Cuando los dictadores fingían ser grandes hombres: Napoleón.

Forma parte de la naturaleza humana que la gente justifique sus acciones, tanto buenas o malas; y forma parte de la naturaleza humana que los eufemismos de los dictadores terminen siendo aclamados por las turbas como verdades incontestables, especialmente cuando las justificaciones coinciden con las ideas de los oyentes. Si yo mato en nombre de la libertad, es fácil que el auditorio que ama la libertad termine aplaudiendo mi asesinato. Y si mato en nombre de la justicia social, es lógico que los que tienen la justicia social como la madre de toda la justicia, aplaudan la injusticia social de matar a alguien impunemente. Normal.

La segunda batería de argumentos viene cortada por la medida de la regla ideológica impuesta, la cual planea sobre el hombre como espada cerril y arbitraria. Se divide la humanidad en buenos y malos según sus ideas. Es decir, para mucha gente hay diferentes grados de humanidad, y así la gente es buena o mala según defienda la libertad, la justicia social, la patria o la sopa boba y la ocupación. De esta forma se divide la humanidad con una dicotomía absolutamente contraria a los valores cristianos, donde todo el mundo es pecador y malo, aunque también sea capaz de hacer el bien y amar a sus enemigos. Para un cristiano, la humanidad es una fraternidad, una familia; pero tras la muerte de Dios el hombre es catalogado en bueno o malo, de los míos o de los otros. Por eso, los buenos son «víctimas» cuando son asesinados (revolucionarios y patriotas cuando matan a alguien); y los malos, por el contrario, se lo «merecen» cuando son asesinados (enemigos y cobardes fascistas cuando matan a alguien).

Esta es la razón por la que estamos viendo en España que los asesinos de ETA empiezan a ser hombres de paz, en cambio los Guardias Civiles son usurpadores de las libertades. Y es que el mal se termina justificando e imponiendo si no intervenimos decididamente con nuestras ideas. Perderemos la posguerra contra ETA, y será por falta de valentía y arrojo, de pulso político, de ganas por hacer valer la verdad, lo que queramos. Es lo que suele pasar.

Yo siempre he mantenido que la diferencia entre Napoleón y Hitler en su forma de actuar fue escasa. Los dos quisieron conquistar Europa y el mundo con un ansia desmedida de poder. Es verdad que las causas de tales deseos fueron contrarias, y así el odio de Hitler por la humillación que sufrió Alemania tras la 1ª Guerra Mundial no lo gastaba Napoleón. Hitler mantuvo unas ideas diferentes a Napoleón, pero eso no lo convierten en malo a uno y grandioso a otro. En realidad los dos fueron gentuza con ansias imperiales, que es una forma de ser como otra cualquiera. Los dos lo intentaron con los británicos, y los dos se quedaron congelados en Rusia. Hitler la tomó contra los judíos, y Napoleón con los que no juraban la Constitución. Uno gaseó a sus enemigos, y el otro masacró a los suyos deseando ganar.

Pero la historia no ha tratado de igual forma a los dos últimos Emperadores de Europa. Lo curioso es que Napoleón tenga en el Arco del Triunfo de París un monumento a sus desmanes y asesinatos, y Hitler no tenga en Berlín ni una escasa banderita nazi presidiendo una tienda de baratijas. Y es que los Nazis perdieron la guerra y la posguerra; en cambio los Revolucionarios perdieron la guerra, pero vencieron en la posguerra imponiendo sus ideas. Francia nunca percibió que Napoleón fuera una mala bestia sanguinaria, y le otorgó un mausoleo y un panteón en los Inválidos, y para más fatuidad gala puso flores por los franceses buenos que murieron matando a los demás europeos (españoles, rusos, británicos y prusianos). En cambio de Hitler no quedan casi ni las fotos, son la vergüenza de Alemania, lo cual es algo digno de elogio de la nación teutona, que debe ser el único país del mundo donde sus asesinos son asesinos; y sus filántropos, filántropos.

En España se elogia a Largo Caballero y a Carrillo, dos asesinos; en cambio se quita el nombre a un aviador llamado García Morato, que cumplía órdenes de Franco. Y es que la guerra la ganó Franco, pero en la posguerra y en la democracia arrasan los de la III República. Luego vendrán sus desmanes, y dirán que son revolucionarios y luchadores de la justicia y la patria. De hecho, ya lo vienen diciendo.

Napoleón fue uno de los dictadores más pérfidos que ha habido en la historia. Quiso conquistar Europa con engaños, armas y asesinatos. Es lo que mamó de su infancia militar y de su complejo de inferioridad por ser bajito. Colocó a sus amiguetes y familiares donde le dio la gana y no se avino a ninguna de las razones ilustradas que cien años antes hablaban pestes de los monarcas absolutistas. Napoleón se erigió como estandarte de la Ilustración, cuando fue su profanador. Se convirtió en el absolutista que mataron los Franceses, pero con más ganas de pasar a cuchillo a sus enemigos. Luis XVI a su lado fue un alma de cántaro. Y es que realmente Napoleón fue un Tirano, que es bastante peor que un monarca. Estaba lleno de soberbia, y colocó a la Revolución Francesa en la obligación de guerrear contra toda Europa, asolando, robando y destruyendo todo lo contrario a sus ideas. Como todos los dictadores.

En España robaron y destruyeron gran parte de nuestro patrimonio nacional, asolaron campos y dejaron nuestro país como un erial de pobreza, hambre y miseria. Les dimos para el pelo gracias a la ayuda británica y portuguesa; y por supuesto gracias al puñado de patriotas que decidieron no dejarse atrapar por la medusa que todo lo congelaba. Es curioso observar como algunos ilustrados españoles, antes simpatizantes de lo francés, echaran pestes de las tropas francesas asesinas que poblaron nuestro país. Beethoven tachó la sinfonía que le había dedicado al emperador cuando abrió los ojos. Es lo que tiene la historia. Los que primero aplauden a los asesinos, suelen ser los primeros que abjuran de ellos. Que se lo digan a Camilo Cienfuegos, que se lo cuenten a Yoyes, que se lo digan a los del POUM o a los campesinos asesinados por el Ché en Bolivia.

PS: Un tal Trueba dice que él iba con los franceses. En realidad también hubo españoles juramentados que lucharon con las tropas francesas. En su momento fueron tachados de traidores, pero seguramente ahora sean patriotas. Gentuza capaz de matar por sus ideas, supongo, que es la razón más soberbia y estúpida de matar a alguien.

PS2: Supongo que Trueba no mataría a nadie por sus ideas, ¿o sí?

PS3: Te perdonamos, hombre; pero no nos obligues a ver tu película.

 

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