Papi, ¿puedes montarme este juguete?

Que sí. Que las mañanas de Reyes son estupendas. Después de los grititos de alegría entre las seis y las siete y media de la mañana, y tras insistir sin éxito para que vuelvan a la cama, decides levantarte y ver qué han dejado los reyes. ¡Cómo si no lo supieras!

Y entonces empieza el curro de verdad. ¡Móntamelo papi! Y te cagas en la madre que parió a los que deciden envasar los juguetes para una guerra nuclear. ¿Por qué no desayunamos primero? Se han vuelto sordos, y tú mudo. Y decides entregarte «rápidamente» a la noble tarea de abrir los paquetes con tus hijos, que ya habrá tiempo de desayunar.

Para mi que son cosas de la Unión Europea, si hay un escape radioactivo, que no dañe a los juguetes de los nenes, por eso los envuelven a conciencia; o un truco de algún lobby antialimentarse antes de las 12 del mediodía, porque es asombroso como preservan la virginidad del juguete. Para que nadie los saque en la tienda, digo yo.

Los juguetes más fáciles son los educativos. No hay que montar nada, ni usar la caja de herramientas de precisión, ni nada por el estilo. Su único problema es que vienen unos cuantos folios con instrucciones de letra diminuta. La mitad de los folios recorren la idiomática del continente euroasiático, por si acaso el juguete de marras lo compra un bielorruso en portugal. Tú, español de toda la vida, tienes la oportunidad de aprender las lenguas más variopintas y extrañas, grafías incluidas y practicar tranquilamente mientras buscas algo que venta en castellano. ¿A que no sabéis como se dije instrucciones en polaco? ¡Ah, leche, que era la garantía y que si falta algo que escribas a no sé donde! Pos vale.

Luego vienen las instrucciones del juego en tu idioma entre la página 202 y la 203, que siempre empiezan en plan primarias, y terminan con séptimo de ingeniería lingüística. ¿Qué habrá querido decir con eso de se roban dos cartas del jugador de la derecha para la izquierda? Y así das vueltas y haces lo que te sale cuando decides la minipartida que siempre terminamos todos de los nervios.

Los juguetes educativos son así para tocar las narices, pero le siguen en dificultad las muñecas que piden. No por ellas, que son plásticos con ojos, pelo y algo parecido a un vestido de alta etiqueta, sino porque están adheridos a sus cajas de cartón y plastiquillos como si fueran matrimonios indisolubles de los de antes. Humildemente he llegado a la conclusión de que la única manera de abrirlos limpiamente y extraer la muñeca es sumergirlos en ácido. Desaparece el cartón y voila. He aquí una muñeca. Intentar sacar el cartón de un plástico pegado, los alambres retorcidos en las partes más pudendas del bicho, o los pelos entrepegados con plásticos transparentes, es casi tarea de avanzado chef de cocina. Se tarda entre media hora y tres cuartos extraer el juguete de su recipiente, que es mucho más que hacer el boca a boca a un tiburón del mar en una piscina.

Los juguetes más chungos de todos son aquellos que vienen con instrucciones y pegatinas con más instrucciones. Las piezas están repartidas en una media de quince bolsas plastificadas y desordenadas, y la pieza que buscas siempre está casualmente en la última de las bolsitas que rebuscas. Que te lo montes tú en plan bricolaje y hágalo usted mismo en casa. Edificios, parques, escuelitas, hospitales, granjas, zoológicos, cunas de bebés, cocinitas, casitas de verano y de invierno, barcos aviones y helicópteros, panaderías, comisarías y estaciones de bomberos. Creo haber levantado más construcciones en juguetes que un arquitecto y una aparejador juntos. Hay que decir, que muchos de estos juguetes encajan incluso bien; pero hay otros, que no cuadran ni aunque fuerces el plástico de marras a martillazos. Miras y remiras las instrucciones, y siempre te quedas alelado entre el punto 4 y el 5, que para tí que se ha saltado varios pasos. Luego se entretiene varias páginas en contarte lo de girar el tornillito a la derecha y no a la izquierda.

Para más inri, las páginas de instrucciones a veces vienen en blanco y negro, y no ves más salida que reñir al niño por dejar todo tirado y largarte a desayunar de una puñetera vez. Pero es Navidad, y Reyes, y te tienes que quedar ahí dale que te pego, porque no voy a ser yo el único gili que no sabe montar un juguete infantil. Se van todos a desayunar y tú te quedas montando la mierda esa de plástico.

Luego vienen las pegatinas. Que digo yo si tanto le cuesta al fabricante ponerlas él. Pues no. Tú, que estás sin desayunar y sin casi vivir desde que te han despertado los angelitos, tienes el pulso como en barbecho y esperando mejores horas. Regresan de desayunar, pero como eres un tipo con carácter, no dejas al nene las pegatinas que sabes que lo hace peor, y lo intentas tú y te queda como te queda. Bueno, hijo, no pasa nada. Ha quedado un poco así. Y el nene no te dice nada porque es buena gente y te comprende. Y ahora hay que jugar con él antes de que abandones tu casa para explorar que otros regalos han dejado a tus hijos por las casas de por ahí, abuelos, tíos, y demás. Y vivan los Reyes Magos.

Por suerte hay juegos que no necesitan a nadie para jugar, ni al niño. Pero hay otros que necesitan a un nene, y otros solicitan de 8 a 20 jugadores para que se arremolinen. Está claro que te toca la castaña pilonga y no te puedes escaquear.

Entre que no sabemos las reglas y que pierdes, te vas rebotando. Resulta que el jueguecito lo tenía no sé cual niño de su clase, y todos saben jugar menos tú, que eres el único que se ha leído y subrayado las instrucciones. Pero da igual. Van de listos y vivan los reyes magos. Ale, a perder para que no se enfade el nene, porque al desayuno ya has renunciado.

Que digo yo que para el día de reyes hay que estar preparado. Es como un tsunami pero con fecha de prescripción. Tienes que tener las herramientas preparadas, las pilas precintadas porque no vale poner las viejas que guardas en un cajón, y los juguetes que van a tocar estudiados y analizados hasta decir basta. No se puede uno engañar, porque los angelitos te han dicho lo que querían pedir a los reyes desde unos días antes. Ellos lo han visto en la tele, y tú deberías haberte puesto en marcha. ¿Han pedido un balón? Ponte a entrenar cuatro días antes. ¿Un monopoli? Estudiate la gaceta de los negocios. ¿Una casas de muñecas? Pídete tú la caja de herramientas completa de marquetería y alfarería. Y así hasta que agotes tus posibilidades. Y eso sí, ponte el despertador a las cinco de la mañana para ir desayunando.

PD: Cuando acabes, bendito padre de familia, no te olvides de bajar el papelerío al contenedor verde vejiga ese mismo día, en caso contrario corres el riesgo no volver a ver el suelo de casa en una temporada. O algo peor, que te recriminen los angelitos que eres un ecologicida de los malos. Aunque ellos no tengan ya ni un juguete entero.

 

 

 

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