas y otros inhalándolo.

Hoy vuelvo a recordar su lectura, y reconozco que me dejó un buen sabor de boca. En su trama principal hay testimonios, uno tras otro, ordenados y concatenados a propósito de la tragedia contada y buscada por Murakami, que de esta singular manera narraba lo que sucedió en los atentados con gas sarín hace unos años (marzo 1995) en el metro de Tokio. Me impresionó el profundo respeto con el que trataba a las víctimas, bastante diferente al usado en nuestro país; y la profunda reflexión sobre el sentido de la vida y por qué suceden estas cosas, a años luz de la forma de pensar en España, donde parece que cuanto más amnesia tengamos, mejor para todos. En España nuestra historia es un tema tabú, y nadie aborda directamente su significado. Nos la hacen los ingleses y nos ponen de chupa de dómine, y no me refiero solo a la guerra civil española.

Murakami es un buen escritor, y aunque la obra que he seleccionado no sea la más importante de su larga trayectoria y carrera, hay que reconocerle el mérito innegable de convertir las entrevistas en encuentros, relatos llenos de vida y de experiencia, momentos únicos y terroríficos que se quedan para siempre en el alma de los que lo sufrieron. Es una manera de mantener la memoria viva, de conservar en el recuerdo lo que sucedió, cómo sucedió, y por qué sucedió. En este sentido, la sociedad japonesa es sumisa, pero es una sociedad que, al menos así me lo pareció en Murakami, quiere tener conciencia de sí misma. No se ha arrojado sin más en brazos de Occidente, y está necesitada de lo único que parece que no les hemos sabido contar, que es la experiencia de fe cristiana, el atisbo de trascendencia que aquí despreciamos y que allí añoran en dosis de mística y meditación. El perdón es necesario ante la violencia, tanto por lo psicológico (experiencia japonesa y agnóstica), como por lo salvífico (experiencia cristiana de encuentro con el «totaliter alter»). La vida sigue y no valen los psicólogos de respuestas estandarizadas de cuarto de carrera.

Me resulta inimaginable una catarsis semejante en la sociedad española con motivo de un atentado. En España vivimos a golpe de sentimiento y emoción, pero pocas veces pensamos la tragedia; la ponemos sobre la mesa, pero no nos preguntamos si es evitable. Lo de pensar la vida, que decía Ortega, es para los españoles una tarea pendiente, preferimos vivir la vida, y pensar en el fútbol. Por eso, los atentados del 11 de marzo del 2004 en Madrid no han sido perdonados a Aznar, que es el que muchos piensan que lo hizo. De hecho los atentados fueron tan manipulados por las opciones políticas en su momento que un halo de sospecha envuelve todo. No hay, y eso lo hace más sospechoso, ni pruebas para mostrar, ni gente a la que investigar. Se ha querido olvidar, como si hubiera sido una mala pesadilla de la que queremos despertar. Pero los atentados fueron reales, y un flaco favor hacemos a las víctimas  y a nosotros mismos si no pensamos la tragedia.

Murakami en su novela escucha a las víctimas, y también a los agresores. Sin justificar nada, pero sin olvidar que lo hicieron desde un porqué. Concluye, en un afán de búsqueda que le honra, que los asesinos no obraron alocadamente, sino que lo hicieron siguiendo consignas y mensajes en los que creían. La gente de la secta a la que pertenecían se sentían confortados en ella, era el refugio lógico de una sociedad materialista que no ofrecía, ni ofrece, más que desesperanza, donde el hombre es un engranaje ridículo, una pieza de un rompecabezas que otro construye.

Podemos aprender muchas cosas de Murakami: a hacernos preguntas, a saborear los aromas de los libros, a leer aquello que nadie lee y nadie piensa. a releer aquello que nos impresionó un día y que no queremos olvidar. UNDERGROUND es un magnífico recordatorio de lo que sucedió, hecho con delicadeza y sensibilidad. Una reflexión que puede ser válida para todos los atentados terroristas masivos de la historia.

Gracias Haruki. Ojalá fueras español y pensaras por nosotros.

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