Experiencias de la vida y para la vida.

Hoy vivimos en un mundo donde se nos dice que gozar de variadas y múltiples experiencias es fundamental para tener una vida más plena. Realizarse, dicen. Debe ser algo estupendo, porque realizarse es como construirse a uno mismo pero en plan edificio de base rocosa. Ortega decía algo parecido, pero diferente: la vida es un quehacer que debe ser pensado. El problema es que hay quehaceres y quehaceres, experiencias y experiencias, y ahí vamos al tema, porque no todo es igual. Y no todo lo que se experimenta es pensado, ni mucho menos.

Hay experiencias que no son demasiado gratificantes, y aunque no se vivan no se pierde uno nada. Por ejemplo, tener una experiencias de comunicación twitteriana en plan intelectual con un zote de esos que inunda el panorama internacional es una mierda: Insultos, frases incoherentes, descalificaciones, y poca chicha. Es un quehacer semejante a jugar al candy crush que es como una droga de entretenimiento de móvil.  Te pasas el rato, y se te pega un estrés por el cuerpo que piensas si no hubiera sido mejor haber perdido el tiempo en cosas a priori más aburridas. es un quehacer pensado, en este caso una pérdida de tiempo que descubres cuando has pasado unos cuantos miles de horas delante del cacharrito. Discutir con la ignorancia es también una mala experiencia, porque nunca llegas a ningún sitio donde no hubieras estado antes.

En conclusión, si no tienes esa experiencia no te pierdes nada, como no sea perder la tranquilidad, o tener otras experiencias mejores para pensar en ellas.

Experiencias insulsas hay muchas, y a la gente en general le encanta contarlas y hablar de ellas como el no va más: hemos estado en un restaurante que se come genial (pues vale); hay un grupo que toca de puta madre (me alegro), me he tirado en parapente y me he orinado encima (fashión tío), hay un balneario donde te restriegan chocolate por el cuerpo y es flipante (que rico), subimos al Kilimanjaro y nos soltaron varias gallinas para que viéramos como se las comían los leones salvajes, da buten. Me parece estupendo. Son experiencias seguro que maravillosas pero no creo que cambien la vida a nadie. Aquí incluyo el gol de Iniesta. Muy bien tío, somos los mejores del mundo, o sea ellos. Y ya está. Ahora son los peores, no pasa nada, vale. Son  experiencias mejores o peores, pero vacías de contenido. En la vida, gracias a Dios, hay experiencias únicas que si no se viven se puede pensar que no se ha vivido del todo.

Por ejemplo tener un hijo, o dos o muchos. Tengo un buen amigo salmantino que dice que hay dos tipos de personas: los que han tenido hijos y los que no. Y dice que los que tienen hijos pueden entender a los que no, pues recuerdan los años en los que estaban solteros y no gozaban de tal compromiso.

Pero es imposible que los que no hayan tenido hijos puedan entender a los que los tienen, pues requiere tal descentramiento y gratuidad que es imposible entenderlo para el que no lo ha vivido. Y no le falta razón.  El que no ha tenido hijos no sabe lo que es, y aunque se lo pueda imaginar, coincidimos muchos padres que es bastante distinto que lo que nos contaron, bastante mejor, bastante más prosaico y bastante más sublime a la vez. Una experiencia inenarrable, una montaña rusa de sentimientos irrepetible.

Podemos intentar páginas y páginas de literatura, pero un padre o una madre que abraza a su hijo por primera vez… eso es inenarrable. Simplemente o se vive o no se vive. O se ha experimentado o no.

Supongo, que en medio de esta reflexión tengo que reconocer que hay algo en una experiencia que no se puede comunicar fácilmente. Una persona enamorada jamás podrá comunicar su experiencia a aquel que nunca se ha enamorado. Pero le será muy sencillo hacerlo con alguien que pierde los vientos por su amante. De ahí que podamos entender la experiencias del otro cuando hemos experimentado algo parecido.

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A mi la gran experiencia que me gustaría comunicar con mejores maneras es la experiencia de Dios. Es única y sublime. Entiendo a San Juan de la Cruz cuando intentó describirla con poemas de amor y pasión amorosa, y se quedó corto, pero es lo mejor que se ha podido hacer en cualquier lengua, y por suerte lo disfrutamos en castellano. Y es que es realmente imposible hablar de la relación de uno con Dios porque Dios te descoloca cuando lo ves y lo experimentas. El mismo Francisco de Asis hablaba de una intimidad imposible de comunicar. Las videntes de Medjugordie, Lourdes, Fátima coinciden en que estamos ante una experiencia inenarrable, pero no imposible para el alma.

Una persona que NO haya visto a la Virgen con sus ojos terrenales, puede experimentarla con el alma, y tal intensidad trasciende la propia vida, la transforma, la cambia. Es lo que llamamos conversión, que en griego es algo así como «metanous» cambio de mentalidad. La experiencia mística es un regalo de Dios, no es controlado por el orante, no es lógica desde su exterioridad. Es una experiencia que saca a uno de sí mismo y que lo abrasa en un amor fecundo y suave: un fuego transformador. Llama de amor viva, decía el poeta místico. Que a vida eterna sabes. Es asomarse al abismo de la Totalidad para paladear unas gotas de su ambrosía.

Todos los creyentes que hemos vivido alguna experiencia mística hemos sentido que era un regalo de Dios que no apetece contar demasiado. La experiencia de Dios que uno vive es un verdadero striptease personal y aún así muy difícil y complicado de comunicar. Desde fuera se percibe como una rareza, como una estupidez, o simplemente no se percibe, pero para el que lo vive es único.

El que no ha tenido experiencia de Dios, no entiende nada de esto. Suelen, en foros de diálogo con ateos y agnóstico ( de los que me salí hace tiempo por aburrimiento), hablar de psicologías, de alucinaciones, de mentiras, de crímenes en la historia de la iglesia, y asuntos por el estilo. Es lo más que pueden llegar a decir sobre algo que no han experimentado, inquisición para arriba inquisición para abajo. ¡Cómo si tuviera algo que ver con Dios! Sería como si un soltero hablara de pañales, de gastos y de chupetes. Se perdería lo más importante de la paternidad. El no creyente suele resolver el problema de Dios con un simple Dios no existe. Y esto para un místico es un absurdo, porque la experiencia es real y trasformadora. La experiencia yo la he tenido, es lo que responde el creyente.

En lo que estamos de acuerdo es que es imposible de comunicar.

Es tan real y auténtica como tener hijos, tan cierta y fuerte como tirarse en parapente, tan única e inefable que se convierte en algo impagable, un asomarse a la felicidad, a la felicidad absoluta que es Dios. Pero no se puede contar sin que el no creyente dibuje una mueca en su rostro. Es imposible entendernos y comunicarnos.

A menudo he escuchado que para qué sirve la religión, que es como preguntar para qué sirve Dios. Sin duda es una pregunta marcada por el prejuicio de lo valioso. Suelo responder lo mismo: ¿no desgrava a hacienda creer en Dios? No nos entendemos.

Hoy en el mundo de la escuela, que es la que me ocupa y preocupa, la experiencia de Dios no está, ni en la pública, donde está mal visto, ni en la concertada, donde es residual en muchos centros educativos. Ni se reflexiona sobre la experiencia de Dios, ni se educa sobre ella. Me atrevo a decir que en muchas parroquias e iglesias, incluso movimientos de iglesia tampoco está viva esa experiencia de Dios. Se habla de iglesia, de curas y de planes pastorales, pero no se garantiza bien la experiencia de Dios. Por eso no podemos trasmitirlo.

Por eso es tan negativa la mala experiencia religiosa. El que tenía que facilitarla lo imposibilitó con una vida incoherente, con crímenes, con abusos o con incomunicación de su experiencia,… La solución puede ser fácil. Abrir una puerta nueva a Dios, darle otra oportunidad. Porque Dios no es el cura zoquete, ni el catequista incoherente, ni el obispo aburrido. El problema es que no siempre están los confesionarios dispuestos a confesar, ni los templos abiertos a los que buscan una respuesta. Tengo sed de Dios, dicen muchas personas, pero nos guardamos el agua para nosotros sin ofrecer siquiera un vaso.

Este año, que he obligado a los alumnos de bachillerato en Filosofía a leer uno de los evangelios y responder algunas preguntas de comprobación, las respuestas de estos no dejaban de ser más que sorprendentes: no me lo imaginaba así, nunca había leído algo así, no lo entiendo, los milagros no me los creo, y respuestas por el estilo. Pocos habían tenido una experiencia narrativa intensa desde algo religioso, y ninguno había reflexionado sobre las características de un texto religioso, y les llamó la atención. A unos les impresionó y a otros les molestó. Pero a pocos se les hizo indiferente la lectura. Fue un vaso de agua fresca para chicos que no sabían que tenían sed, para gentes que nunca habían refrescado su boca con algo que los saciara. Fuente de agua viva, decía San Juan de la Cruz.

Tuvieron la posibilidad de tener una experiencia única. Precisamente eso que se está permanentemente negando en el estilo de sociedad que vivimos, escuela laica o concertada incluida, porque suelen ofrecer ya el mismo sinsentido y el mismo vacío. Experiencias y enseñanzas que no enseñan ni ayudan a vivir mejor. Que no sacian la sed que tenemos todos los hombres. Ya lo decía San Agustín: nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en tí.

Los ateos y agnósticos de hace unos años pudieron elegir, rozaron la experiencia, pudieron entender algo de ella. La experiencia religiosa se ofrecía de manera obligatoria, de ahí los rechazos y los abrazos a la misma. Saben de lo que se habla, y conocen el discurso del cristianismo. Pero los ateos y agnósticos de hoy lo son simplemente por ignorancia. No saben nada de Dios, ni de Cristo, ni de la Virgen, pero lo desprecian desde la arrogancia de la ignorancia laica de nuestro tiempo. Esto, lejos de ser un problema, es una oportunidad, deja la puerta más abierta que nunca a una experiencia nueva. no tienen prejuicios forjados en una experiencia negativa, son perjuicios sin experiencia, fáciles de cambiar.

La experiencia de los apóstoles tuvieron de Jesús se puede seguir compartiendo, se puede llegar a apreciar, y se puede repetir. Por desgracia, la sociedad contemporánea está empeñada en que las personas no conozcan al Dios cristiano, un Dios que interroga y pregunta por el hermano, un Dios dispuesto a darte la felicidad.

Me gustaría haber trasmitido  a la gente con la que comparto las clases la experiencia de lo divino y lo trascendente como la gran experiencia, pero una vez más quizás no lo he conseguido. En palabras del maestro: muchos son los llamados, pero pocos los escogidos. También El predicó en el desierto, y eso me da paz y me justifica a la vez.

 

5 comentarios en “Experiencias de la vida y para la vida.

  1. José Cervera

    Es increíble lo que has escrito, Antonio. Me ha llegado de una forma muy potente porque también considero que Dios, la trascendencia la llamemos como la llamemos es lo más grande. Y todas las demás cosas de este mundo cruel, por importantes que sean, y pueden serlo mucho, no alcanzan a compararse de ninguna manera con Él. En mi caso soy un poco ‘hereje’, por inquietud, curiosidad desordenada, ciertas diferencias de opinión… Pero no me creo mejor que los creyentes ‘canónicos’ asiduos a un credo y un ritual religioso. Cada vez que veo a una persona rezando, lo mismo me da que sea un cristiano, un musulmán o lo que sea, no puedo reprimir un calorcillo de simpatía.

    Estudié filosofía, ahora estoy con las oposiciones de lengua, pero mi verdadero sueño sería dar clases de historia de las religiones en un instituto. Pero que fuera una asignatura como Dios manda, nunca mejor dicho, un eficaz medio para hacerles conocer a los chavales algo que quieren ocultarles o desprestigiar.

    También he tenido experiencias, ‘especiales’, en las que he sentido algo que me supera, que desborda las estrechas paredes de la mente y de lo que los ojos ven. Traté de contarles a algunas personas muy cercanas esas experiencias pero fue una pérdida de tiempo, enseguida asoma una incomprensión absoluta con ribetes de burla más o menos disimulada. Y alguna de esas personas es muy religiosa. Con estas cosas vale lo que decía un romance: ‘yo no digo mi cantar sino a quien conmigo va’.

    Es posible que nos pusiéramos a discutir sobre filosofía, teología o sobre qué sé yo y nunca nos pondríamos de acuerdo. Pero a los dos nos ha chamuscado esa llama eterna que yace escondida en el alma y eso nos pone de acuerdo en lo fundamental. Un abrazo desde las playas salvajes.

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    1. Antonio José López Serrano Autor

      Gracias por tu comentario. Realmente cuando se experimenta a Dios todo empieza a ser distinto para uno. Me alegra coincidir contigo en lo fundamental. Como decía San Agustín, unidad en lo esencial, debate en lo accesorio, y en todo caridad (amor).
      Un abrazo y ánimo con las oposiciones.

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  2. Lino Althaner

    La mística en su verdadero sentido, esto, la aventura del conocimiento de Dios, está felizmente por encima del dogmatismo riguroso que suele separar a las personas y a los pueblos. La mística busca lo Uno y sus grandes autores no pueden favorecer la desunión. Por eso también son grandes el Maestro Eckhart y San Juan de la Cruz. Ambos son parientes espirituales de los místicos sufíes y judíos. Ambos tuvieron que enfrentar la censura eclesiástica. San Juan tuvo suerte, pues la sublimidad de sus poesías amorosas es como para poner los pelos de punta a un inquisidor. El Maestro Eckhart experimentó la condena eclesiásticas de varia proposiciones contenidas en sus escritos. A veces me inclino a pensar que la persona avanzada en el desarrollo espiritual y en el conocimiento de sí mismo debiera recurrir a ellos más que a las instituciones para seguir avanzando.
    Un gusto dialogar en tu sitio.
    Un saludo cordial,
    Lino

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    1. Antonio José López Serrano Autor

      Estoy de acuerdo en que la vida espiritual la marcan los que han experimentado a Dios, y no los simplemente burócratas de la religión que sea, aunque supongo que todo es necesario.
      Un apunte interesante que me sugiere tu comentario. Es sobre los místicos sufies; es curioso que en la mística islámica, la tensión entre poetas-místicos frente a juristas-rigoristas se acabara saldando con el aislamiento y persecución de los primeros. En el caso de los judíos, su mística es la experiencia profética clásica, también perseguida. Quizás sea repetitivo, pero no hay santo que no haya tenido su persecución. Un místico, sin duda, es siempre alguien molesto para la sociedad afanada en hacer leyes y defender órdenes.
      Un saludo y un placer encontrarnos.

      Responder
      1. Lino Althaner

        En el caso de los judíos, hay también unos místicos muy especiales que son los cabalistas. La Cábala tiene importantes manifestaciones en la España del siglo XII -según Gershom Sholem el Zohar es obra de Rabbí Moshe de León. También son místicos los hasidista, famosos por sus narraciones encantadoras, y por la forma en entran en conflicto con los rabinos; éstos no obstante, deben terminar por aceptarlos. Tampoco es todo maravilla en este misticismo. Hay unos personajes un poco siniestros entre medio, como en todas las cosas humanas.

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