En estos días de fantasmones, Santos y difuntos, he estado buscando lenguaje y palabras propias de estos días. Me quedo con algunas que me llaman la atención de nuestra España vieja de rincones ancestrales. El lenguaje es tan rico y variado, que siento quedarme corto y a medio camino.
Me gusta ALICORNIO, que es un trozo de cuerno o una piedrecilla que se tiraba al agua de beber para hacerla potable. Se hacían tres cruces en el agua y se recitaban algunas oraciones dirigidas a Dios, para que no muriera uno envenenado. Supongo que viene bien en medio de tanta fiesta de monstruos, recordar que Luz vence al mal. Mañana elecciones, y no digo más. ¿Y si hacemos alicornios a las mascarillas? Yuyu, yuyu. Tres cruces y se van los virus.
Los ALIVIOS eran las atenuaciones de los rigurosos duelos que se hacían antaño por los difuntos más cercanos. Había personas que vivían casi media vida enlutados, porque morían los padres y porque fallecían los hijos o el cónyuge. Los alivios eran vestidos menos severos que el luto riguroso, habitualmente de negro azabache. El alivio suponia llevar algo gris, no se vayan a pensar.
Los parientes de un difunto ofrecían en los funerales una pequeña cantidad de dinero, algo casi simbólico y de poco valor. Esa ofrenda era el CORNADO. Eso en los días del entierro. El DOBLADO era un manojo de cerillas que se encendían de una vez en los entierros. Las campanas que doblaban a muerto eran llamadas también las ENCORDADAS, y en algunos lugares tocaban el GORIGORI o el TINTILIDRÓN.
Cuando moría un niño las campanas tocaban la TINAINA. Se decía que los que morían con un ESCAPULARIO no se condenaba. Un escapulario, recordamos a algunos, era un rectángulo de tela donde estaba bordada o grabada la imagen de Cristo o de la Virgen. Mucha gente los sigue llevando, pues les recuerda la fe que habita en el alma. Se moría y se enterraba uno con su escapulario.
Antes de llevar el muerto al cementerio, se hacía un último responso en la puerta de la iglesia, que recibía el nombre de TIRANA. Entonces se ponían en marcha las PLAÑIDERAS, que eran mujeres entregadas de llorar al difunto a cambio de unas blancas o monedas de escaso valor. También había OFRENDERAS que eran las personas designadas por el testamento para que llevaran las flores a la sepultura y un alumbre. Las REZADERAS no cobraban por rezar por los difuntos, lo cual es de agradecer, pero hacían de las suyas en los VELATORIOS, la noche antes de enterrar al ÓBITO. Entre los rezos estaban los RESPONSOS que son oraciones de difuntos.
La CAJA es el ataúd, y el cementerio también es llamado CAMPOSANTO por los católicos, y con razón. Pues es donde quedan los santos para la resurrección del día final (cada día queda menos para eso).
Al muerto se le daba tierra, se INHUMABA el cadáver o se ENTERRABA. el lugar del muerto era la SEPULTURA, pero también la FOSA, PUDRIDERO, MONUMENTO, URNA, COLUMBARIO, MAUSOLEO, NICHO O PANTEÓN, según toque la economía del difunto, el gusto o la costumbre. Se añadía un CENOTAFIO con alguna palabra sentida, un VASO LACRIMATORIO, y se yacía por los siglos de los siglos.
Al año había otras palabras y ofrendas. El AÑAL era un hachero que se llevaba a la iglesia como ofrenda a los difuntos, normalmente era realizada tal ofrenda al año del fallecimiento del difunto, pero también era costumbre en el día de los difuntos. La celebración tipo Misa, Rosario que se rezaba al año recibía el nombre de CABO, CABO DEL AÑO, que era la Misa de sufragio por el alma del finado.
Había también costumbre llevar al cementerio la OBLADA el día de los difuntos, que era una rosca dulce. En algunos lugares se comía la OBLADA al abrigo de la tapia del cementerio, pero en otros lugares se depositaba sobre la sepultura mientras se entonaba la Misa. Ahora con el confinamiento no se puede ni comer un bocadillo barato de calamares en casi ningún sitio, y menos celebrar Misa sobre el mármol frío de la muerte. La nuestra es fe de vivos, digo.
Dentro de los bichos fantásticos que daban miedo a los infantes, párvulos y demás zagalería, encontramos más variedad que en el Consejo de Ministros. Destacaba la CORUJA, cuya expresión unida a la «bruja coruja» o «piruja» decía yo, representaba uno de esos entes malvados de la noches invernales que asustaban a los niños temerosos. Otros tipos de semejante calaña eran la JERULA, el COCO, el CAMUÑAS, el tío PAPÓN, el RAMPALLO o el SACAMANTECAS. También estaba el OJARANCÓN, que casualmente tenía un sólo ojo en la frente, a modo del cíclope Polifemo de la Odisea. Eran tiempos de TRASGOS, que siempre ha sido el nombre de los duendes o diablillos monsergueros castellanos que se divertían equivocando y haciendo tropezar a la gente. También estaban las VERRONERAS, que eran animales malignos que aterrorizaban a los nenes.
Por último, en muchos lugares se hablaba de los GANGUINOS, de los que se decía que quien cazaba uno tenía fortuna para toda la vida. Gamusinos decía yo de joven.