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Bembibre en el Bierzo.

bembibre

 

En el Alto Bierzo, y en la entrada a la tierra prometida del Bierzo (provincia equivocada de León) se encuentra Bembibre, su capital. La segunda más importante en tamaño en las tierras bercianas, al Oeste de León y sin querer ser León. Un lugar inolvidable para mi, tras dos años de estancia y de trabajo. Un sitio para detenerse y disfrutar, un lugar para quedarse a vivir, para compartir amistades y personas. Como así ha sido.

En Bembibre he visto crecer a mis hijas. La pequeña aprendió en sus parques a subirse a los columpios, a pronunciar sus primeras palabras y sus primeros saludos, a toquetear todo lo que podía en el Mercadona donde trabaja la mamá de una buena alumna, a hablar con el pediatra del Centro de Salud y su adusta enfermera. ¿Y la mayor? La mayor se va con cinco años, muchos amigos de clase, y estoy seguro que grandes y pequeños recuerdos para toda la vida. Desde el colegio de las monjas, como aquí le llaman, hasta el rostro amable de su profesora de infantil.

Los sitios donde uno a vivido se clavan en el alma como garfios y no se sueltan por nada del mundo. Calles, plazas, solares, muros y pequeños espacios que uno no ve cuando es adulto, pero que se graban en la mente y se quedan allí para toda la vida. Por experiencia sé lo que es vivir en lugares distintos, Javea, Tarragona, Valladolid, Salamanca,… añado Bembibre, que ya es un lugar especial en mi vida y en la de mi familia.

Me llevo el recuerdo feliz de Sonia y de su familia, y con ella de los buenos compañeros del instituto donde he trabajado. Me llevo la sonrisa de los alumnos, muchos aficionados al fútbol, (aunque no del Pucela, claro), barça, madrid, o su atlético de Bembibre. Me llevo en el alma la alegría y la espontaneidad de muchos chicos y chicas de clase, algunos demasiado dispuestos a salir de Bembibre para buscar un futuro lejos de la casa que los vio nacer. No quieren quedarse más en el pueblo, pero algún día volverán, pues nadie olvida sus raíces, aunque ahora no lo sepan. Me llevo a los padres de otros compañeros de cole, vigilantes todos en el parque, como si fuera una sola familia. Me llevo un trozo de Cabo Verde, y el alma de algún que otro pakistaní bueno. Y que quedo con todo el alto Bierzo porque no hay tierra más bella que esta. Desde el Catoute hasta San Facundo, desde Igueña hasta la Virgen de la Peña, que reza por todos los bercianos en el silencio de su roca.

Me quedo con la gente de estas tierras: buena, gentil, amable y sobria. Han labrado su pasado y su historia reciente en golpes de pico y pala, bajando a la mina de carbón, para arrancar a la tierra el escaso jornal. La naturaleza les ofrece todo a lo que puede aspirar alguien que lo desea todo: un pequeño jardín donde cultivar patatas, lechugas, acelgas, tomates o pimientos, algunos frutales amigos y buenos paisajes.

Los pimientos los asan entre septiembre y octubre inundando el aire del aroma de sus brasas. Muchos son comprados en el mercadillo, y otros los cultivan en los alrededores, donde en sus casas de campo contemplan la vida esperando que todo mejore, con más trabajo para los hijos, y más futuro para el Bierzo. Y esperan a que llegue el invierno para cambiar el aire húmedo del otoño por el olor de sus calderas de carbón. Lo guardan bajo sus casas, en capazos y baldes llenos de eficacia, pues huyen del frío y de la noche, con el miedo del que prefiere vivir las horas del día con la intensidad, por ser las mejores horas del universo. Tejados de pizarra y castaños frondosos, curan sus embutidos con el humo de sus hogueras, y ven caer la nieve por los alrededores seguros de que será un buen año.

En Bembibre, el día está lleno de luz, incluso en los días en los que las nubes cubren los cielos amenazando descargar sus dedos sobre sus vecinos. Luego llegará el botillo, su plato típico hecho con sobriedad y pimentón. Lo exaltan y lo disfrutan en días fríos, recordando, junto con el otoñal Magosto que la castaña fue su alimento durante mucho tiempo, cuando los cereales escaseaban, y las comunicaciones los aislaban en estas montañas entre Galicia, León y Asturias.

El alma del altoberciano es jovial y risueña, les gusta celebran las fiestas del Cristo con más tranquilidad que devoción, y se entregan a su pueblo con la certeza de que es de ellos, que les pertenece, que no es León, pero tampoco Ponferrada. Guardan los carnavales con esperanza de que el cielo les acompañe, y se disfrazan convirtiendo el sábado de ceniza en sábado de piñata. En Diciembre se envuelven bajo el manto de Santa Bárbara, patrona de los mineros, que celebran porque saben que la vida y la muerte se debe a la santa protectora. Son el gremio laboral que más vive vinculado a su patrona, y tienen, no ya conciencia de clase, sino conciencia de oficio y de sacrificio, conciencia de pueblo. Y su santa los protege, y ellos a sus familias.

En invierno se apuntan a la piscina, niños y mayores para aprender a nadar, y cuando se asoma la primavera y los primeros calores, desfilan por sus jardines infantiles pequeños y mayores. Los matrimonios, jubilados y señoras pasean hasta San Román buscando un oportunidad para detenerse en el Tanatorio y saber quién ha pasado a mejor vida, quién ha dejado este mundo hostil. Quieren saberlo todo y preguntan. Y pasan los días, y tras las lluvias plantan sus nuevas semillas, y contemplan las flores crecer con singular frondosidad y belleza, como si siempre hubiera sido así, como si nadie se hubiera empeñado en que fueran hermosas

¿Marchaste? ¿Corregiste? Todo indefinido, como evocando que no hay pasado cercano, ni pretérito perfecto. Son afables y agradecidos en general, y con carácter para expresar indirectamente lo que molesta y enfada. Son sus gentes las mejores, sin decir lo que piensan, dicen lo que sienten sin palabras. Y cuando las usan las armonizan con músicas gallegas, asturianas y leonesas únicas en su habla. Cuando pase por tu portal te pico, dicen. Y dicen mucho más que no se dice en ningún otro lugar. Porque son de Bembibre.

En pocos sitios he recibido tanta gentileza y amabilidad por parte de padres, alumnos, vecinos y conocidos. Es verdad, que ha habido de todo, y que no con todo el mundo andamos bien, pero las muestras de aprecio, sonrisas gratuitas, y mensajes de agradecimiento a través de correos electrónicos me han llenado el corazón, y no podía menos que devolver las gracias a las gentes de Bembibre que tan bien nos han tratado.

Gracias.

Y pido para ellos un respeto, y pido un futuro, a aquel que pueda atenderlo. Pues lo merecen y lo necesitan.

Por Bembibre.

 

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