El fin de las discusiones eternas, el auge de la tecnología.

Algo que ha cambiado soberanamente es la discusión en el mundo, y es por culpa de la tecnología y la wikipedia.

Antes, y los españoles en esto éramos los maestros, existía el don erre que erre de los debates. Te ibas de cañas con los amigos, con el cuñado pesado, con el compañero de cena de Navidad de la empresa, lo que fuera. Y entonces aparecía por la tangente, el plasta, el sabelotodo presuntuoso que interrumpe con sus dogmas de cuarto de hora. Lo mismo te cuenta que la iglesia es un negocio desfasado, como que los chinos son marcianos que se dopan con arroz. Da igual, porque saben de todo, del motor del último Toyota, de la oferta de garbanzos en el Eroski de Baracaldo, o de lo bien que se come en un restaurante en Villapalos del Sombrajo. Y te lo dicen con una seguridad que tiemblas.

Nunca puedes llevarles la contraria, porque sea lo que sea, el golfo petardo no dará nunca su brazo a torcer, y te jurará y perjurará,  por ejemplo, que el Aneto tiene menos de 2000 metros de altura, que seguro, que es así seguro, y que se fuera de este mundo al otro si no es verdad. O te pontificaba sobre la capital de Tayikistán sin titubear, o te decía que tal peli la protagonizó tal o cual actor. Que se lo dijo su primo, que lo leyó en no sé donde narices, que lo sabe seguro, segurísimo, y que estás confundido. Claro, faltaría más: él nunca se confunde.

El plasta te hace medio dudar, y te deja con el alma azorada, porque si hay algo que le gusta a mucha gente normal es tener la razón. Pero lo de debatir hasta dar la vida por una cuestión de matices que hoy te enfrenta y que mañana se olvida, es agotador. ¿Para qué llevarse mal cuerpo a casa por una discusión estúpida? Yo, que siempre me he dejado arrastrar por la verdad, y por desgracia por algunos de estos fantasmones de tertulia imprevista, siempre he tenido en el cabecero de mi cama una frase que dice mi padre: «no discutas con quien no sabe». Se pierde el tiempo y la salud. ¡Y qué razón tiene! Por eso, cuando sabes algo con seguridad, y adviertes que el merluzo de turno vocifera su equivocación, te callas y pasas de él.

Luego suele pasar, que casualmente, y casi siempre tres días más tarde, descubres para cabreo propio, indignación y media sonrisa, que el listillo te la había metido doblada y sin vaselina, porque la razón estaba, como siempre sospechaste, de tu parte. Lo malo es que para entonces ya te da igual el tema, entre otras cosas, porque sabes que no vas a pillar al fulano en otro debate del estilo, ni en otra ocasión. Porque la memoria es débil, y este tipo de sujetos cambia de opinión fácilmente. Y te responderá que jamás de los jamases dijo lo que tú dices que decía. Y la vuelves a cagar.

Realmente, la tontería de lo que medía el pico Aneto, a esas alturas, es asunto cerrado, y poco lo que te importa; de ahí que, salvo que te quieras significar como un pesado y un obsesivo, y tengas los cojones de llamarle por teléfono para contarle que lo acabas de mirar, pues te callas. Realmente nadie llama para contarle a otro de una discusión de hace tres días. Además, te puedes exponer a escuchar que «Donde dije digo, digo Diego». Y vuelves a quedar como lo que eres, un palmiro buenapersona.

Lo más duro para mí, es quedarte con la resignación, compuesto y sin novia, jodido y sin que nadie te dé la puta razón de los cojones que la tenías, claro que sí, coño. Tu mujer te cuenta que no te lo tomes tan a pecho, que es una tontada; y tú, te vienes abajo con la triste y melancólica enciclopedia Espasa que te susurra una verdad que el gilipollas ese no te ha concedido. Ni te concederá.

Por suerte el mundo ha cambiado.

Ahora, cuando escuchas al gili de turno pontificar, sacas tu móvil, enciendes los datos y en menos de dos minutitos le pones en su sitio. El otro día lo pude comprobar. Tío chulo sabelotodo pontificando sobre no sé qué tema. La chica, monilla y aparentemente medio lerdita, saca su móvil y le metió un corte en un santiamén. ¡Qué va tío, no es así! Los Reyes Católicos construyeron esta abadía en 1504 no en 1493 como inventas. ¿Ves cómo no lo sabías seguro? Y el capullo se tiene que achantar, y los demás nos sonreímos del daño que está haciendo la wikipedia a esta panda de brasas. Me encanta.

Lo malo es que esta gente se reconvierte, y deja de ir a las cenas, para aparecer luego por internet, guasapes, chates, comentarios libres y demás madeja internautica. Siguen pontificando en tres frases, que es lo que permite twitter, y se dedican a colgar su opinión cada diez minutos, contándote lo malos que son todos, y lo listo que es él, que no le engaña ni el tato. O te cuentan que wikipedia no es fiable, y que él mismo metió varias bolas para comprobarlo, o te afirma que en su móvil pone otra cosa, o se inventa archivos pdf para chulearte. ¡Son capaces de cualquier cosa con tal de quedar por encima del resto!

La siguiente etapa seguro que será cuando venga el pesadito y te cuente que no tiene móvil, que lo ha superado, que se ha desenganchado, porque era un rollete. Y el resto de los comensales en la cena, en lugar de conversar con él, le darán ansiosos con los pulgares a su móvil  sin ni siquiera mirarlo. Están entregados a escudriñar en el móvil, por si te cuela alguna de rondón. Normal.

2 comentarios en “El fin de las discusiones eternas, el auge de la tecnología.

  1. José Cervera

    El otro día, como sabrás, murió Umberto Eco. Y los medios hablaron sobre la opinión que tenía el escritor de las redes sociales, entre otras cosas. Afirmaba que estamos a merced de la tontuna porque en internet todo vale. Arreglados estamos. Un saludo.

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