García Márquez escribió este intento de novela histórica en el año 1989, y hay que reconocer que ni siquiera a él mismo le gustaba demasiado. Así llama a esta novela en el epílogo y agradecimientos: horrible novela. No les engaño, pueden comprobarlo por sí mismos.
La novela quiere retratar el final de la vida de Simón Bolivar, hombre admirado y endiosado para los países de latinoamérica, y logra construir un retrato bastante justo del personaje (supongo), aunque para eso utilice un tipo de narrativa fantástica, que tan bien funcionó en Cien años de soledad, y que tan mal encaja en un género más realista (y menos mágico) como es el histórico.
A mi no me parece mala, sobre todo si se compara con otros bodrios que circulan por ahí en plan grandes ventas, de estilo estándar tipo alumnos de la ESO. Páginas aptas para todos los públicos con ganas de leer cualquier cosa que sea fácil o corta, o las dos cosas. Lo que le sucede es que García Márquez es él mismo siempre, y eso para un autor que trabaja un género distinto, como es el de la novela histórica, pues como que puede costar, y a él le dejó, me da la impresión, con algo de mal cuerpo. Aunque el resultado final sea bueno.
En esto habría que seguir aquel criterio sabio que orienta a los escritores en su quehacer, y es que por mucho que Lope de Vega intente escribir como Cervantes no lo conseguirá, y lo mismo le pasa a Miguel de Cervantes, alias el manco de Lepanto, cuando se lanza a hacer poemas o teatro. Que no es tan bueno como en otros campos. Claro, que de ahí a decir que es malo, hay un abismo. La novela es extraña, y con eso estoy diciendo mucho, y haciendo justicia. EL GENERAL EN SU LABERINTO es agradable; y es que a mi, en general, me gusta Gabriel García Márquez. No hay nada de él que me disguste como escritor.
Es como los Beatles, y creo encontrar un paralelismo con la opinión que han tenido Lennon y McCartney de algunas de sus canciones. John, siempre más cáustico, comentó que alguna de las canciones que había escrito eran una soberana mierda. Y asi calificó, por ejemplo, la de «It´s only love», que aparece en el disco de Help. La canción no es tan mala, la letra es babosísima, y la música agradable, quizás digna de niños pera, pero no es horrorosa. Las hay peores, desde luego, incluso ganadoras de Eurovisión. Así que no hay que desesperarse. Paul McCartney más pacífico y menos rebelde que su amigo de cuando eran hijos de obreros, dijo de los Beatles algo así como: por lo menos hablamos de amor y paz. Pues sí, y entre canción y canción lechuga. No hay nada malo, aunque haya cosas raritas entre los Beatles, como «revolutión number nine», por ejemplo. Pero sigue sonando bien el cuarteto de Liverpool. ¡Qué demonios!
Pues con Gabo igual. Sigue sonando bien. Es verdad que la novela no es el mejor estilo de novela histórica fetén que uno puede encontrar. No es la narrativa de Galdós, ni de Dickens, ni Victor Hugo, pero da igual, porque cada uno escribe como sabe y como puede. Estoy convencido, y he releído la novela una vez más para intentar aprender esa forma de escribir, que Cien años de Soledad es imposible que hubiera podido ser escrita por otro autor que no fuera Gabo. Y es una obra maestra. Esto es así. Cada escritor está preparado para escribir lo suyo, bajo su tono, en su estilo y con sus formas. Proust solo puede haber uno, y García Márquez igual. El reto de escribir sobre Bolívar ya tiene mérito de por sí.
La novela fue polémica incluso cuando salió. El retrato que dibuja de Simón Bolívar no es el que muchos americanos tienen en mente, y es que tendemos a idealizar a los personajes de la historia por lo que hicieron, y no por lo que fueron en sí mismos. Bolívar no fue un santo, incluso tampoco buena persona. Pero logró reunir alrededor suyo a los hombres más destacados de América contra la madre patria española que les gobernaba desde muchos kilómetros por un inútil como fue Fernando VII. Bolívar es un modelo de libertador cuya distancia mejora al personaje, porque cuando uno se acerca al hombre que fue, se comprueba que se está ante un tipo rudo, no demasiado inteligente para ordenar lo que sucedía a su alrededor, y desde luego con una actitud hacia las mujeres de macho alfa. Tiene algo parecido a los monstruos estos de Venezuela que surgen como la hidra: rudos, bastos, falocéntricos y orgullosos de sí mismos. Sin capacidad autocrítica, los pobres. Se ponen un chándal con los colores de su pueblo y se creen con derecho a pegar voces y dar lecciones de ética a todo el mundo.
Por supuesto, esto es lo que me ha trasmitido la novela, porque Bolívar no es precisamente un personaje que conozca en profundidad. Pero creo que Gabo sí lo estudio. De hecho dedicó dos años en investigar al personaje, se asesoró al más alto nivel y en las cosas más sencillas. Y la novela creo que es fidedigna con el personaje y con los sucesos. Bolívar no logró mantener a su alrededor a sus incondicionales, ni logró la unidad de América. En este sentido fracasó estrepitosamente y se vio abandonado. La novela está bien documentada. Magnífica. El problema a mi juicio es la narración. Demasiado realismo mágico para una novela histórica, lo piensan otros, y a mi no me extraña esa visión. Tampoco pasa nada. Se lee, se disfruta con el lenguaje, flipas con el tío don Simón, y ya está. El siguiente será Murakami