Los informativos y sus audaces periodistas nos cuentan últimamente que la valla de Melilla es asaltada, y hemos visto a unos cuantos subsaharianos, que es como se llaman ahora a los negros y morenos de Africa, asaltarla enfundados con la camiseta del barça vociferando una alegría que contrasta con el mal rollo y las caras agrias que nos traemos aquí dentro, especialmente la de la Valenciano, que cuando sonríe parece operada.
A mi ese contraste me da cierta pena, pero también esperanza. Para esta gente llegar a nuestras calles es una gran alegría, y nos saludan con júbilo porque somos sus nuevos vecinos. Esta gente no sabe lo que es un desahucio, entre otras cosas porque viven en la nada y no tienen más casa que cuatro trastos mal colocados con forma de cubo. Vienen sin saber que aquí las gastamos en plan hijoputa, sobre todo cuando te topas con un empresario mafiosillo, de esos que tanto abundan por el territorio nacional, de los que se aprovechan de ti antes de preguntarte tu nombre. Aunque no son peores que los de sonrisa profidén, que te clavan la navaja por debajo, mientras te desangras en halagos pensando que es un gran tipo.
Esta gente no es así, malnacida y cabrona, y vienen contentos y con ganas de trabajar en el campo por cuatro perras, inundando nuestras calles de baratijas para vender. Sonríen, y no se enfadan demasiado, agradecen cualquier cosa que les des. Luego, en contacto con nosotros, se hacen malos y desconfiados, pues tienen que sobrevivir, y poco a poco van perdiendo toda la alegría con la que vinieron. Son buena gente, con ilusiones y esperanzas, y con ganas de cambiar el mundo, su mundo, que no es poco.
Lo extraño es que no los recibimos como si fueran seres humanos, gente de nuestra especie y condición, sino como si fueran enemigos que tuvieran que hacer una gymkhana sangrienta antes de traspasar nuestras vallas de la vergüenza. En lugar de recibirlos como Personas, con mayúsculas, los acogemos a pedradas, se lo ponemos complicado para joderlos más, y les hacemos la puñeta con alambradas, filos sangrantes y guardias enfadados a cada paso. Lo de los guardias enfadados es normal, porque cualquier día la Guardia Civil empezará a emigrar a otros países buscando mejores condiciones laborales y de vida, de lo poco que cobran, y lo mucho que les putean los de la sonrisa jerárquica. Pero no quiero seguir por ahí, porque me salgo de tema.
Lo de construir vallas y muros para separar lo mío de lo tuyo es tan antiguo como el hombre y la humanidad. Ya los antiguos romanos, sin ir más lejos, construyeron varios muros para frenar a los pictos en el norte de la Britannia, y montaron sus civilizadas empalizadas para detener las incursiones de los bárbaros del norte, que luego resultaron ser el grueso del ejército de Roma. Son las paradojas, te recibo a pedradas y luego te pago para que me defiendas.
Desde siempre, lo de levantar muros es causado por el miedo. Lo hacen los que tienen miedo de perder su estatus, su buen nivel, sus territorios. Levantan vallas vergonzosas. Las levantaron los Rusos en Berlín, y las levantan ahora los judíos de Israel, los norteamericanos con la frontera mejicana, y los europeos. Las levantan los de Corea del Norte igual que las levantan los ricos de toda la vida. Éstos últimos se amurallan sus casas, y sus barrios, se rodean de guardias privados para llamarse urbanizaciones. Siempre es por miedo al de fuera, al del otro lado, como si no fuera un HOMBRE como tú y como yo. Esta gente de fuera tiene derecho a vivir en mejores condiciones, y tiene derecho a saltar la valla que les plazca, porque nuestro derecho fronterizo no tiene que ver con los derechos humanos que luego les conferenciamos a sus gobernantes. Yo desde luego les daba el premio Nobel de la paz. Por venir sonriendo, y antes de que se vuelvan a su casa enfadados. Mejor que Obama sí que me parece que son.
Magnífico artículo, Antonio. Lo suscribo en todos sus detalles. A todo esto, ¿por qué a Obama le dieron el Premio Nobel de la Paz? Es algo que mi pobre cabeza aún no entiende. Quizá sea por la paz tan especial que le están dando los islamistas a nuestros Hermanos Cristianos en Irak, Siria y hasta hace poco en Egipto. Es uno de los Misterios de esta vida, que mi cabecita no logra entender.