Mártires y testigos del cristianismo. Jacques Hamel y Marcelino Legido.

 

Jacques Hamel, de 86 años, fue degollado de rodillas y ante el altar por dos terroristas del Estado Islámico hace un par de días. Un sacerdote ejemplar, que trabajó por integrar a la comunidad islámica en la vida social del pueblo donde estaba. ¿Se equivocó? No. Fue un hombre santo que ha muerto santamente.

La segunda fotografía pertenece a Marcelino Legido López, sacerdote e intelectual cristiano, defensor de la justicia y de los pobres, haciéndose uno de ellos. Un hombre santo para mucha gente de la iglesia. Un hombre al que tuve la suerte de conocer y de escuchar. También ha fallecido estos días a una avanzada edad desde la pobreza de sus pueblos, El Cubo de Don Sancho entre otros.

Sin duda son testigos privilegiados del amor de Cristo a la humanidad, e imagino que su sangre derramada, y sus pestañas quemadas por el amor a la vocación, expresan el convencimiento de que Cristo ya ha triunfado. La pelota ahora sigue cayendo en el tejado de la humanidad. ¿Aceptará Europa un Cristo doliente y mártir? ¿Preferirá adorar otros ídolos como la comodidad, el dinero o el éxito?

Este sacerdote, Jacques Hamel, no es el primer asesinado por el islam por profesar la fe católica. Llevamos una última década donde ser cristiano en Siria es simplemente una heroicidad. Durante mucho tiempo llevamos desayunándonos con noticias que hablan de masacres de cristianos en Alepo. No son extrañas para determinados círculos sociales. De hecho, para los cristianos de los países aburguesados y acomodados de Europa son un testimonio de fidelidad hacia la fe.

Lo cierto es que no podemos mirar para otro lado: la historia del islam nos habla de una historia de guerra santa, primero por extender su territorio y luego por mantenerse en lo que ellos consideran pureza religiosa. El Islam ha guerreado así contra occidente, se extendió por el Norte de África con fuego y sangre, llegó a España de la misma manera y se defendió con uñas y dientes por mantener su territorio. Eso fue en siglos pasados. Pero no menos sangrientas fueron sus luchas por conseguir la pureza al verdadero islam. Las invasiones almorávides o almohades hablan de grupos de exaltados, de fanáticos que pretendían (más con las armas que con los argumentos) extender la interpretación de su fe, la que ellos creían verdadera.

Por eso, el islam guarda en sus entrañas una raíz violenta que está muy lejos de ser comparable con el cristianismo, y eso a pesar de los intentos de los ilustrados con su anticlericalismo, de igualarlo todo. En la religión de Jesucristo no encontramos nada semejante a una guerra santa. No hay ni una palabra de tal cosa en el Evangelio, y las palabras malinterpretadas que podríamos examinar en el Antiguo Testamento, quedan borradas por el mensaje de AMOR de Jesucristo. Amad a los enemigos, orad por los que os persiguen, haced el bien, poned la otra mejilla. Esto no viene en el Islam, y es que son la raíz de nuestra cultura cristiana y occidental: el bien, el perdón, el amor al otro son nuestra seña de identidad.

Se achaca al Cristianismo de estar en la raíz del odio y del mal, y para tal cuestión se suele hablar de la INQUISICIÓN o de las CRUZADAS. Eso es válido para muchos agnósticos o ateos, que argumentan así que todas las religiones fomentan el odio. Pero no es verdad aunque lo repitan muchas veces. Las equivocaciones de la iglesia se terminan reconociendo en su temporalidad. La iglesia no es que avance, es que tiene el EVANGELIO por discurso, por idea, por fuente de vida, por horizonte y fuente de revelación. Y no hay más que volver a leerlo una y otra vez, para descubrir que el evangelio suele ser el argumento del ateísmo cuando acusa a la Iglesia de no ser consecuente. Bienvenido sea tal argumento, pues nos ayuda a ser más fieles. Pero tampoco tenemos que aceptar todas las bobadas que se digan sobre la Inquisición o las Cruzadas.

La Inquisición fue una institución creada por la iglesia (en realidad es un tribunal) para hacer valer la verdad religiosa y cristiana frente a las interpretaciones o las equivocaciones nacidas en su mismo seno. Funcionaba como un tribunal civil de la época. Bueno, en realidad fue un tribunal más benévolo y misericordioso que los que había en la época; y eso es válido tanto en la forma de obtener pruebas, como en las sentencias y los juicios. La Inquisición nació bajo presiones del poder civil (reyes y nobles) que de esta manera se aseguraban el control de la gente sin estudios ni conocimientos; y fue un regalo para el pueblo, que con «gusto» se entretenía denunciando al vecino de manera secreta. ¿Fue un error histórico? Sí, supongo que sí. Pero la ejecución de las sentencias no la realizaba la iglesia más que en su parte espiritual, y como mucho penitencial (la iglesia no tiene policías ni ejército); y las penas de muerte, garrote, quema de herejes, eran ejecutadas por las autoridades civiles de entonces (alcaldes, corregidores, nobles y reyes), condenas que fueron jaleadas por el pueblo que disfrutaba así de su pureza y su bondad. El yo no soy como estos, sigue siendo el motor de lo políticamente correcto. En aquel entonces el malo no era el inquisidor, como actualmente, sino el que aparentaba ser puro o perfecto sin serlo.

Mucho se podría sacar de estos ejercicios psicológicos, aunque ahora no es el momento. Ciertamente la iglesia se equivocó dejándose influenciar por el pueblo y por los nobles. Si hubiera sido más fiel a los evangelios eso no hubiera sucedido. Por eso hay que pedirle que sea más auténtica, que de un testimonio de fidelidad más serio y consecuente, como el que dan estos dos hombres Jacques Hamel y Marcelino Legido, cada uno en su estilo. Buscando la verdad (Marcelino ha sido uno de los pensadores activos más importantes de la iglesia española de los últimos años), amando la verdad y procurando el bien a los otros (Jacques ha gastado sus años como sacerdote haciendo el bien a las personas de su alrededor, sin importar la condición). ¿Se puede pedir más?

El problema realmente lo tiene Occidente. Tiene que elegir si prefiere perseguir a la iglesia como hizo la España de la Guerra Civil, donde se asesinaron a cientos de sacerdotes, religiosas y laicos solo por el hecho de ser cristianos, o si prefiere aceptar el cristianismo como la verdadera raíz de su cultura democrática, pacífica, amante de la libertad y buscadora de su justicia. En esa tesitura estamos. De momento los asesinos de la última movida islámica piensan que somos sus enemigos, y es natural, porque nos ven débiles, sin religión, sin principios, sin familia, y sin una cultura capaz de contestar al pecado que generamos por culpa de nuestra ambición y nuestro hedonismo.

Por suerte hay una salvación para occidente. Se llama Misericordia Entrañable, y lo escribió Marcelino Legido en su vieja máquina de escribir.

2 comentarios en “Mártires y testigos del cristianismo. Jacques Hamel y Marcelino Legido.

  1. José Cervera

    Los yihadistas lo tienen chupado con occidente. Por aquí estamos desunidos, no creemos en nada, (con todo lo que eso significa, además del aspecto religioso). Yo mismo me meto en el saco, por ser uno de tantos que creo «a mi manera». Y miramos mucho hacia fuera, al Estado Islámico, Afganistán, Pakistán, Arabia Saudí… Pero si el islamismo (radical o con la etiqueta que sea) triunfa, lo hará desde dentro. Desde aquí mismo.

    En medio de la caída de esta nueva Roma que es la Unión Europea, todavía quedan personas con verdadera fe, que saben lo que quieren, el amor de Cristo, y hacia dónde van, hacia el Padre. Mi máximo respeto para ellos. Un abrazo, Antonio.

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