Incompetencia y autoritarismo.

La combinación más terrible que puede darse en la vuelta al trabajo en septiembre, es comprobar que nuestro jefe sigue siendo tan incompetente como autoritario. La vida sigue igual, que cantó Julio, y los compañeros dibujan las caras agrias que tenían el mismo día que los viste marchar. Uno viene morenito, contento y feliz, en una palabra descansado. Pero se tropieza de repente con el mismo muro con el que se topó en meses anteriores, en mi caso los dos últimos años (y ni un día más en el señorío). El que debe tomar decisiones no las sabe tomar (incompetencia), y arremete exigiendo a los demás que cumplan con obligaciones que no tienen, ni morales ni jurídicas, que es el autoritarismo de toda la vida, regado con la incompetencia, que es la peor forma de autoritarismo.

Es verdad que algunos pocos regresan igual que uno, contentos y felices, pero es apreciable que en cuanto pasan  unas horas, cualquier tiempo pasado fue mejor. A eso lo llaman síndrome postvacacional los psicólogos de los telediarios, pero habría que llamarlo «volver a la puta realidad», que es lo que es de verdad y sin tapujos. Tu jefe es un incompetente, y su ayudante principal no sabe hacer la O con un canuto, aunque presuma de ser estupenda y guay. Y sus equivocaciones salpican y destruyen al colectivo en sus iniciativas, anulando la creatividad igual que la lluvia ácida, que lo vuelve todo negro y mezquino. O gris submarino, (que era el color de las j-aulas de los incautos peces que por allí se dejaron caer).

La combinación de la incompetencia y el autoritarismo suele venir entrelazada en una relación causal bastante lógica. Cuando la inseguridad es la pieza clave de sus decisiones, el incompetente de libro manifiesta dos tendencias terribles: irresponsabilidad y autoritarismo.

La primera es la tendencia a delegar sus decisiones, en consejos, comisiones, y coordinadoras de todo tipo y pelaje. De esta forma nunca es responsable de sus decisiones equivocadas. Es la forma aparentemente democrática de enmascarar la negligencia. El poder, y la dirección de cualquier grupo humano para sacar adelante un trabajo, necesita siempre de cierta soledad en la toma de las decisiones más complicadas. Éstas se toman tras sopesar mucho y asumiendo, en soledad, la responsabilidad última de lo decidido. Si sale bien hay un responsable que triunfa, si sale mal un responsable que fracasa. Pero cuando todo está delegado en una especie de falta de dirección, entonces nadie es responsable. Es lo más cómodo para enmascarar la mediocridad de los que destacan en el grupo, y que suelen apartar a los más brillantes que les hacen sombra. No sabemos que ha pasado, pero las cosas nos están yendo mal, se suele escuchar. Lo que suele estar fallando es que no hay un líder que asuma las decisiones importantes, un jefe capaz de decidir y de dirigir algo con sentido.

Este dirigente, que podríamos llamar «jefe nulidad», es el prototipo formado por un dirigente que no dirige, el director que no tiene dirección, el presidente que no empuja a la organización. Lo hemos decidido entre todos, se afirma; pero en realidad ya estaba todo decidido de antemano en el momento que nadie asumía la responsabilidad de la última decisión. ¿La biblioteca no funciona? Nadie es responsable. ¿Disminuye el número de clientes? La culpa es de la coyuntura, de las circunstancias, pero nunca del que tomó las decisiones equivocadas. ¿Tuvimos una oportunidad de conseguir algo bueno, llámese bilingüismo, negocio y crecimiento? No se ha conseguido pero nadie parece que sea culpable de nada. En su obra «Jefes y Líderes. Cómo dirigir y liderar organizaciones y equipos» de César Rodríguez Martín y en la Ed Ambito (una de las mentes más preclaras en esta materia en España), afirma que la meta del Jefe Nulidad es sobrevivir, su filosofía se basa en el riesgo mínimo, elude responsabilidades y huye de los conflictos.

El jefe nulidad no es demasiado molesto, pero lleva a todo el mundo al agujero. Arrastra en una vorágine de incompetencia tal que termina empujando a todo el grupo humano al fracaso colectivo. Como no molestaba, nadie quería molestarle, pero al final todo es destruido.

La segunda tendencia de los jefes incompetentes inseguros, que es su forma más terrible, es el autoritarismo. La inseguridad genera en este tipo de jefes fácilmente el deseo de sustentarse en alguien que pueda ayudarles con una competencia mayor. Esto podría ser inteligente, el jefe mediocre se rodea de gente mejor para que le ayude, pero no es la fórmula más habitual, pues muy a menudo se rodea simplemente de los arribistas, de los acólitos sin criterio más serviles, gente necesitada para sus intereses particulares (puntos en concursos, u horas de trabajo, o ambición autocomplaciente), en el caso peor de gente con deseo de mandar y mangonear, que hay mucha en este mundo de Dios.

Así el autoritarismo no se ejerce directamente, sino a través de sus capataces, sus lacayos que hacen el trabajo sucio, los que toman las decisiones que no se atreve a tomar cuando es pusilánime de carácter. Los que se les sube el cargo a la cabeza y que son incapaces de distinguir sus funciones y decisiones con las decisiones que toma su jefe, son un ejemplo de este tipo de autoritarismo que se rodea de intermediarios que sustituyen al jefe incompetente. El jefe aparece como el bueno, el sonriente, el figurín de la película; y el segundo de a bordo como el malo, el que se enfrenta, el que dice las cosas, el que parece empeñado en hacer la vida imposible a la gente. El bueno y el malo de toda la vida juntos en una especie de unión indisoluble.

Pero el autoritarismo también se puede ejercer directamente. El jefe se dedica a dar órdenes. Busca que se obedezca, simplemente porque se tiene la potestad de exigir el cumplimiento de una orden. Este modelo de Jefe Autoritario suele tener la filosofía de la contradicción entre los objetivos del grupo y los personales, suele ser muy legalista, y los conflictos los resuelve siempre en la tesitura de cortar el conflicto o ganar. Suele ser hiriente y soberbio y trata a sus subordinados siempre con el acento de la autoridad. ¿Les suena? Es el jefe cabroncete de toda la vida, que no importa pisar a la gente con tal de que se cumplan los objetivos que se había marcado.

Estos modelos de jefaturas autoritarias crean una competitividad en los subordinados y una sobreactuación ante el jefe. Suelen acabar los subordinados relegando la tarea principal a un segundo lugar, ocupando el primer puesto de sus intenciones brillar y deslumbrar al jefe con sus encantos. Lo importante no es hacer bien la tarea, ser creativo, mejorar en el puesto, sino sobre todo que el jefe sepa que eres bueno. Es decir, genera pelotas y un ambiente malsano de trabajo. ¡Chicos que viene el jefe! Y todos ponen cara de preocupados, ¡viene sonriente! todos sonríen; ¡viene cabreado! todos asustados. La falsedad se instala en el ambiente de trabajo, se aparenta lo que no se es, y se desea ser invisible, especialmente en aquellos días en que el jefe está de mal humor, o le ha regañado el jefe de tu jefe, o el inspector, o el superintendente Vicente, o lo que sea.

Teóricamente es lo más fácil para los subordinados, obedecer a ciegas, pues la equivocación siempre es del jefe. no crear, no pensar, no inventar, no descubrir y no mejorar. Aguantas la bronca y si boana. Para eso está el jefe, pero el problema es que obedecer no significa cumplir con los objetivos que se tienen encomendados. Exigir a un profesor que esté en el aula dando clase, no significa que esté dando bien su clase, o de la manera más óptima o creativa posible. Exigir a un soldado que haga algo puede ser un error que puede llegar a costar una guerra, sobre todo si no se conoce al soldado ( que es un inútil manejando un cañón). Exigir a un trabajador que haga su trabajo sin preguntarle como podría mejorar su rendimiento es deficitario en cuanto al talento de las personas, y es una pérdida para una empresa que compite contra otros que sí son capaces de poner en marcha el talento de sus trabajadores.

Me gusta la cita de Napoleón, y resume bien esto que estamos diciendo: «no se puede mandar bien a quien no se conoce bien». Es por tanto obligatorio para un jefe conocer a sus subordinados, saber qué pueden llegar a dar o no, sacar lo mejor de ellos, lograr que confíen en su mando y autoridad. Dar órdenes es fácil, pero lograr que un grupo humano no se instale en la mediocridad, es algo para lo que no todo el mundo está preparado. Se hace lo qeu se puede, que diría el otro.

Uno de los problemas de nuestro pais es la baja preparación para el liderazgo. tanto como para el trabajo. Los jefes que tenemos suelen moverse entre la incompetencia y el autoritarismo. Hay empresas, pienso sobre todo bares y restaurantes, que cambian de camareros cada poco. ¿Tan mal lo hacen sus jefes que no pueden retener el talento, ni las personas de sus trabajadores? ¿Tanto los explotan que no son capaces de guardarlos para sí cuando son buenos? Está claro que no. No piensan en sus subordinados como gente que puede ilusionarse por el trabajo que hace, que puede mejorar en su empleabilidad y su rentabilidad. Prefieren cambiarlos cuando los queman. Son jefes malos, del tipo mafiosillo. Sin capacidad para transmitir el espíritu de su negocio o empresa a sus empleados. Luego es normal que la gente no quiera trabajar, o trabaje mal: para lo que me pagan, para lo que confían en mí, para lo que sirvo, para lo que me mandan, para lo que tengo que hacer…

Resumo el asunto con los tres consejos del Topitocava. Son estos:

– Mi jefe es un incompetente, pero es buena persona. Vale, tenlo como amigo y busca otro empleo si peligra la cosa.

– Mi jefe es un autoritario, pero al menos lo hace bien. Vale, aprende de él todo lo que puedas y luego instálate por tu cuenta.

. Mi jefe además de incompetente es un autoritario. Vale, aléjate de ellos echando leches, excepto que no tengas pasta, entonces sobrevive como Dios te dé a entender, y estudia por las noches para encontrar otro oficio. Este ha sido mi caso, porque el pájaro voló.

Me ratifico en lo que estoy escribiendo, y leo  de nuevo los principios de estilo de mando. Están proyectados para los militares del futuro, dice el Dr César Rodríguez Martín, pero creo que pueden ser válidos para cualquier organización. Pongo el número y el subrayado en primer lugar, y un breve comentario después:

1. Respeto a la dignidad de la persona. Actuar en todo momento con consideración hacia los demás.

Huelga decir que yo he visto lo contrario en muchos sitios. Lo más importante era la imagen, el qué dirán, y no las personas, que eran pisoteadas sin reparo por sus jefes.

2. Liderazgo. Conseguir el apoyo y cooperación de sus subordinados por el prestigio adquirido con su ejemplaridad y preparación.

Evidentemente no se consigue el apoyo ni la cooperación a la fuerza. Se trabajará, pero no se podrá pedir mucho más al subordinado cuando el jefe no es un ejemplo, o no está preparado para tomar decisiones.

3. Espíritu de equipo. Desarrollar la cohesión del grupo para cooperar.

El buen ambiente hace que se trabaje más y mejor. Es un deber de un buen jefe crear buen ambiente, sentido de pertenencia al grupo, amor al equipo que trabaja. Y eso se hace sin favoritismos.

4. Responsabilidad y delegación. Se toman las decisiones que correspondan a cada nivel.

No puede ser que un subordinado tome decisiones que no le corresponden por tener un nivel de responsabilidad más elevado. Esto es algo que he visto mucho: deciden iguales que no tienen competencia para hacerlo, pero que el jefe se escuda así de decidir por sí mismo. El Director no es el jefe de estudios, el coronel no es el cabo, el cocinero no es el camarero, el profesor no es el alumno,… Y no pueden decidir en instancias distintas.

5. Disciplina. Exigir la disciplina como un valor que obliga a todos por igual.

Esto no significa que todos tengan que cumplir las mismas reglas si las circunstancias no son las mismas. Pero sí debe haber igualdad cuando éstas lo son. Un jefe no puede tener amiguitos o familiares entre los subordinados y emplear un trato distinto con unos y otros. Los enchufismos son perniciosos. ¡Para qué voy a trabajar si no soy el cuñado del jefe!

6. Iniciativa y creatividad. Hay que actuar con creatividad e ingenio y hay que fomentarlo entre los subordinados.

En ocasiones los subordinados no quieren saber nada, no se sienten implicados en la tarea, entre otras cosas porque el ambiente el malo, no se sienten apreciados ni valorados. Y tiene razón para no hacerlo, señor jefe.

7. Conciencia de comunicación. Mantener una comunicación veraz y oportuna en todos los ámbitos, compatible con la seguridad.

Este principio es muy interesante. Un jefe que diga medias verdades, que mienta, que falsee la realidad a sus subordinados tiene todas las papeletas para que se desconfíe en él. Acaba siendo un líder frágil. En cambio un jefe que da la información y comunica lo pertinente y lo esencial sin dobles lenguajes, ni ironías, ni ambigüedades es un líder para el grupo.

8. Competencia profesional. el jefe debe desempeñar sus funciones con el más alto nivel de preparación, con sólida formación y espíritu de servicio.

El jefe debe saber más que sus empleados, especialmente en aquello que atañe a su responsabilidad. ¿Se imaginan un jefe de restaurante que no sabe nada de restauración? ¿Un jefe de sección en la administración que desconociera la ley de procedimiento administrativo? ¿Un Director de centro escolar que no conociera que un examen de 50 minutos es tan suficiente para demostrar los conocimientos como un examen de hora y media?

9. Capacidad de adaptación. Capacidad para integrarse y actuar en diferentes tareas.

El jefe debe saber dar un golpe de timón cuando las cosas no van bien, cuando los problemas aprietan, cuando hay que hacer cambios. El jefe se adapta, no para sobrevivir él, sino para conseguir mejorar su tarea. Aprender a adaptarse es un principio que debe regir el gobierno de cualquier grupo humano.

10. Evolución permanente. Actitud abierta para impulsar los cambios que afecten al ámbito que se desarrolle la actividad.

Adaptarse implica romper las dinámicas que conducen al fracaso. Un jefe que no evoluciona es un jefe que está destruyendo su liderazgo y su grupo.

Que pena que estas cosas tan sencillas no se las lean nuestros jefes de cuando en cuando. Por eso la primera causa de depresión en septiembre tiene como causa el careto del jefe, que no puede, por más que lo disimule, mostrarnos sus modales, su mediocridad y su autoritarismo. No voy a discutir contigo, Antonio, me dijeron hace poco. Está claro que no querían escuchar razones, sino imponer su omnímoda voluntad. Y el pájaro voló, y cagó por última vez antes de emigrar a otras tierras más propicias, que diría el poeta.

En definitiva, y parafraseando a Santa Teresa:  «De los malos directores espirituales líbrenos Dios, pues hacen más mal que bien». Y de los malos jefes también, porque encontrar uno bueno es un tesoro que no hay que dejar escapar.

PD: Dedicado a todas las personas que sufren por culpa de sus jefes cabrones.

5 comentarios en “Incompetencia y autoritarismo.

  1. Antonio José López Serrano Autor

    Agradezco los comentarios que me están llegando, pues veo que este tema suscita un interés importante, especialmente en Bembibre, pero también en otros lugares cuecen habas.
    Hay algún comentario anónimo que imagino pretende atacarme con la típica falacia del «y tú más».

    Dice literalmente «Lo que has escrito es la mejor manera de enseñarle a los demás cómo eres tú».

    No puedo menos que apuntar varias cosas:
    1. Lo que escribe un escritor muestra veladamente al autor que hay detrás, nunca de una manera trasparente, por muy bien que escriba, o por muy autobiográfico que sea.

    En todo caso, un escrito es un escrito y una persona una persona. Y considerar que una persona es lo que escribe es degradar y cosificar al escritor en una muestra abierta de lo que he denunciado en el escrito: que la incompetencia se puede perdonar por misericordia humana, pero el autoritarismo no.

    Y hay que decir, para no ser incompetente, que el autoritarismo se ejerce de maneras muy veladas, y una de ellas es creando un grupo de favorecidos para humillar al resto a la par que defienden a su jefe, un títere utilizado para sus intereses.
    Esto ya lo emplearon en el sitio de Valencia, en la toma del Cid de la ciudad. Los dirigentes moriscos, desde dentro de la ciudad y para evitar motines por el hambre intramuros, favorecieron alimentando a los del escalafón más alto, mientras dejaban morir a los más débiles. Luego se hacia lo siguiente con los del siguiente peldaño social. El sitio de Valencia se parece mucho, en mi modesta opinión, lo que se está haciendo en el lugar donde he trabajado durante los dos últimos años.

    2. Si yo usara la misma forma de argumentar con «Lo que has escrito es la mejor manera de enseñarle a los demás cómo eres tú», podría decir lo mismo del que lo ha escrito. Es una frase que nos enseña que el que la emplea no pronuncia su nombre, pretende decir algo del otro sin dar la cara. Yo creo que usa un anónimo porque es un cobarde y se esconde porque le da vergüenza su posición de miedo y cobardía. Especularía pensando que es un amiguito del poder, de los que ha encumbrado y protege la «cosa nostra». ¡Qué malo eres y qué bueno soy yo!, pero no digo quién soy, no sea que el malo o la mala sea yo, y el bueno seas tú, y me haya equivocado. Muy del estilo de ambientes tóxicos.

    Pero no voy a emplear esas prácticas, más que nada por elegancia y coherencia conmigo mismo. No quiero ser reduccionista con las personas que tiran piedras y esconden la mano, porque sería emplear las mismas armas y la misma inmoralidad. Por cierto, esta es una práctica muy presente en el señorío del hundimiento por incompetencia. Por sus frutos los conoceréis, dice el Evangelio, ¡Y qué razón tenía!

    3. Una nota ética más. Los malos siempre han tenido un punto de cobarde, por eso solo me queda preguntarte, si eres malo por autoritario o por incompetente. ¿O por las dos cosas? Ya escribí en otro artículo llamado «desconfianza» cómo el ambiente edificado por algunos de persecución y legalismo acaba corrompiendo las relaciones más básicas.

    4. Decía Bertrand Russell una sentencia muy interesante para el comportamiento humano: débil con los débiles y fuerte con los fuertes. Por eso me ha tocado atacar a los sinvergüenzas y defender a las buenas personas. Lo que siento es no haber estado más tiempo para ver a los fuertes humillados ante su propia maldad, cada uno tiene su camino, Lo lamentable es que el camino de unos consista en pisar, quitar horas, humillar al recién llegado, o hacer la vida imposible a los demás.

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  2. Pingback: Incompetencia y autoritarismo. – masonerialibertaria

  3. Juanito

    PUBLICAMOS ESTE INTERESANTE COMENTARIO OMITIENDO LOS NOMBRES PERSONALES Y LAS ALUSIONES DIRECTAS A LAS PERSONAS. EL ADMINISTRADOR. GRACIAS.

    Yo soy víctima del director incompetente de la Tienda de XX, de sus zopencos de vendedores y del déspota e ignorante Jefe de sección de Jardinería.
    Si uno tiene fe en si mismo no hace falta que nadie crea en el, dichas estas palabras del gran Unamuno me pongo al comentario.
    Me contrata una empresa en Barcelona para trabajar viernes por la tarde y sábados el día completo. Mi función es vender hidrolimpiadoras de la Marca XX en una cabecera de la tienda.
    Mi primer fin de semana transcurre con tiempo de lluvias y sin gente en la tienda. Estoy en la cabecera cerca del lineal de hidrolimpiadoras, se puede controlar el personal que se acerca a mirar. Tengo una máquina de muestra en la cabecera para la demostración. Este fin de semana se venden tres máquinas.
    Anécdotas ocurridas el finde, le pregunto al individuo de seguridad dónde puedo obtener una botellita de agua, y este personaje me dice que en el Bar como cualquier cliente. Yo que conozco un poco, desde hace más de 18 años, como funciona esta gran empresa que es en realidad como una secta, le digo, cuando vuelvo de comprar el agua, al señor guardia que esperaba que se me tratase mínimo como un trabajador de XX, que se que hay máquinas dispensadoras en la parte de arriba con precios bastante mas económicos, y el me contesta que personalmente no le gusta la marca del agua que se vende en las máquinas de arriba y que por eso me a enviado al bar. Gran hospitalidad y compañerismo el primer fin de semana.
    El segundo fin de semana, cual es mi sorpresa que cuando llego están cambiando la cabecera donde trabajo y me ponen a unos 45m del lineal de hidrolimpiadoras las cuales no veo y no puedo controlar. No tengo corriente para la máquina de demostración y la cabecera está donde los abonos, insecticidas y plantas. Están diciéndome que pondrán corriente hasta mi último fin de semana, es decir un mes para poner un triste enchufe (siento impotencia sobre las personas ineptas e incompetentes). Este fin de semana se venden otras tres máquinas y algún complemento, teniendo mal tiempo. La sección de jardín durante toda la semana no vende ninguna máquina.
    Tercer fin de semana, llego a mi puesto de trabajo y sigo sin corriente para la máquina de demostración. El incompetente del jefe de sección de jardinería de XX, me dice que tengo que entrar a todas las personas que pasan por la cabecera ofreciéndoles las hidrolimpiadoras como si fueran un ambientador que se ofrece en caja. Me cuenta que una persona que no tiene intención de comprar una hidrolimpiadora al informarle puede cambiar de opinión y comprarla. Como si fuesen unos pañuelos de papel, la diferencia es que hablamos de productos de 300 euros de media. Les dejo un informe a la sección de que no tengo corriente para la máquina y lo que necesito para el próximo fin de semana de stock para vender. Este fin de semana según el stock que se puede ver en la web de la empresa vendo cuatro máquinas y complementos, la sección no vende ninguna máquina de lunes a jueves.
    Cuarto fin de semana, cuando llego hay un hombre bajito de paisano dando vueltas por la tienda y hablando nervioso con los vendedores. Yo me preparo para vender ya que es pronto y hay muy poca gente mirando el stock y preparando la tablet para enseñar los vídeos de demostración. Cual es mi sorpresa que este hombre de paisano sin identificarse y de muy mala leche, como si no hubiese cagado desde hace un año, alterado, me dice que me lleva observando 20 minutos y que no estoy proactivo para vender. Yo le explico que estoy preparando la tablet para los clientes y viendo el stock, ya que ellos no me dan ninguna información, me dice muy soberbio que es el director de la tienda de XX, como si fuese dios, y le informo que llevo sin corriente en la máquina tres fines de semana, que no se ha pedido nada de stock de UNA MARCA desde que estoy aquí habiéndoselo dicho todos los fines de semana e informando a UNA MARCA de lo que ocurría. Vamos, que no tengo ninguna ayuda por parte de su equipo. Y el cínico me responde que no se lo habré contado a la persona indicada. Se pone como loco y a un vendedor le pone deprisa y corriendo a poner corriente a la máquina, como si no hubiesen tenido tiempo en tres semanas. Al final después de tres horas el vendedor se da por vencido y me dice que no funciona el enchufe, estoy sin corriente todo el fin de semana. Es de Berlanga la situación en la que me encuentro. Luego el director a las 13h de la mañana aparece vestido de verde y alterado.
    Último fin de semana, llego el viernes y es el Corpus de Toledo, no hay gente en la tienda durante toda la tarde. El sábado, cual es mi sorpresa, que por fin han conseguido que la maquina tenga corriente pero después de mis indicaciones hace tres semanas de que la máquina está defectuosa no lo han solucionado, hay corriente pero a la máquina se la sale el agua por la culata de la pistola, tengo que buscarme la vida para poder utilizarla. Cuando llegan las 13h, llega un vendedor y me dice que han suspendido la promoción de UNA MARCA y que me marche a casa. Llamo repetidamente al responsable de la marca y no puedo contactar con el, realizo mi informe, lo envío el lunes y durante toda la semana no tengo noticias de nada.
    No me llaman de UNA MARCA ni de Oferta tecnológica hasta el jueves que es cuando parece que se enteran. El inteligente del director toma su decisión un sábado sin que nadie se entere, no informa ni siquiera a UNA MARCA, no saben nada hasta el jueves, un día antes de tener que ir a trabajar.
    En definitiva, el trabajar con un jefe incompetente y prepotente como XX, Director de Tienda en XX España, y ser el último en la pirámide habiendo empresas intermediarias, no sale nada bien.
    Esta es mi nefasta experiencia con XX de Toledo.
    Ya se porque siempre se ha dicho que es la peor tienda XX en España y no me extraña nada conociendo al director responsable de la tienda y sus empleados.

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