Últimamente abundan los libros, cursos y cursillos que se dedican a contar a la gente cómo debe escribir un libro. Incluso te informan de lo que no debes hacer cuando escribas un libro. Suele ser gente que no le gusta leer cosas aburridas, y desea fervientemente, de una forma sutil y sagaz, sentando cátedra y contándonos que los gustos y búsquedas de los artistas son nada frente a la practicidad de un supeventas, que hay que escribir de tal y cual forma. En realidad no quieren que vuelva a nacer otro James Joyce en la historia, ni otro Marcel Proust, ni otro Dostoyeski. Se les escapó Márquez con sus Cien años de soledad, pero no están dispuestos a se repita. ¿Vender un libro que no enganche? Antes se suicidan y nos suicidan las letras.
Y es que la peña se ha lanzado en tromba a escribir su libro, y no hay rincón del mundo donde no te cuente algún fiera que a él también le gustaría escribir un libro. Las editoriales están a rebosar de tipos que escriben y los premios literarios no dan abasto para leer lo que les mandan. En realidad no se lo leen. Contratan a los que escriben libros que enseñan a escribir libros, y luego dan el premio al que ha seguido sus instrucciones. Es una pescadilla que se muerde la cola.
Por eso, casi todo el mundo escribe igual, sin personalidad, sin nada interesante que contar, sin estilo propio pero con historias trepidantes llenas de trucos para enganchar al lector. Te dicen que escribas sin adjetivos y sin adverbios, porque esta gente se la tiene jurada a los adverbios. Te aconsejan que no los pongas, dicen las escuelas americanas de narrativa. Por eso escriben todos como Stephen King. Pero el King solo hay uno: Elvis Presley, era el King. Y esta gente odia cualquier otro tipo de música. Están agostando las letras, y van camino de conseguirlo de la forma más terrible, que es convenciendo a la gente de que cualquier novela que no enganche (palabra fetiche de los editores y sus lectores adictos) es mala y no debe ser publicada. Y así, ahora escribe cualquiera que sea famoso (o lo hacemos famoso en dos fines de semana) y que aprenda cuatro trucos.
A mi la cosa me irrita, y no es para menos. Ser escritor es algo exclusivo, bohemio, y sensible; y escribir es algo complejo y arduo cuando quieres escribir algo bueno. Por eso me cabrea que den consejos para que otros escriban una cagada, que tenga éxito la cagada, y que además te digan que no hay que escribir como los del XIX, que ya está pasado de moda. Y que es mejor escribir cagadas que se vendan, que las obras maestras no las vamos a promocionar ni a editar. Usted escribe muy bien y cuenta cosas interesantes, pero es que a mi público drogadicto no le engancha. Y yo tengo que vender libros. ¿Me siguen?
Así que he decidido, convirtiendo la ira en virtud, dar unos consejos a los principiantes que quieran escribir libros buenos. Me da algo de vergüenza, pero como mucha gente da consejos sin haber escrito medio libro, pues yo también. Ale. Que tengo varios y uno premiado. Consejos doy, que para mi no tengo. Son consejos para revolucionar el mundo de las letras y de los lectores. Al estilo del manifiesto «dogma» de los Escandinavos, que hacen pelis naturales, sin artificios y que molan. ¡Arriba la vanguardia y mierda para las insulseces comerciales de usar y tirar!
Mis consejos para no escribir libros basura de usar y tirar:
- Escriba bien, con corrección y cariño por las palabras. Busque las mejores expresiones, el ritmo de las letras y los sonidos. Que sea música su lectura en voz alta. Que suene bien, que se exprese correctamente, que no sobren palabras. Las palabras son como la pintura en manos de Picasso, y sus trazos deben ser igual de geniales. No busque figuras en sus letras, ni límites, sino imágenes, colores, sonidos y olores.
- Escriba construyendo y deconstruyendo. Escriba narraciones clásicas, relatos ordenados; y escriba narraciones rizomáticas y cubistas, subrealistas y abstractas. Escriba incluso un relato que incluya todo lo anterior. Escriba apasionadamente, con amor y con pasión. Escriba practicando y como un profesional. Escriba lo que le guste, sin pensar que su novela va a llegar a un lector con el gusto atrofiado. Escriba una frase y mírela con amor de madre y con ojos de juez. Y no se equivoque: la mayoría de los lectores no leen cosas buenas, ni clásicos, ni obras de arte; leen libros de la misma forma que se comen una hamburguesa. Usted debe cocinar un plato con criterio, no se agobie con el emplatado. Escriba un buen relato, una narración diferente, e intente no inundar el planeta con su mierda. No olvide que su libro, si es una cagada va a ocupar el mismo espacio en la librería que si es una obra sublime. Así que escriba una obra sublime… y sepa que a los seis meses lo retirarán igual de las estanterías.
- Escriba algo nuevo. Que lo suyo sea distinto a todo lo demás, que sea único, hermoso y elegante. La mayoría de los escritores de éxito escriben como inspectores de hacienda, sin florituras ni gracia. Se parecen sus novelas en la forma y casi también en el fondo. Usted hágalo distinto. Ahora se lleva la novela de misterio erótico en Suecia, pues escriba sobre un burro perdido en Lanzarote que se enamora de una turista congoleña con esclerosis. No olvide que cualquier ordenador medianamente inteligente podría conseguir escribir una novela de las malas sin su ayuda. Así que, haga lo contrario a lo que recomiendan los libros de aprender a escribir. Que cuando alguien lea lo suyo sepa que es suyo. Que usted mismo lo reconozca. Que no se parezca a nada anterior.
- Trate de comunicar alguna idea inteligente. Haga pensar a sus lectores. No los maltrate ni les maree con sus heroínas empoderadas, ni meta miles de gays veganos con cáncer de páncreas que se salvan en el último minuto tras descubrir un crimen perfecto en el apartamento de al lado. Hágales pensar algo incorrecto, en algo que les afecte y que les insulte, que les haga despertar del marasmo cultural en el que vivimos. O sea, no trate a sus lectores como si fueran unos paletos sin gusto por la comida elaborada. Es verdad que se han atiborrado de la comida adictiva del burguer, pero pueden cambiar. Hágales pensar, sí, pensar en algo. Emocióneles con una buena descripción, una buen personaje, una buena escena, inolvidable y que diga algo. No los entretenga arrojándoles palomitas como a los pollos. aunque les guste; un escritor tiene otra función, distinta a un editor o a un vendedor de libros. Usted no tiene por qué engordar a los lectores.
- No intente enganchar a sus posibles lectores con más hamburguesas. Las novelas adictivas que no llevan a ninguna parte son grasa y azúcar, no un bistec a las finas hierbas. La gente termina empachándose con tal comida rápida, y terminará por odiarle. Si terminan huyendo de la lectura de calidad será por su culpa, no lo olvide. Siempre le quedará el verano, pero no olvide que si sus libros les anulan la sensibilidad por el arte, les destruye y les aleja de las letras, luego tendrá que seguir escribiendo lo que les gustó. Nadie vuelve el burguer porque cambie el camarero. Terminarán odiando a los grandes clásicos, a los buenos relatos, a las mejores historias, serias y profundas, y renegarán de la poesía y por tanto de la vida dicha con palabras hermosas. Le odiarán a usted si no les sigue ofreciendo lo que esperan de usted.
- No sea vulgar en su historia. No haga películas americanas en formato libro. Lo del nudo, clímax y desenlace son trucos para engañar a los niños cuando les cuentan cuentos que deben mantener el interés pegados a sus asientos, o a sus páginas. Respete al lector, por favor. Aunque muchas editoriales y muchos premios no los respeten, usted no ceda. No escriba páginas que enganchen, llenas de truquitos fáciles, de suspense trepidante y de culebrones retorcidos. Escriba mejor algo para la eternidad, o para su presente eterno, como Jorge Manrique que escribió muchos versos malos de amor para el público, y una obra maestra para recitarla ante su padre. Hoy nos acordamos de la última, la que no era popular.
- Construya bien el alma de sus personajes, conviértalos en personas vivas. Que sean verdaderos y pululen por las calles de sus mundos. Como el Quijote, como mujer del Karenin, como la señora Ozores, como Julieta o como Juan Valjean, como Platero o como la mujer de Neruda, esa que no le dio cancha ni besos regalados. No sea un escritor fácil, domesticable y vulgar; no dé vida a personajes estúpidos que no valga la pena recordar, ni cree personajes raros que se crean víctimas del mundo.
- Describa todo lo que necesita y lo que le apetezca. Esto lo odian las editoriales más que nada en el mundo. Las mejores descripciones en la literatura son obras de arte auténticas, párrafos para releer alguna vez. Pero no describa mal, por favor, sin gusto ni equilibrio. Escriba para que sus nietos y bisnietos estén orgullosos y admirados de las palabras que puso. De lo que hizo. No describa tanto que sobren las palabras, pero no deje de escribir ni de describir por no molestar a sus lectores.
- Lea las mejores obras de la literatura y trate de amarlas, de copiarlas y de imitarlas. Escriba con la grandeza del siglo XIX, la pedagogía del siglo XVIII, el humanismo de los grecolatinos y la sinceridad del siglo XX. Haga pensar profundamente como en el siglo XX y alumbre algo hermoso para los lectores. Lo mejor se ha escrito ya, sin duda; pero lo bueno de las letras del futuro, lo pondrán los escritores que sigan estos sencillos consejos. De todo lo demás no se acordará nadie dentro de dos centurias, no lo olvide.
- Muestre su obra a sus amigos y vecinos, a sus más cercanos. Si no existen editores que quieran confiar en el arte, autopublíquese. Recuerde que el éxito siempre es relativo y concéntrico. Éxito local no es éxito nacional, éxito nacional no es éxito internacional, éxito internacional no significa superar la barrera de los siglos. Escriba para usted, y para la gente que aprecia lo que usted aprecia. No trate de agradar a los demás. Y terminará agradando a los que nunca imaginó.
- No tenga miedo a las tijeras cuando el relato es excesivo, y no tema coger la pluma de nuevo para completar algo que se olvidó de contar con detalle. Sea crítico con lo que lee. Si es una mierda, dígalo abiertamente. Y si es bueno, coméntelo sin rubor.
- Deténgase aunque el cuadro esté imperfecto. Siga en un nuevo relato. Es mejor parar, antes que ocultar y destruir lo que ha hecho. Muchos escritores buenos y clásicos continuaron sus relatos en otros lugares. El Quijote es un segundo intento del Licenciado Vidriera; y Las Uvas de la ira, lo mismo con respecto a De ratones y hombres. Picasso pintaba un cuadro sobre otro, y cambiaba de lienzo de cuando en cuando. Pintó un solo cuadro en su vida en cientos de lienzos. Cuando escriba póngase una fecha para no continuar perfeccionándola eternamente. Recuerde que las obras maestras son siempre imperfectas por definición. En cambio abundan las novelas vulgares que son perfectas en tramas, personajes, etc.
- No escuches nunca a los vendedores de libros, ni a los editores, ni a los distribuidores, ni a los agentes literarios, ni a los que reparten premios (que suelen ser casi siempre estos anteriores). Escuche simplemente a los lectores, y tome en cuenta sus críticas según el nivel de sus lecturas. Recuerde que el primer lector de tu novela es usted, y que el último que se acordará de su viejo y arrugado libro será también usted. Si nadie lee su obra no se preocupe, en realidad los libros dejan de pertenecernos el día que dejamos de escribirlos. Pertenecen a los lectores, que no siempre están a la altura de su arte. Además, no se le olvide nunca: dentro de 3000 millones de años estaremos todos carbonizados.
- Si le dan un premio no lo rechace. Y si le proponen publicar con una editorial, acéptelo. Siempre queda gente con buen gusto. Gracias a ellos la buena literatura no morirá. Recuerde además que los grandes de la literatura sufrieron tanto o más que usted por culpa de los malos libros que abundaban también en su tiempo. Muchos ni siquiera vieron sus obras maestra publicadas en vida.
Sabios consejos de buen escritor que sabe lo que dice. Me habrían sido muy útiles antes de emborronar páginas y páginas o de aporrear el ordenador. Gracias, Antonio. Un abrazo.