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El Idolátrico Espíritu olímpico. Bienvenidos a Río de Favelas.

Reconozco que esto de las olimpiadas me hace pensar mucho y siempre en plan cabroncete. Por suerte son cada cuatro años, porque el rollito histérico de los periodistas es inaguantable. Parece que lo más importante sean ellos gritando somos campeones o casi lo conseguimos, pero no. Lo más importante es que triunfe el espíritu olímpico, que no es otra cosa que el espíritu del capitalismo de toda la vida: competir, juego limpio (estado de derecho), no hacer trampas (pagar a hacienda y no meterte rayitas), y recibir la ovación de la chusma. Porque el olimpismo sin plebe no es nada, todo sea dicho. Y sin tele con cámara lenta, menos.

El Olimpismo, y el Espíritu Olimpico es una de esas nuevas religiones espectáculo; pseudoreligiones que pretenden sustituir a las religiones de siempre pero con disimulo. En realidad son un ejemplo del espíritu de nuestro tiempo, aunque, todo hay que decirlo, las devociones Olímpicas no garantizan ni la vida eterna, ni tienen nada que ver con la trascendencia; pero nos ofrecen todo lo demás: rituales, liturgias de mucha estética, himnos, alabanzas, mártires, leyendas, relatos y sacerdotes (los del olimpismo están forrados, oiga). Los nazis montaban espectáculos parecidos para exaltar la raza aria, el espíritu del pueblo alemán, y cosas por el estilo: rituales, héroes y tipos bajitos y feos repartiendo medallas. Ahora hacen lo mismo, aunque se les haya olvidado: se recrean encendiendo el pebetero, saludando los concursantes del circo, poniendo caritas de asombro y contándonos a cámara lenta las grandezas de las grandes gestas y hazañas de los suyos. Todo muy romano, pan y circo, y que no pare el espectáculo.

Nada que ver con los Juegos Olímpicos de la antigua Grecia, que no eran un negocio sino un honor, y que se hacían bajo la lupa de los sacerdotes de los dioses griegos del Olimpo. En realidad las Olimpiadas tenían como finalidad antropológica de fondo, mantener en forma y preparados a los dispersos ejércitos helénicos, los atletas eran soldados que se ejercitaban y mantenían de esa forma el espíritu combativo de la guerra. O sea, casi lo contrario de hoy. Eso lo hacían desde las prácticas religiosas de su tiempo, para que los dioses fueran favorables en la guerra y en la paz, casi nada.

Ahora, en cambio, tenemos muchos corifeos aburridos: «no entendemos como tardan tanto en llegar las medallas», dicen los de la radio, tele y demás periodistas cariacontecidos y hasta tristones de verdad. Te lo cuento yo, hombre de Dios, en un segundo. Lleváis todo el año hablando de si CR mea, caga o le gusta la pizza con aceitunas, y ahora os acordáis de que existen más deportes en el mundo. Por supuesto, de los paraolímpicos no diréis ni palabra, no sea que os entre yuyu; y mucho menos poner al francés aquel que se partió la pierna de un salto. Todo menos herir la sensibilidad del espectador con la verdad. Y la verdad es otra.

La verdad del deportista es conocida por todo el mundo, no hay por qué esconderla en los Juegos Olímpicos. Se dedican a algo que no es rentable, les humillan desde Federaciones que son una castaña de chanchullos, y emplean años de su vida, para conseguir algo que para ellos es importante: superarse por una medalla. Luego es verdad que muchos las revenden en las calles de Río, en las Favelas pagan una pasta por ellas, imagino, pero es que detrás de un deportista hay una persona, y no solo una estética. Detrás de la mayoría de los deportistas de las Olimpiadas hay gente que malvive practicando deporte, sin un futuro claro, y con una expectativa de medalla más que difusa.

En algunos países, véase los asiáticos, son obligados desde la infancia con métodos cercanos a la tortura a las prácticas deportivas que el resto del mundo se divierte contemplando en su televisor. Son como las zapatillas Nikita que las fabrican niños thailandeses a escondidas y bajo condiciones infrahumanas. El espectáculo sigue, por supuesto, chapoteando sobre los derechos de la infancia, la que compite con las zapatillas y la de los que fabrican las zapatillas. ¿Espiritu Olímpico? Que les pregunten a las niñas chinas, por ejemplo. Esas que tanto ganan y son tan perfectas. Todo tiene un precio y viva el olimpismo.

También muchos deportistas son cojonudos, y es que detrás de algunas Federaciones Deportivas se cuelan listillos de las cúpulas corruptas de algunos países para viajar gratis y pasarlo bien en un festival que gente mona. Y por supuesto, no faltan los que van a los Juegos Olímpicos a copular con alguien que se preste. Y siempre hay gente dispuesta. De hecho en las Villas Olímpicas – Londres fue la hostia – lo que más reparten no son medallas, sino condones para que los angelitos (jóvenes deportistas no siempre con cerebro) disfruten del espíritu Olímpico en su aspecto más sórdido, el que no cuentan pero que existe: promiscuidad y sexo fácil. Algunos se pasan de frenada y violan a alguna incauta, pero como son deportistas, pues como que eso no existe. Son héroes, y todo el mundo sabe que los héroes no tienen ni picha ni deseos descontrolados.

Yo hasta entiendo tanta concupiscencia, todo el puto año currando como un gilipollas para quedarte a las puertas de algo (porque solo gana uno por modalidad). Es como para desahogarte echando un polvo con el vecino de instalación. Imagino que la redecoración de las favelas de Río ha consistido en transformar la prostitución y la miseria en puterío de lujo y apartamentos para los deportistas. Sobre la pobreza montamos un escenario precioso, porque el espectáculo no puede detenerse, y nuestros concursantes están a tope compitiendo para que lo disfrutemos desde casa. Sin favelas ni mierdas, aunque ahí sigan y Brasil sea un país bastante empobrecido por la desigualdad y la miseria. Por cierto, el próximo año un idiota decidirá, a cambio de una pasta o un puesto gordo, si las Olimpiadas son en la Conchinchina o en Zimbawe. Es el espíritu Olímpico, el espíritu de los negocios.

¿Se han fijado que las Olimpiadas las ganan los países que patrocinan a sus deportistas? Ganan los países que tiene pasta y un alto PIB producto interior bruto. Primero USA, le sigue China. Y Tercero sería la UE si sumáramos medallas. Andorra, a pesar de tener el dinero de Pujol no compite en casi nada, y lo mismo le pasa a los paraísos fiscales como Gibraltar, pero es que allí no hay gente del deporte. Bueno, alguno sí, defraudando.

La fiesta agradable es siempre la del atletismo africano. Esta gente es la única que compite en igualdad de condiciones, más que nada porque correr es igual de barato en todos los sitios. Aquí hacemos running, en cambio ellos, siguen haciendo footing, de toda la vida. Sin cascos ni pijerías. Y claro, nos ganan. Seguramente se están preparando para cruzar los estrechos a nado. Bienvenidos a Río, bienvenidos al Olimpismo, otra divinidad con los pies de barro.